Confirman la presencia de restos de sustancias químicas antiadherentes en la sangre de los niños de Gipuzkoa
Un estudio de la EHU concluye que los niveles de los compuestos PFAS encontrados en menores de Urola y Goierri no suponen riesgo grave para la salud, pero advierte de la necesidad de reforzar su vigilancia
A. Algaba
Martes, 23 de septiembre 2025, 09:52
La EHU, en colaboración con Biogipuzkoa y el Departamento de Salud Pública, ha detectado la presencia de sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS, -compuestos químicos comunes en sartenes antiadherentes, ropa impermeable, envases para alimantos o espumas contra incendios- en el plasma de menores de las comarcas de Urola y Goierri. Aunque no se aprecia un riesgo sanitario inmediato, el estudio recomienda un mayor seguimiento para controlar la exposición y sus efectos. Además, advierten que los niveles varían según la edad y reclaman una actualización de la normativa vigente.
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Estos compuestos químicos son altamente estables y persistentes en el medio ambiente. Gracias a sus propiedades repelentes al agua, al aceite y a las manchas, es común encontrarlas en artículos de uso cotidiano. Su uso generalizado conlleva efectos perjudiciales, y pueden entrar al organismo humano durante el embarazo, a través de la placenta, y seguir acumulándose mediante la lactancia, la alimentación, el agua potable, el aire contaminado o el contacto con productos que los contienen.
Debido al impacto sobre la salud, estos compuestos químicos se han convertido en fuente de preocupación e investigación: «Se han asociado a alteraciones endocrinas, aumento del colesterol y efectos hepáticos y del desarrollo. Tienen la capacidad de acumularse tanto en el cuerpo, como en el medio ambiente. Por lo tanto, se puede considerar que la exposición a los PFAS es crónica. Además, tardan años en degradarse. Lo que refuerza la necesidad de realizar estudios de biomonitorización como el nuestro», explica Anne San Román, coautora del estudio.
Este estudio conjunto de la Universidad del País Vasco, se centra en la población infantil ya que es un grupo especialmente vulnerable. La exposición desde edades tempranas puede provocar efectos perjudiciales con dosis más bajas que en adultos y aumentar el riesgo de enfermedades futuras.
Análisis en 315 menores
El análisis, realizado sobre el plasma de 315 menores, detectó 18 compuestos diferentes entre los 42 estudiados, con tasas de detección de entre el 70% y el 97% en los más comunes. «Los datos obtenidos evidencian que estamos muy expuestos. Es difícil saber si los niveles de los PFAS encontrados en los organismos de los menores son altos o bajos porque es un tema que no se ha estudiado lo suficiente como para poder definir los límites seguros para los humanos, pero que estén presentes de esta manera ya es inquietante y es importante que este tipo de investigaciones se extiendan para conocer mejor sus efectos y buscar la manera de minimizarlos», explica el catedrático Nestor Etxebarria.
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En cuanto a los impactos de los PFAS sobre la salud, el estudio evaluó posibles riesgos hepáticos y de desarrollo y concluyó que, en general, no hay señales de peligro inmediato. «No tenemos evidencias de concentraciones preocupantes de PFAS en la población estudiada. Sin embargo, esto no significa que dentro de 10 años el riesgo vaya a bajar. Lo que no parece preocupante ahora podría serlo en un futuro, porque aún se desconoce si pueden ser las responsables de patologías futuras», apuntan Etxebarria y San Román. Añaden que los métodos actuales para evaluar el riesgo tienen limitaciones significativas, ya que se basan principalmente en estudios realizados en animales, lo que reduce su precisión al extrapolarlos a seres humanos. Por lo tanto, advierten de la necesidad de ajustar los métodos de evaluación de riesgo y hacer más estudios centrados en personas para obtener datos más realistas.
Diferencias en función de la edad
El estudio se enmarca en el proyecto INMA, iniciado en 2006 con el objetivo de analizar el impacto de los contaminantes ambientales en el desarrollo infantil. La investigación de la EHU ha analizado la exposición de niños y niñas a los PFAS a lo largo del tiempo, examinando las muestras de sangre recogidas por el proyecto INMA entre 2011 y 2022 dentro de la cohorte de Gipuzkoa. Concretamente, en las comarcas de Goierri y Urola, zonas caracterizadas por una fuerte presencia de la industria siderometalúrgica. «Analizamos el plasma de los y las menores en tres momentos clave del desarrollo: a los 4, 8 y 14 años. Lo que nos ha permitido evaluar la evolución y las tendencias de la presencia de los PFAS a medida que los y las menores crecen, y comprobar que la concentración de PFAS disminuye con la edad. También que en la primera infancia los niveles están principalmente relacionados con la exposición materna (a través de la placenta y la lactancia), mientras que en la adolescencia adquieren mayor relevancia los factores ambientales», explican Etxebarria y San Román.
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Además, la investigación muestra que la presencia de los PFAS varía según la edad. Han observado que los compuestos considerados clásicos, como el PFOA o el PFOS, que comenzaron a regularse en 2006, predominan en los menores más jóvenes. En cambio, los adolescentes presentan mayores niveles de PFAS emergentes, probablemente porque estos compuestos se empezaron a usar más cuando ellos eran más mayores, en sustitución de los compuestos que ya habían sido regulados. «Seguramente, los datos reflejan la exposición propia de cada época. Por eso es tan importante repetir estos estudios de forma periódica, para captar los cambios que van sucediendo y poder estudiar las consecuencias que estos tienen en nuestro organismo», subrayan San Román y Etxebarria.
Regulación insuficiente y desfasada
A partir de los datos obtenidos, el equipo de investigación concluye que la regulación vigente no ha sido totalmente eficaz, ya que, pese a las limitaciones impuestas a algunos PFAS, los compuestos restringidos siguen presentes en la infancia. Además, consideran que la normativa debería actualizarse para incluir los compuestos emergentes, cuya presencia ha sido demostrada. En este sentido, destacan la necesidad de realizar más estudios sobre la toxicidad de los PFAS más recientes, cuya peligrosidad aún no está claramente establecida.
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