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Juanjo López, uno de los celadores más veteranos del Hospital Universitario de Donostia, se despide después de 40 años. Borja Luna

«El trabajo de los celadores también es fundamental»

Tras 40 años se despide Juanjo López, uno de los celadores más veteranos del Hospital Universitario de Donostia, que ha ejercido labores de jefatura durante el último lustro

Miércoles, 9 de julio 2025, 00:03

Después de 40 años, Juanjo López cuelga su uniforme gris y el Hospital Universitario de Donostia dice adiós a uno de sus celadores más veteranos, ... que llevaba cinco cursos ejerciendo labores de jefatura. Todavía recuerda su primer día, en 1985. «Era voluntario de Cruz Roja y estaba de guardia» cuando, a las 11.00 horas de la mañana, recibió una llamada del Padre para empezar a trabajar en el que, por aquel entonces, tenía el nombre de Hospital Provincial. Se vistió una camisa blanca y unos pantalones y llegó «pensando que lo sabía todo, que lo había visto todo al haber estado como voluntario de ambulancia varios años». Cuatro décadas después, admite que estaba equivocado. No conocía lo que pasaba al otro lado, una vez el vehículo médico dejaba al paciente en el hospital.

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El trabajo de celador ha cambiado «mucho, muchísimo», con el paso de los años. Tanto que hasta su nombre también lo ha hecho, pues antes se les conocía como «auxiliares de enfermería» y, como su nombre indica, eran parte de este equipo. El papel de un celador hoy «es mucho más técnico. Tenemos más competencias y se ha profesionalizado el enfoque del trabajo». Juanjo celebra que «nos hemos metido de lleno en la seguridad del paciente. Hemos vivido una transformación como colectivo tremenda, y es que ahora aportamos valor a la seguridad del paciente. Comprobamos la identidad del paciente que ingresa, cuidamos lo mejor posible la higiene de manos para evitar infecciones, nos hemos especializado en pequeños detalles que marcan la diferencia a la hora de movilizar al paciente», enumera. Aun y todo, Juanjo lamenta que no se les «reconozca como personal sanitario» y que la formación de los celadores se siga haciendo a la vieja usanza, a través del boca a boca.

«El conductor de la ambulancia que te trae al Hospital o a la rehabilitación tiene una formación previa, el sanitario que te atiende en la calle si te caes tiene una formación previa... pero resulta que a la persona que forma parte del último eslabón del personal sanitario, por decirlo de alguna manera, no se le reconoce como tal y además no tiene ninguna formación», alerta. «Somos personas que aprendemos pasándonos la sabiduría los unos a los otros; es el gurú el que sabe, es el que enseña, yo aprendo de él y así enseño al siguiente», manifiesta. «Hay que saber empujar una cama, hay que saber atender a un paciente, hay que saber que si no subo las barandillas de la camilla el paciente puede tener una náusea, volcar, caerse y le podemos provocar un daño que no tenía antes de llegar aquí. Son muchas cosas muy importantes», subraya. En la cadena de trabajo «todos somos importantes. El trabajo de los celadores es fundamental para recibir toda la medicación del hospital; mi trabajo es fundamental en el almacén general; para movilizar bien los pacientes; incluso es fundamental cuando llevamos un paciente al tanatorio», reivindica. «Todos somos necesarios y cuidamos al paciente de diferente manera».

Cuatro décadas dan para mucho y además de formar parte del crecimiento de este colectivo, Juanjo ha podido ver el desarrollo del entonces Hospital Provincial -situado en el actual edificio Gipuzkoa- a lo que ahora es el Hospital Universitario de Donostia. «Éramos un hospital de referencia, abarcábamos también toda la zona del Bidasoa y de la costa, pues no tenían hospitales pequeños como el de Mendaro». Además, los distintos edificios que conformaban aquella «pequeña gran ciudad» no estaban conectados entre sí, como lo están ahora. «Comenzaron a fusionarlos en los años 90, a través de sótanos y puentes». También vivió, a finales de los ochenta, la integración del hospital a Osakidetza. De hecho, Juanjo fue una de las personas que organizó el primer congreso dentro de este sistema sanitario.

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Colocado de espaldas a la entrada del Hospital Universitario, Juanjo señala que «esto ha cambiado y crecido un montón. Creo que tenemos unas 1.100 camas, y casi seguro somos el hospital más grande, con más camas de Euskadi», apunta. Por todo esto afirma feliz que «me enorgullece haber estado aquí para todo esto. El que siembra cosecha después, y me gusta haber sembrado esto juntos», admite con una sonrisa. Lo que esté por venir lo vivirá de una manera diferente, «ya no desde dentro, sino desde fuera».

«Pasar tiempo con mi nieta»

Mientras pasea por las afueras de las instalaciones del Hospital, a Juanjo le paran una decena de veces. Son compañeros y colegas de profesión, «amigos». Los mismos que le llenaron el despacho de «globos, cartas y caricaturas» de despedida en su último día. Muchos se sorprenden de verlo en las puertas del Hospital, pero todos lo celebran y, entre bromas, le piden que vuelva. Le agradecen, también, a través de un comunicado, haber «reivindicado desde la práctica la importancia del personal celador en nuestro hospital. Su labor se ha prolongado más allá del día a día: ha impulsado y participado en decenas de congresos, dejando una impronta de profesionalidad y saber hacer que ha posicionado al estamento de celadores en unos elevados estándares de excelencia», insisten.

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Pero ahora solo hay una cosa en la mente de Juanjo. Disfrutar de su merecida jubilación, una etapa que afronta con «muchas ganas». La describe como «volver atrás, volver a tener 23 años, solo que con más experiencia: la de la edad, el matrimonio y la vida». Aprovechará el tiempo libre para «todo lo que hay por hacer fuera de este recinto hospitalario, que es mucho». Lo primero, dice emocionado, será cuidar y pasar tiempo con su nieta, de apenas un año. Al otro lado del Hospital Universitario de Donostia le espera un sinfín de posibilidades. Quitarse el uniforme que le ha acompañado durante 40 años le da ahora alas para descubrirlas.

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