Un 'simpa' de 300 euros en una terraza de la plaza del Castillo de Pamplona
Los hosteleros de la capital navarra tienen que andar estos días ojo avizor ante los clientes dispuestos a disfrutar de un buen menú y que les salga gratis. «Se les ve a la legua», admite una camarera
Pedro Gómez
Martes, 9 de julio 2024, 09:31
Jetas, impresentables y delincuentes con todas las letras. La hostelería de Pamplona tiene asumido que en estos días tan intensos de actividad van a sufrir a clientes que se marchan sin pagar después de un almuerzo, comida, cena o unas copas. Más de 300 euros fue el 'simpa' que sufrió este fin de semana una terraza de la plaza del Castillo, según informa Diario de Navarra.
«Eran cinco personas. No jóvenes sino de cierta edad. Venían de alguna ciudad española. Pidieron varios platos y se quejaron de que uno estaba en malas condiciones. Se lo retiré y les dije que no se lo cobraba. Siguieron pidiendo postres y copas y a la hora de pagar dijeron que no, que había un plato malo y que no estaban dispuestos a pagar. Me amenazaban con poner reseñar negativas en Google. Se levantaron y se fueron. Muy desagradable todo», relataba ayer Andrés Lacueva, del restaurante El Quince (antiguo Tingla2), que da a Estafeta y a la plaza del Castillo, donde tiene la terraza. Otros clientes le animaban a llamar a la Policía Municipal, pero este hostelero optó por dejarlo pasar. «Teníamos mucho trabajo y otros clientes que atender que se merecían una cena tranquila», explica. Este hostelero señala que ha sufrido otros nueve simpas desde el pasado viernes.
«Se les ve a la legua», asegura una camarera del Gure Etxea, también en la plaza del Castillo. Desde hace años, este bar refuerza su plantilla con una cuadrilla seis personas de Sevilla y Córdoba con experiencia en eventos multitudinarios. Y se las saben todas. «En cuanto les sacamos el último plato les damos la cuenta y no nos alejamos hasta que pagan», señala Rubén Morales.
Con el mismo ojo anda también Óscar Lapuerta, encargado de El Pasadizo de las Delicias Restorán, con terraza en la plaza del Castillo junto al Pasaje de la Jacoba. A pesar de ello, también ha sufrido impagos estos Sanfermines. «Una mesa de cuatro se estaban comiendo unos entrecots y antes de terminarlo se levantaron y salieron corriendo. No dio tiempo a pillarles», relata Lapuerta.
Las terrazas tienen ese punto débil que facilita la fuga de estos clientes. Pero la hostelería de interior también sufre esta lacra. Carlos Jordán, dueño de Montagú by Soto del Prior, en Estafeta, relata lo vivido el día 6 por la noche. «Estábamos ya cerrando y vinieron dos chicas y un chico a ver si podían comer algo. A ellas se les veía como muy cansadas y con un puntillo. Nos dieron pena y les dejamos sentarse para comer unos sandwiches. Al rato el chico se puso hablar con un camarero en plan distendido y en un visto y no visto, salieron los tres corriendo. Se ve que lo tenían todo planificado», cuenta Jordán, que ve este episodio como una anécdota frente al robo que sufrieron este fin de semana: «Se llevaron la impresora de tickets del mostrador. Nos han hecho una buena faena».
Bajan las reservas fantasma
Hace uno año saltaba a la palestra una lacra que casi de forma silenciosa estaba sufriendo la hostelería, los grupos que hacían reservas y luego no se presentaban en el local. El restaurante Kabo, de Aarón Ortiz y Jaione Aizpurua, fue víctima de 60 reservas fantasma que dejaron el comedor casi vacío varios días. «Este año no hemos querido jugárnosla y hemos exigido el pago por adelantado del 50%. Y la gente está siendo responsable y avisa con 48 horas. Estamos trabajando al cien por cien», señala Aarón Ortiz. Únicamente han tenido un caso, una pareja que el domingo no apareció y ha perdido los 110 euros de la reserva -el menú sanferminero cuesta 110 euros-.
Otros bares y restaurantes también han exigido pagos por adelantado o han aumentado el importe de las fianzas, con buenos resultados. El bar San Gregorio, por ejemplo, pedía 10 euros para los almuerzos (el 50%). «Sólo faltaron dos mesas», señalan. Hay otros establecimientos que siguen sin pedir fianza, como el Katuzarra y La Mandarra de la Ramos, pero apenas han tenido incomparecencias. «Sorprendentemente, la gente ha avisado con tiempo. Sólo hemos tenido alguna cancelación de última hora por algún imprevisto familiar y justificado», señalaba Iñaki Olloki, del Katuzarra.