La psicóloga Rocío Ramos-Paúl sentencia: «Un niño pequeño te lo puede cuidar cualquiera. Un adolescente, no»

La psicóloga Rocío Ramos-Paúl desmonta el mito de la adolescencia sin conflictos y defiende el desacuerdo como una oportunidad clave para el crecimiento personal y familiar

L. G.

Lunes, 4 de agosto 2025, 12:46

La adolescencia no es simplemente una etapa de hormonas desatadas y rebeldía. Es un periodo de transformación profunda, tanto para los jóvenes como para sus familias, y el conflicto con los padres no solo es inevitable, sino necesario en su educación. Así lo asegura la psicóloga Rocío Ramos-Paúl en su participación en el pódcast de Upeka, donde ofreció una reflexión sobre esta etapa vital.

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«El conflicto forma parte de la adolescencia. Si tú no tienes conflicto con tu hijo adolescente, no convives con él», afirmó con rotundidad Ramos-Paúl, desmontando la idealización de una convivencia sin roces. Para la psicóloga, estos desencuentros son una vía natural para que los adolescentes construyan su identidad y cuestionen los referentes previos. Pero matiza: lo importante no es evitarlos, sino saber gestionarlos.

«Ahí es donde empiezas tú a decir 'oye, que no me vale lo de antes'», explicó, en referencia a la necesidad de que los padres adapten su estilo de crianza. Ya no basta con imponer normas: ahora es el momento de negociar, de escuchar, y de aceptar que el hijo que antes obedecía sin réplica ahora exige razones y espacio para pensar por sí mismo.

Uno de los aprendizajes clave para las familias, señala Ramos-Paúl, es comprender que los adolescentes necesitan hablar de todo, incluso cuando aparentan lo contrario. «Tienen una necesidad brutal de escucharte hablar de política, feminismo, sexo, porno, trabajo o del día a día. No quiere decir que estén de acuerdo contigo, pero lo necesitan», subrayó. A través de estas conversaciones, a veces incómodas, a menudo interrumpidas por frases como «cállate ya, pesada», los jóvenes construyen sus propios argumentos y aprenden a defenderse en sus entornos sociales. «Luego, cuando llegan al grupo, no saben defender. Necesitan lo que tú les cuentes», recalcó.

La presencia de los padres en la adolescencia

Pero estar presente para un adolescente no significa estar encima. «Un niño pequeño te lo puede cuidar cualquiera. Un adolescente, no: tienes que estar tú todo el rato», afirmó la psicóloga. Eso sí, con otra forma de presencia: más sutil, menos protagonista. «Si no vas, te dice '¿no has ido?'; y si te pones en primera fila, te dice '¿para qué vas?'», ironiza Ramos-Paúl, describiendo con humor la contradicción permanente que viven los padres en esta etapa.

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La dimensión social cobra cada vez más peso para los adolescentes, y con ella, la vergüenza. «Con 12 años que tu madre o tu padre te dé un beso en la puerta del colegio es como de... ¡se van a reír de mis amigos!», comentó entre risas. Para la experta, este rechazo no debe tomarse como un ataque personal, sino como un síntoma natural del proceso de independencia emocional.

Estar sin invadir, escuchar sin imponer y aceptar el conflicto como parte del vínculo: esa es la brújula que propone Ramos-Paúl para navegar la adolescencia. Porque si hay discusión, hay relación. Y si hay relación, hay oportunidad de acompañar. «Si no discutes con tu adolescente, probablemente no estés lo suficientemente cerca», concluye.

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