Historias dentro y fuera del barnetegi
Día internacional del euskera ·
Los vecinos de Goierri viven un enriquecedor proceso de aprendizaje junto a los alumnos que llegan a Lazkao a aprender el idiomaElisa Belauntzaran
Miércoles, 4 de diciembre 2019, 06:25
Ahobizi, belarriprest, arigunea... son términos de moda estos días con motivo de la preparación de la segunda edición de Euskaraldia. Los dos primeros comenzaron ... a utilizarse hace tres años, en 2016, cuando se desarrolló en Lasarte-Oria la experiencia Baietz 40 egun euskaraz! Después, Euskaraldia los tomó para su ejercicio social multitudinario. Arigunea llega para la nueva edición de 2020 con el fin de denominar al espacio común para utilizar el euskera y animar a más ciudadanos a colocarse las chapas y participar en esta iniciativa que se repetirá en torno al Día internacional del Euskara.
Estos términos han sido aceptados con total normalidad, como ocurrió hace más de cuatro décadas con palabras como euskaldunberri o euskaldunzahar. Se extendieron con el comienzo de las estancias de alumnos de euskaltegis en familias euskaldunes. Toda una experiencia para los 'kalekumes', que descubrían una realidad desconocida para ellos. Después de unas décadas, los euskaldunzaharras reconocen que los visitantes también contribuían a que los lugareños cambiaran la forma de ver las cosas.
Marian Bidegain es profesora del barnetegi Maizpide de Lazkao. Una euskaldunzahar que ha conocido a lo largo de varias décadas a muchos euskaldunberris que se acercaban a esta localidad del precioso Goierri con el firme propósito de aprender euskera, mejorarlo o enriquecer su vocabulario.
Bidegain recuerda que «durante años» han acogido «a alumnos de euskera de toda Euskal Herria y de más allá incluso». La experiencia de pasar quincenas o meses entre euskaldunes no es nada nuevo en Lazkao. Se remonta a 1974, «año en el que los Padres Benedictinos comenzaron a organizar las estancias y cursos de euskera en Lazkao, a raíz de que se llevara a cabo un curso de verano para aprender o perfeccionar el nivel de euskera de los alumnos». Por aquel entonces, todos pernoctaban en casas de familias euskaldunes del pueblo goierriarra. «Siempre hemos querido ofrecer un modelo de idioma cercano, familiar y comunicativo, es decir, una lengua viva», apunta Bidegain.
Lazkao y los pueblos de sus alrededores, sus familias, son para el alumno un modelo inmejorable desde el punto de vista del euskera. La gabiriarra reconoce que «con las estancias se ha pretendido ayudar al alumno a utilizar el euskera fuera del euskaltegi, conviviendo con una familia en el entorno natural del euskera. Además, se busca poner a disposición del alumno otros modelos lingüísticos, además de los de clase, y mejorar la capacidad de comprensión auditiva en situaciones naturales». Pero tal vez lo más difícil pero lo más enriquecedor de integrarse en familias euskaldunes «es aumentar la autoestima del alumno haciéndole ver que es capaz de utilizar lo aprendido en el barnetegi en la vida normal y cotidiana».
Una profesora apunta que con las estancias «se busca ayudar al alumno a utilizar el euskera fuera de clase»
Bidegain recuerda que fue en 1977 cuando comenzó a trabajar. Lo hizo, exactamente, «en un curso de verano que se organizó en Maizpide. Aquel año y algunos más, los alumnos que participaron en los cursos intensivos se alojaron en familias de Lazkao». Unos años después, en 1982, «comenzamos a organizar los cursos intensivos durante todo el año. Los alumnos solían ser trabajadores del entonces Banco Guipuzcoano y Banco Municipal». Todos solían estar en familias lazkaotarras. «El aumento de alumnos nos obligó a disponer de mejor infraestructuras para acogerlos y poco a poco, fuimos adecuando y acondicionando algunos pisos del pueblo que nos dejaban o alquilábamos para poder a acoger a los euskaldunberris que venían a aprender euskera», explica.
Maizpide, como barnetegi, nació en 1987. «Entonces no teníamos ningún problema en cuanto a infraestructuras para acoger a los euskaldunberris que se acercaban a aprender euskera a Lazkao». Se trataba de un edificio moderno y adecuado para cumplir la función de internado, pero la gabiriarra destaca que «siempre hemos mantenido la relación entre alumnos y los vecinos de Lazkao, en este caso». Para ellos «ha sido primordial establecer y mantener una relación directa de los alumnos con los habitantes del pueblo con los que interactuaban, compartían y aprendían muchas cosas que no se contemplaban en clase».
«Todos aprendemos»
Algo que siempre han tenido muy presente en el barnetegi ha sido «la importancia de practicar todo lo que hemos aprendido en clase. Por ello hemos impulsado el euskera fuera de Maizpide, era primordial».
Desde el año 2000, «nuestros alumnos además de asistir a las clases permanecen en familias con las que conviven y practican en euskera. Duermen, cenan y desayunan con ellos y, de manera natural, comienzan a utilizar una nueva lengua que aprenden a manejar y con la que se defienden. Solo así viven desde dentro el euskera».
Para Bidegain, «la experiencia de convivir en familias euskaldunes es muy enriquecedora. No solo para los alumnos, también para nosotros, los euskaldunzaharras. Nos ayuda a a valorar nuestra lengua, entre otras cosas».
