Pantallas en las aulas «sí, pero con cabeza»

¿Habría que apostar solo por el lápiz y el papel? ¿Por qué los gurús de Silicon Valley, meca de la tecnología, envían a sus hijos a colegios donde no usan ordenadores? ¿Invita a replantearse las cosas el hecho de que Finlandia, a la vanguardia educativa en Europa, sea el país que menos utiliza los dispositivos digitales en el aula? ¿Por qué Suecia da ahora marcha atrás y apuesta por los libros? La diversidad de directrices y cambios de rumbo puede generar cierta confusión entre docentes, familias y autoridades educativas, pero insisten en que «no es todo o nada» y que «el lápiz y los cuadernos siguen siendo necesarios».

En Euskadi, el departamento vasco de Educación ha hecho una apuesta firme por impulsar la digitalización en todas las etapas educativas a través del Plan de transformación digital 2022-2024, con una inversión de 202,6 millones de euros. Antes ha dotado de ordenadores personales a los estudiantes desde 5º de Primaria (11 años), que tienen desde el comienzo de la educación obligatoria contacto con las pantallas en clase.

La temprana inmersión de los escolares en las tecnologías digitales alerta a algunas familias. Esta inquietud por el número de horas al día que pueden llegar a pasar delante de dispositivos, entre las horas del colegio y las que invierten en sus propios hogares, quedó recogida en un estudio cualitativo sobre la nueva ley vasca de Educación realizado por la consultora Gestiker por encargo del Gobierno Vasco el año pasado. La directora del Instituto Lizardi de Zarautz, Marina Aranzabal, comenta que «hay padres que nos dicen 'con todo el tiempo que están en casa con pantallas y ahora en el cole también... Sí que nos trasladan esa inquietud. El tema es complicado», reconoce, si bien rechaza la oposición entre libros impresos o dispositivos digitales y considera que son herramientas que se «complementan».

Desde el colegio donostiarra Jesuitak, donde el primer contacto con los ordenadores empieza en 3º de Primaria (8-9 años) su directora Itziar Barrenetxea subraya la necesidad de que los estudiantes sigan desarrollando las competencias relacionadas con lo digital, dado que «vivimos en un mundo digital y las escuelas no podemos darle la espalda ni producir analfabetos digitales. De hecho, los ejes principales de las nuevas leyes educativas que vienen de Europa señalan al desarrollo de la competencia digital del estudiante. Estamos convencidos de que bien usada, la tecnología tiene muchos beneficios, como el desarrollo de la autonomía, algo que hemos notado, o el aprendizaje personalizado, que permite respetar los ritmos del alumnado. Con los libros de texto es muy difícil conseguirlo. De todas formas seguimos fomentando la lectoescritura en formato papel y en edades tempranas».

La atención a los ritmos de cada estudiante es algo que destacan todos los centros consultados como uno de los grandes beneficios de la tecnología dentro de clase. Según explica José Eizmendi, director de Bachillerato y futuro director de Aldapeta María Ikastetxea, «los ordenadores nos pueden dar cosas que el modelo tradicional no da. Podemos trabajar mucho mejor la diversidad en el aula si contamos con un soporte digital que nos permite mandar un tipo de trabajo a unos alumnos y otro a otros. También proporciona mucha capacidad de integración en el aula a chavales que por ejemplo pueden tener problemas con una clase magistral hablada y entienden mejor algo más visual a través de vídeos, por ejemplo».

¿Y cuál debería ser el papel de los ordenadores en el aula? «Lo primero que hay que saber es cuándo hay que abrir el ordenador y cuándo no. Hay momentos en los que hay que decir: 'pantallas fuera y os ponéis a trabajar con lápiz y papel', que son herramientas fundamentales. No podemos olvidar que un chaval tiene que aprender a hacer un esquema por sí mismo, a hacer un resumen y sacar las ideas principales de un texto, hacer un ejercicio de matemáticas... ¿Cuando podemos abrir el ordenador? Al hacer un trabajo en equipo, una presentación, etc».

Hay voces que alertan de que los ordenadores en el aula pueden distraer a los alumnos, que ya de por sí están rodeados a un mundo de ruido, de notificaciones, aplicaciones... y «con un mal uso del modelo digital podemos caer en una menor atención del alumno. Pero también tenemos demostrado que el modelo digital nos permite tener herramientas que hacen que los niños estén mucho más conectados en el aula», explica el próximo director de Aldapeta María Ikastetxea.

En este centro donostiarra echaron a andar con el modelo digital en 2013 pero «no puede ser solo ordenadores, sino que mezcle lo analógico también. Estos cambios tan radicales –como el planteado por el país nórdico– hay que leerlos con espíritu crítico. Quizá en su momento en Silicon Valley fueron demasiado rápido y se han dado cuenta de que no pueden perder el lápiz y el papel. Aquí nunca lo hemos perdido », defiende Eizmendi. En este aspecto todos los directores entrevistados coinciden. «El avance de lo digital es algo que no podemos obviar, la propia sociedad casi nos obliga a funcionar de esta forma, a la hora de tratar con la Administración, los bancos... pero hay que buscar un equilibrio», apunta la directora del centro público Toki Alai de Irun, Ana Martínez de Ituarte, que no esconde el «desconcierto» que provocan medidas como la que ha anunciado Suecia. «La noticia descoloca un poco, más aún cuando el Gobierno Vasco está impulsando lo digital y una de las competencias del nuevo currículo es la digitalización del alumnado», por lo que quizá en el debate surja otra pregunta: «¿nos hemos pasado de frenada? Quizá», reflexiona. En este centro empiezan en 1º de Primaria con un 'txoko' de digitalización «para tener un primer contacto y en 5º cada uno tiene su ordenador. Se trabaja para hacer proyectos, búsqueda de información y que sean capaces de clasificarla», más allá del 'cortapega'. «Para conseguirlo, antes se dan pautas a los alumnos».

Porque, a pesar de que la tecnología está presente desde hace tiempo en la educación, la llegada de nuevas herramientas y aplicaciones obliga a renovarse constantemente en el aula. La inteligencia artificial, que resuelve problemas y redacta como un humano, es el ejemplo más cercano. Por ello, más allá del curso obligatorio que exige Educación al profesorado, en los centros se está realizando un esfuerzo extra en formación, también con los alumnos. «Muchas veces creemos que, como son nativos digitales, pueden hacer cualquier cosa con el ordenador pero hay que darles muchas pautas. Hay que saber decirles que no. Creo que una pantalla abierta en el aula no debería superar las 3 horas».