Borrar
Las diez noticias clave de la jornada
40 años del accidente del monte Oiz

«Duele que nadie se acuerde de las víctimas del accidente del monte Oiz»

Felisa Bernardo, viuda de Luis Joaquín Sanz Valdezate, perdió con 34 años a su marido, padre de dos bebés: «Mis hijos perdieron a un padrazo»

Beñat Arnaiz

San Sebastián

Martes, 18 de febrero 2025, 00:05

Escuchar a Felisa Bernardo es escuchar la voz de la tristeza de una persona que no ha tenido más remedio que arrastrarla durante cuatro décadas por una pérdida irreparable. Con 34 años, casados y en plena formación de una familia, su marido Luis Joaquín Sanz Valdezate falleció en el accidente del avión que se estrelló en el monte Oiz el 19 de febrero de 1985 y que dejó 148 víctimas y ningún superviviente. «De la noche a la mañana la vida se nos convirtió en un valle de lágrimas. Estoy convencida de que en la vida tenemos un sino con el día que nacemos y el que morimos marcado, pero cuando nos pasa algo así tan jóvenes nos trastorna la vida. Perder un ser querido como lo perdimos nos ha llevado a la ruina a muchas familias».

El contacto con esta mujer lo conseguimos gracias a la familia Menéndez Valdazo, cuya relación con Felisa surgió a causa del accidente. No dudó en llamar para ofrecer su testimonio con el objetivo de que las víctimas no caigan en el olvido. «No se ha hecho nunca ninguna conmemoración, no se ha hecho nada por las víctimas. También ha sido doloroso que no se haya acordado nadie».

Luis Sanz, vallisoletano de 34 años, trabajaba en una multinacional francesa y viajaba desde Madrid a Bilbao para acudir al Consorcio de Aguas. «Salió de casa y no volvió». Felisa, segoviana que en mayo cumple 75 años, recuerda que «la semana anterior había ido en coche» a la capital vizcaína. «Cuando llegó le dije 'Luis, no hagas esto que tenemos dos niños pequeños. Te has ido a las seis de la mañana y vienes a la una de la madrugada', pero decía que no quería pasar la noche fuera. Era un hombre muy de su hogar, muy de su familia. Estaba siempre alegre, sonriendo».

Del amor de su vida destaca que «era joven, guapo… Me casé con él porque me enamoré de él». Pero la belleza también residía en su interior. «Era un gran padre, mis hijos perdieron a un padrazo», dice por Beatriz, de dos años entonces, y Alejandro, que tres semanas antes había cumplido un año. De este último lamenta que «ha sido padre ahora y no supera no haberlo tenido él. Lo tuvo, pero no pudo jugar como juega él con sus hijos ni estar en sitios a los que los lleva él ahora. Me han salido unos hijos muy buenos, pero la ausencia la han tenido».

Felisa trabajaba en un centro de educación de adultos y aquel 19 de febrero se enteró de la fatal noticia en el dentista. «Fue terrible. Primero estaba en el barrio Fuencarral, donde trabajaba. Tenía la radio puesta en mi despacho y me enteré de otra cosa que había pasado, de un atentado en un parking de Madrid, y apagué la radio. Si a las 11 de la mañana hubieran dado primero la noticia del accidente aéreo me habría enterado». Continúa con su relato. «Salí, cogí el metro, entregué unos papeles en el ministerio de Cultura y fui a la consulta del dentista. Allí me recibió Lola, una señora encantadora, con el comentario 'vaya mañana que llevamos. Primero el atentado y luego el accidente de avión en Bilbao'. Y dije 'ay Dios mío, si es mi marido, pero qué me estás diciendo'».

Fue inmediatamente a casa, donde estaban su madre y la persona que cuidaba a sus hijos, ambas viudas, y les dijo: «Ya estoy como vosotras».

En los caprichos que tiene en ocasiones la vida, su marido logró a última hora el billete porque se encontraba en lista de espera y «el de Bilbao no era su cliente, era de un compañero que luego se fue de la empresa. No superaba que un compañero le hubiera devuelto la vida».

«La soledad es muy mala»

Felisa no esconde su enfado con Iberia, la compañía que operó ese vuelo entre Madrid y el aeropuerto de Sondika. «Se portó muy mal, negoció con cada uno como mejor entendió, pero el dinero no servía para nada. El Gobierno tampoco nos apoyó, ni el PSOE ni el PP. Solamente recibía telegramas pero al principio éramos las viudas las que nos apoyábamos unas a otras. Quedábamos, hacíamos planes... Luego… Cada una nos metemos en nuestras casas y la soledad es muy mala». Sí recuerda «una misa muy reconfortante que hubo en Madrid».

Esta segoviana lamenta que «tengo muy buena memoria y eso también me perjudica al acordarme de tantas cosas». Cuarenta años después, la herida sigue presente. «Demasiado hice con dos niños pequeños. Menos mal que trabajaba, porque mis compañeras fueron mi familia. Lo llevé como pude, con muchísimas depresiones y tomando antidepresivos siempre. Y así vamos tirando hasta que nos llegue el final».

Según se acerca el calendario al 19 de febrero, «cada año me afecta más. Parece que al hacerme mayor… Pero yo me hago la fuerte. Quiero ir al Retiro, a gimnasia, estar con gente… Quiero tener una vida. Llevo ya 10 años jubilada y no quiero estar enferma, pero las fuerzas nos van mermando después de haber hecho mucho esfuerzo». ¿Hay algo que se pudiera hacer tanto tiempo después? «Nada, nada, nada… Lo que yo quiero es estar bien de salud, que ya nos la jorobó el accidente».

Felisa, que trabajó una época en Zarautz, recuerda el viaje que hizo a Euskadi hace diez años, el año en el que se cumplía el 30 aniversario del fallecimiento de su marido. «Llevé a mis hijos a San Sebastián el puente de diciembre. Lo pasamos muy bien. Estuvimos en Zarautz, en Getaria… en todo lo que conocía. Luego les pregunté si querían ir a Bilbao, y mi hija me dijo que sí. Allí lo pasé muy mal, pero lo hice por ellos. No me pesa haber dado ese paso». Por Beatriz y Alejandro, y también por Luis, al que Felisa nunca ha olvidado ni olvidará.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco «Duele que nadie se acuerde de las víctimas del accidente del monte Oiz»

«Duele que nadie se acuerde de las víctimas del accidente del monte Oiz»