La imposible inmunidad de grupo ante el coronavirus obliga a una nueva generación de vacunas
Expertos confían en que en un año aparezca un antígeno que corte por fin la transmisión y acabe con la necesidad de inocularse nuevas dosis
FERMÍN APEZTEGUIA
SAN SEBASTIÁN.
Lunes, 17 de enero 2022
La experiencia lo ha demostrado. La inmunidad colectiva nunca se conseguirá frente al Covid-19 porque las vacunas que se disponen son incapaces de cortar ... la transmisión. Mientras el virus encuentre personas para infectar, o lo que es lo mismo, para garantizar su supervivencia, la pandemia continuará. La imposibilidad de alcanzar con los sueros disponibles tan soñado objetivo obliga, según distintos expertos consultados por este periódico, al diseño de una nueva generación de vacunas que eviten la expansión de la enfermedad. El objetivo es posible, pero no se logrará antes de un año. Y eso con suerte.
Buena parte de la confusión que existe en torno a la eficacia y sentido del actual proceso de inmunización se debe al «error grave» de comunicación que cometieron las instituciones públicas al comienzo mismo de la campaña. «En España se contó que con el 70% de la población vacunada alcanzaríamos la inmunidad colectiva. Pero según iban apareciendo nuevas variantes, ese porcentaje ha ido subiendo. Lo que se ha hecho es equivocar a la población», describe el médico y consultor de Healthy Numbers Santiago Cervera.
Las vacunas que hay ahora nunca permitirán alcanzar ese objetivo, entre otras razones, porque no sirven para cortar la transmisión. Su enorme ventaja es que evitan la enfermedad grave y, por tanto, la hospitalización y la UCI. Pero hasta ahí. «Esto no es el sarampión, que con dos pinchazos, ni desarrollas la enfermedad ni la contagias», corrobora el pediatra y vicepresidente de la Asociación Española de Vacunología Fernando Moraga-Llop. «Hay que dejar de hablar de inmunidad social, porque estas vacunas no se diseñaron para eso», subraya.
Ese inconveniente de los actuales sueros, unido a la caída de células protectoras que se produce pasados cuatro o seis meses de la vacunación, es lo que obliga a revacunar periódicamente. Israel y Chile avanzan hacia el cuarto pinchazo. «Tenemos un ejército muy potente, pero está en continua batalla frente a nuevas cepas y registra bajas que hay que reponer», ilustra Cervera.
Pero, ¿hasta cuándo podrá aguantar el sistema inmune un pinchazo tras otro? ¿Cabe la posibilidad, aunque sea remota, de que se habitúe al impacto de los sueros y dejen de ser eficaces? La respuesta es no, según el científico Pablo Sarobe, inmunólogo del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de la Universidad de Navarra. «El sistema inmune nunca deja de trabajar, está permanentemente reaccionando frente a virus, bacterias y patógenos varios».
El verdadero problema es que la población se canse de tanto pinchazo y tanta restricción sin un horizonte de salida. Eso explica el llamamiento hecho esta semana por la Agencia Europea del Medicamento (EMA) en contra de una administración constante de dosis de refuerzo. «El sistema de defensas no se satura; la que está comenzando a saturarse es la población», insiste Sarobe.
A por la inhalada
Los tres coinciden en que las vacunas de ARN han salvado vidas y evitado hospitalizaciones, incluso en la actual sexta ola. «¡Claro que aún son válidas! Si hay más casos graves –razona Moraga-Llop– no es porque la profilaxis no funcione, sino porque hay muchísimo infectado». La EMA estima que en dos meses se contagiarán la mitad de los europeos.
«La mayoría de los ingresados –recuerda– son no vacunados infectados por la variante delta». Lo que la actual situación revela es «la necesidad de una nueva generación de vacunas esterilizantes», coinciden; nuevos sueros que eviten el desarrollo de la infección y la transmisión del virus. «La industria tiene que ponerse a ello».
«Lo lógico es que las nuevas variantes surjan del sustrato de ómicron, que domina»
Pablo Sarobe, Investigador CIMA
«La inmunidad colectiva es una idea imposible que se ha trabajado políticamente»
Santiago Cervera, consultor salud
La experiencia con coronavirus, que comenzaron a dar guerra a la especie humana en los años sesenta, revela que será muy complicado lograr una profilaxis absoluta frente a un virus catarral con una fórmula de inyección. Se necesitará, explica Moraga-Llop, una vacuna inhalada para dar al virus con la puerta en las narices.
Uno de los proyectos más esperanzadores lo lideran los españoles Luis Enjuanes e Isabel Sola en el Centro Nacional de Biotecnología del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CNB-CSIC). Las autoridades reguladoras suelen ser, sin embargo, muy reticentes a los medicamentos inhalados por sus posibles daños al cerebro. «Es complejo, pero si no es inhalada, difícilmente será», advierte Santiago Cervera. De seguir la investigación el curso previsto, faltaría un año para disponer de ese suero o cualquier otra revolución.
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