Maite Lardizabal comparte esa misma teoría con Marian. Lardizabal lleva hospedando a alumnos del euskaltegi en el caserío de Ataun junto a su marido, Pello Urdangarin, los últimos dieciocho años. «Al principio, hablábamos con ellos deprisa, sin reparar en cómo habían aprendido en clase. Poco a poco fuimos cogiéndole el truco para no correr mucho, no comernos las palabras, decirlas como ellos las habían aprendido... Sin querer, con los euskaldunberris, aprendíamos a decir muchas palabras correctamente que nosotros utilizábamos o decíamos a nuestra manera».
Por casa de la segurarra han pasado cientos de euskaldunberris que, según dice, «han venido para sacarse el título, pero la mayoría vienen con muchas ganas de aprender y ponen mucho interés en todo aquello que les enseñas».
Muchos de quienes quieren sacarse un título de euskera acuden a Maizpide a aprender
Lardizabal tiene un muy buen recuerdo de todos ellos, incluso se acuerda un montón del nombre de los huéspedes que han compartido con ella y su marido un buen número de cenas y desayunos. En esos ratos en los que los euskaldunberris conviven con el matrimonio, comparten conversaciones en las que pueden hablar de pelota, comida o cualquier otro tema pero que sirve para enriquecer su vocabulario o aprender los refranes o juegos de palabras que tanto le gustan a Pello Urdangarin.
¿Más o demasiado?
Alberto Nadal, sangüesino afincado en Pamplona desde niño, repite y repite en su propósito de aprender euskera. Las anécdotas del navarro son numerosas. «Recuerdo mi primera estancia en casa de Maite y Pello. A la hora de cenar me ofrecieron la comida. Ella es una excelente cocinera y muy generosa a la hora de preparar, y yo ya no podía más. En lugar de decir 'gehiegi da' dije 'gehiago, gehiago' y me miraban extrañados porque creían que no me llenaba, hasta que me dijeron «gehiegi? edo gehiago?» y rápidamente solventamos la duda, porque todo estaba buenísimo, pero ya no podía más».
Alberto disfruta aprendiendo euskera y cuenta que empezó cuando trabajaba en Alemania, con el método Bai&by por internet. No quería perder el tiempo. El navarro reconoce que el euskera es parte de su «identidad y quería aprenderlo». Una vez jubilado, otra vez en Pamplona, se inscribió en un euskaltegi, donde estudia compaginando estancias en el barnetegi de Lazkao. En Goierri ha compaginado las clases con las estancias en casa de Maite. «El euskera no es una lengua fácil, pero eso lo descubres cuando descubres que lo que aprendes en los libros no coincide con lo que escuchas a los euskaldunes. Se comen las sílabas, contraen las palabras, hablan deprisa... Ahí está el reto, pero la verdad que es toda una experiencia. Es muy enriquecedor compartir las charlas con Pello y Maite, porque aprendes mucho además de vocabulario, frases hechas y chistes...».
Hablar con sus nietos
Su interés por aprender euskera le permite actualmente hablar con sus nietos, de lo que se muestra muy orgulloso. Alberto conoció a otra compañera, Meritxell Plensa, en Ataun. Esta catalana afincada en Oiartzun está enamorada del euskera. «Tengo que reconocer que amo vuestra lengua. Me encanta el sentido de sus palabras, cómo están compuestas... por eso quiero aprender a hablarla», dice.
La joven, que habla catalán, castellano y francés, reconoce que «es muy difícil hablar bien euskera», pero no desiste en su propósito. Además, se esfuerza porque su pareja es «un euskaldunzahar que conocí en Cataluña y con el que al principio hablaba en catalán, porque él quería aprender mi lengua mientras trabajaba en Cataluña».
Después de unos años, la pareja decidió establecerse en Donostia y Meritxell decidió apuntarse en un euskaltegi. «No quería que la gente euskaldunzahar que me rodeaba tuviera que hablar en castellano por mí. Por eso, decidí ir a clases y apuntarme en Maizpide, para poder tener un nivel aceptable para entender, seguir una conversación y hablar con la gente».
Durante sus meses en el barnetegi de Lazkao, Meritxell también se ha alojado en casa de Maite y Pello. Reconoce que allí aprendió «un montón» y pudo conocer de primera mano la vida de un caserío moderno, pero vivir momentos impensables para ella. Entre sus recuerdos inolvidables está su experiencia de matar pollos. «Un día Pello nos dijo que tenía que matar unos pollos para después guardarlos en el arcón. No había visto nunca cómo se hacía, yo, una chica de Barcelona con ninguna experiencia en las faenas del campo veía cómo Pello tenía todo organizado para matar unos 50 pollos en una tarde. Me pareció increíble. A mí me tocó reunir los pollos, atraparlos... y no fue una tarea fácil, pero aprendí mucho», recuerda entre risas.
Ahora, la catalana reconoce que «en Oiartzun es muy fácil que te hablen en euskera y me viene muy bien, porque así practico con las demás madres con las que estoy en el parque mientras juega mi hija».
Eso sí, a su hija le habla en catalán, «porque su padre le habla en euskera y en el cole también practica este idioma». Está convencida de que para la pequeña hablar y «querer» las lenguas de sus padres «es muy enriquecedor».
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