La Medicina de los próximos 10 años
El árbol de la ciencia ·
El progreso médico suele ser fruto del tesón y es extraño ver avances prodigiosos por sorprendentes, inesperados o espectaculares, salvo que el miedo mueva voluntades, ... como pasó con el SIDA o el ébola, o sean fruto de la serendipia (Sin la casualidad Viagra no existiría). ¿Habrá algún progreso disruptivo y revolucionario en los felices años 20? De entrada, sería fantástico terminar con uno de los grandes fracasos del presente: la desinformación sobre las vacunas. Según la OMS, murieron por sarampión más de 140.000 personas en los países occidentales en 2018 y en el mundo se alcanzaron los 9,8 millones de afectados. El movimiento antivacunas forma parte de otras conductas negacionistas instaladas cómodamente en la sociedad, como las relativas al cambio climático, las pseudociencias o las 'fake news'.
Los protagonistas de los últimos años seguirán en la brecha: Microbioma, ébola, edición genética con CRISPR, células madre reprogramadas, miniórganos, superbacterias, biopsia líquida, biomarcador, terapias con anticuerpos monoclonales, envejecimiento, robótica, inteligencia artificial o impresión en 3D. Los retos biomédicos primordiales de las sociedades occidentales están condicionados por tres factores: envejecimiento de la población, estilo de vida y movimientos migratorios por conflictos bélicos, desigualdad y cambio climático. En consecuencia, las principales patologías a atender en el futuro inmediato van a ser las enfermedades oncológicas, en especial cáncer de mama, digestivo, próstata, pulmón y piel; las enfermedades neurodegenerativas, como alzheimer y parkinson; las consecuencias cardiovasculares y endocrinológicas de la obesidad; las manifestaciones mentales del estrés (con especial incidencia en jóvenes con futuro incierto y en ancianos que viven en soledad) y las nuevas enfermedades infecciosas. La predicción y prevención guiarán la práctica médica. La terapia génica y la inmunoterapia serán la base de tratamientos personalizados y de precisión para muchas formas de cáncer y enfermedades raras. La terapia celular reparará con eficacia el corazón, la piel y el tejido músculoesquelético. La cirugía será menos invasiva, robotizada y con nuevos materiales protésicos. La cirugía cardiaca y cerebral serán los campos de prueba. La inteligencia artificial se aliará con los profesionales médicos para establecer diagnósticos más precisos y precoces y monitorizar con sensores la salud de los enfermos crónicos. La realidad virtual y la robótica asistencial sustentarán la rehabilitación. Por desgracia, la mayor parte de la humanidad vivirá ajena al progreso y seguirá muriendo como consecuencia de la malnutrición, las diarreas, el paludismo o la tuberculosis. Mitigar esta realidad es también un reto ineludible. Trabajar en la frontera del conocimiento aplicando técnicas de diagnóstico y terapias novedosas, supone desafíos éticos constantes que conviene prever, debatir y abordar antes de que se descontrolen. Destacaremos dos: la administración de fármacos de eficacia y seguridad desconocidas a personas sanas con riesgo incierto de sufrir una enfermedad y la utilización inapropiada de datos genéticos, biológicos y clínicos personales.
Todo esto se ve venir, pero ¿y los avances que los propagandistas de la Singularidad repiten de forma incesante? Sean escépticos. En 2030 seguiremos envejeciendo y muriendo, no habrá nanorobots que todo lo curen, ni cerebros conectados a la nube, ni trasplantes cerebrales; no conversaremos con robots sintientes y conscientes; no se crearán bebés superinteligentes con manipulación genética ni nadie leerá nuestros pensamientos y doblegará nuestra voluntad con un chip. El genoma y el cerebro son demasiado complejos. Hablaremos en el 2030. Espero andar por aquí.
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