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Ana Grandío de Fisiogenómica
Miércoles, 5 de febrero 2025, 08:40
Contenido elaborado por Ana Grandío de Fisiogenómica
La Helicobacter pylori es una bacteria o bacilo gram negativo con forma de espiral que infecta aproximadamente al 50 % de la población mundial. Es capaz de sobrevivir en el medio ácido del estómago y puede adherirse a la mucosa gástrica.
El problema no es la presencia de Helicobacter pylori en el estómago, ya que es una bacteria comensal. Es decir, puede vivir con nosotros de manera controlada y por lo tanto no hay que tratarla en todos los casos.
El verdadero desafío viene cuando esta bacteria en determinadas circunstancias (por ejemplo, debilidad del organismo) infecta la mucosa y genera una inflamación, pudiendo conducir al desarrollo de gastritis o incluso úlceras gástricas.
Factores como los bajos niveles de ácido en el estómago, uso frecuente de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) o antiácidos, seguir una alimentación proinflamatoria llena de harinas refinadas y grasas saturadas, el contacto con agua o alimentos contaminados, la falta de higiene, la alteración del sistema inmune o tener una capa de moco protectora debilitada (debido al estrés crónico, falta de sueño, etc), pueden aumentar el riesgo de contraer esta infección. Por lo tanto, el problema está en el contexto de cada persona.
Por otra parte, la transmisión se puede dar entre personas a través de la saliva.
¿Qué síntomas produce la Helicobacter pylori?
Síntomas digestivos: dolor de estómago, acidez estomacal, hinchazón, náuseas, vómitos, exceso de gases, pérdida de apetito, eructos frecuentes, pérdida de peso involuntaria, presencia de sangre en las heces, etc.
Síntomas extradigestivos: rosácea, psoriasis, dermatitis atópica, alopecia areata, urticaria, artritis reumatoide, fenómeno de Raynaud, tiroiditis autoinmune, migraña, retraso del crecimiento, síndrome de Sjögren, síntomas asociados a la anemia ferropénica, etc.
Se ha observado que en ciertos casos, tras realizar el tratamiento con antibióticos para erradicar la bacteria se desarrollan problemas inflamatorios, digestivos y otro tipo de alteraciones de la microbiota, como sobrecrecimiento bacteriano (SIBO) o la candidiasis crónica. Además, muchas veces hay recaídas. Aunque en ciertos casos los antibióticos sean necesarios, para empezar podemos optar por un tratamiento más suave.
El objetivo será bajar la sintomatología asociada al Helicobacter pylori, mejorar la mucosa gástrica y reforzar la microbiota del estómago (protectora e inmunomoduladora) para que se encargue de luchar contra esta bacteria.
1) Fortalecer y recuperar la mucosa gástrica
Para ello, nos pueden ayudar la infusión de caléndula y malvavisco, la melena de león, la miel de Manuka, la l-glutamina, el batido de papaya y jugo de aloe vera, el zinc carnosina o la cúrcuma.
Otros suplementos útiles son las enzimas digestivas, el regaliz desglicirrizado o el aceite ozonizado.
2) Recuperar o acidificar el pH del estómago
La Betaína HCl ayuda a tratar la hipoclorhidria, que puede favorecer el desarrollo de la Helicobacter pylori. Es decir, nos ayudará a aumentar la acidez gástrica.
3) Toma de herbáceos y plantas medicinales para controlar la bacteria
Gracias a ellos, podremos controlar la bacteria y prevenir la infección en la mucosa. Entre ellos, tenemos la berberina, la alicina (sustancia que se extrae del ajo), el sulforafano (compuesto que se extrae del brócoli) y el aceite de orégano (en cápsula a poder ser).
4) Restablecer la microbiota gástrica
El uso de probióticos es indispensable en el tratamiento de esta bacteria. Especialmente, si se han tomado antibióticos. Algunas de las cepas que ayudarán a equilibrar la microbiota gástrica y reducir la carga de Helicobacter pylori son el Lactobacillus reuteri, Lactobacillus plantarum, Lactobacillus salivarius y Saccharomyces boulardii, entre otros.
Debemos seguir una alimentación que nos ayude a sanar la mucosa gástrica. Es decir, una dieta de protección gástrica.
Alimentos irritantes: tabaco, alcohol, café, té.
Alimentos con mucha fibra y de difícil digestión: legumbres en exceso, cereales integrales, alimentos grasos (embutidos grasos, carnes grasas), frutos secos.
Verduras: irritantes (pimiento, ajo, cebolla, puerro) y flatulentas (col, alcachofas, etc).
Alimentos ácidos: tomate, cítricos, fresas, kiwi, vinagre, etc.
Verduras crudas.
Pescado azul: es más graso que el blanco.
Alimentos picantes y especias irritantes (pimienta, comino, etc).
Lácteos de origen animal.
Cereales con gluten.
Carne roja.
Verduras cocidas, asadas o en puré: calabaza, calabacín, zanahoria, judías verdes, setas, nabo, chirivía, entre otras.
Carbohidratos: patata, arroz blanco, quinoa o boniato cocido.
Frutas de fácil digestión: manzana o pera en compota, papaya y arándanos.
Proteína: pescado blanco, carne blanca, lenteja roja o pasta de legumbre.
Lácteos vegetales.
¿Listo para ganarle la batalla al Helicobacter pylori?
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