Retorno a casa a vela desde Ushuaia
81 días. María Intxaustegi llegó ayer a Donostia tras casi tres meses de travesía porque la pandemia cerró los puertos donde atracar
«Ha sido una aventura única, fantástica, pero también de no repetir». Así resume la donostiarra María Intxaustegi la experiencia que acaba de vivir: ... retornar desde Ushuaia (Argentina) en un bergantín del siglo XIX a vela. Han sido 81 días de una travesía que comenzó de forma imprevista por culpa, cómo no, del Covid-19. «Lo cuento y mucha gente pensará ¡no puede ser verdad!», comentaba ayer desde el aeropuerto de Fráncfort, horas antes de embarcar para, por fin, llegar a su casa en el Antiguo.
Las experiencias fuertes y llenas de adrenalina son habituales en la vida de esta arqueóloga subacuática que pasa medio año embarcada en el 'Bark Europa' realizando expediciones en la Antártida. La última fue especial porque llegaron al mar de Weddell, que suele estar helado. Era febrero y tanto la tripulación –19 personas de 12 nacionalidades– como los pasajeros apenas habían oído hablar de un virus que circulaba por China. «No tenemos internet, solo un email muy plano, de muy poco peso». Así que se mantenían ajenos a la progresión de la pandemia. La compañía holandesa que explota el barco decidió no transmitirles lo que estaba sucediendo porque «estamos en zonas de riesgo, tanto escalamos glaciares como nos tenemos que subir a lo alto de un mástil para soltar una vela en medio de una tormenta y debemos estar muy concentrados».
A mediados de marzo pasaron el Cabo de Hornos y es cuando les comenzó a llegar la información. Lograron que los pasajeros embarcaran en los últimos vuelos, pero la tripulación no podía abandonar el barco. Decidieron regresar atravesando el Atlántico, con la confianza de que tenían reservas en la despensa para 120 días. En cambio, el combustible, escaseaba y por eso han cubierto las 10.160 millas a vela. De los 81 días que ha durado la travesía, solo en 5, en el Canal de la Mancha, han utilizado el motor. «Creo que no se había hecho una cosa así desde el siglo XIX». Dos tormentas fortísimas y un anticiclón con el que prácticamente desapareció el viento han hecho más dura la experiencia con turnos de seis horas de trabajo y otras seis para dormir. Además, tuvieron que reconvertir la ropa polar para altas temperaturas.
Cuando el miércoles llegaron a Scheveningen, en Holanda, varias decenas de barcos salieron a recibirles. Entonces se dieron cuenta de su gesta. Cuando desembarcaron y vieron a toda la gente con mascarilla e hidrogeles constataron que en estos tres meses el mundo ha cambiado.
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