Los profesores salen en defensa de la filosofía

Y eso que esta vez parecía que iba en serio, que la nueva ley de enseñanza, la Lomloe, iba a hacer caso a los profesores que desde hace años reclaman que no se reduzcan las horas dedicadas a la filosofía en los colegios. Entre las ocho competencias clave que aparecen en la propuesta del nuevo currículo, dos son filosóficas: la competencia personal, social y de aprender a aprender y la competencia ciudadana. Sobre el papel no estaba nada mal. Parecía que los responsables educativos ya habían abierto los ojos, pero no ha sido así. La Lomloe reduce los estudios de Filosofía en Secundaria y Bachillerato.

«Nos ha sorprendido. Las dos competencias relacionadas con la reflexión crítica y la autonomía del alumnado han quedado en papel mojado», afirma Maitane Nerekan, presidenta de Agora, una asociación de profesores de Filosofía que se creó 2016 para tratar de frenar «el golpe que la Lomce dio a la asignatura». Años después, lamenta, «todavía recibimos golpes».

«Ha habido mensajes confusos. Se decía que con la nueva ley se recuperarían las asignaturas que la Lomce había quitado, pero se van a reducir los espacios de todas las asignaturas y disciplinas que trabajan la reflexión crítica, la autonomía crítica o el pensamiento complejo». Nerekan confiesa que los profesores de Filosofía se sienten «abandonados», pero no por ellos, sino por lo que significa una disciplina que es tan vieja como el ser humano y que en estos días que vivimos «es más necesaria que nunca».

«Que quede claro que la nuestra no es una reivindicación laboral sino social. Para una sociedad cohesionada, reflexiva y autónoma, la filosofía es imprescindible», dice Nerekan, que entra de lleno en lo que los profesores preguntan a sus alumnos el primer día de clase: ¿para qué sirve la filosofía? «No es que sirva o no, es que es algo natural, es algo propio. En el momento social y político en el que vivimos es totalmente necesaria. Estamos intentando crear espacios de convivencia, adaptarnos a los brutales cambios tecnológicos, tenemos una pandemia... Necesitamos reflexionar colectivamente y tener la capacidad de saber dónde nos encontramos cada uno de nosotros, poder hacer una reflexión propia para no ahogarnos en la indiferencia y en el no saber», asegura la profesora.

«Las funciones de la filosofía son las de siempre, pero ahora son mucho más necesarias porque el mundo es más cambiante», insiste Nerekan, que pone como ejemplo los riesgos de la sobreinformación en internet o las 'fake news'. «Cuando hablo a mis alumnos del mito de la caverna de Platón les estoy hablando de las 'fake news'. Tenemos que dar a las nuevas generaciones armas para que no estén indefensas», señala. Son armas que van a tener menos horas de presencia en clase.

Hay quien dice que recortar las horas de filosofía es una manera de impedir que los jóvenes tengan espíritu critico. Nerekan no entra en esta cuestión, aunque reconoce que «los hechos no demuestran lo contrario». De lo que sí habla es de un modelo de enseñanza «que prima la utilidad y la productividad», y que enfrenta a la ciencia con la filosofía, cuando ambas disciplinas «no son enemigas».

Los currículos están llenos de términos como emprendizaje, es como si se hubiera cambiado el 'pienso luego existo' por el 'produzco luego existo'. «Es algo que nos enferma. En la época adolescente, donde estás en una fase evolutiva totalmente conectada con la reflexión porque estás construyendo una identidad, vemos que asignaturas como filosofía, valores éticos, antropología o sociología son necesidades vitales en la gente de entre doce y 19 años, pero les ofrecen cosas mucho más mecánicas, dirigidas a producir, que también son interesantes pero no están tan conectados con sus necesidades».