Cura para protestantes
El pastor cristiano Alan Keung ofrece ayuda en las manifestaciones de Hong Kong: en sus 'pistolas' no lleva agua bendita, sino una solución salina con que aliviar los ojos afectados por los gases lacrimógenos
Si le dicen que han visto a un tipo con casco negro y dos pistolas, seguramente saldría corriendo en dirección contraria. Pero si en ... esa protección con la que cubre su cabeza exhibe como distintivo una cruz cristiana blanca, a juego con un alzacuellos, y en vez de balas dispara agua... Y no es que sea bendita; simplemente, se trata de una solución salina con la que aliviar ojos lacrimosos afectados por el gas pimienta que lanza la Policía contra los manifestantes en Hong Kong. Es el pastor Alan Keung, 28 años, siete de ellos al frente de uno de los 1.400 grupos cristianos, tanto católicos como protestantes, activos en esta región administrativa especial de China.
«Mi misión es llevar el amor de Dios a la multitud. Para hacerles saber que hay un pastor que está dispuesto a estar junto a todos ellos», dice el joven Keung, parapetado tras sus gafitas redondas y un flequillo a modo de escudo. En ocasiones se ha visto obligado a utilizar máscara antigás. Está habituado; son cinco meses largos de protestas, que comenzaron en junio para paralizar una ley de extradición desestimada ya y que continúan para exigir una mejora del sistema democrático y en oposición al centralismo autoritario impulsado por Pekín. Hoy precisamente se celebran las elecciones a gobernador local. Keung, siempre armado con sus espráis salvadores, se ha vuelto indispensable para aliviar el efecto de los gases en los indignados que recorren las calles.
Pero no solo ayuda a los que protestan; la Policía también se ha beneficiado de su presencia. «A veces ayudamos a agentes heridos que nos necesitan», explica. Se refiere a las ocasiones en que él y sus treinta compañeros de la Misión de Cristianismo se han visto obligados a formar un círculo protector para que los manifestantes más radicales no puedan agredirlos al quedarse aislados frente a un grupo que les supera en número y enfado.
«No soy alguien que se queda en la iglesia e ignora lo que pasa en primera línea»
«No soy alguien que se queda en la iglesia y se limita a hablar sobre humanidad, justicia y moralidad, ignorando lo que sucede en la primera línea», dice. Lejos de eso, lleva semanas en las calles ofreciendo no solo la bendición de sentir el agua limpiadora, sino la ayuda espiritual que algunos necesitan. Lo mismo reconforta a un voluntario de primeros auxilios empotrado en las manifestaciones que apacigua a las personas que, sin comerlo ni beberlo, sufren las embestidas tanto de los manifestantes como de las fuerzas del orden. Es habitual verle acariciando una mejilla, apretando una mano, vigilando por si alguien necesita su amparo, caminando por callejones para evitar los bloqueos de las vías principales, rezando con los que le piden su intercesión ante Dios. O con las manos arriba, para dejar claro a los policías que él está allí para ayudar.
También llorando, si no le ha dado tiempo a ponerse la máscara y los gases logran su cometido. «Esto no es lo que quiero hacer. Quiero mostrar mi compañía en primera línea y estar entre la multitud cuando me necesiten», aclara entre lágrimas químicas. Asegura que algunas de las cosas que ha ido aprendiendo en estos meses de protestas las ha incorporado a sus sermones, pues sigue oficiando misas en su capilla. Cosas como: «No sientas que no eres parte de esto». Eso les dice a los chavales que, vestidos de uniforme, le escuchan atentos en las reuniones que celebra en la iglesia. «Cada uno de vosotros es el futuro de Hong Kong y el mundo. Cada uno de vosotros está involucrado en esto».
Hong Kong tiene 7,4 millones de habitantes (datos de 2017), de los que 860.000 son cristianos, divididos entre 480.000 protestantes y 380.000 católicos. En realidad, suponen solo un 11% de la población, de mayoría agnóstica o sin credo conocido, además de dos millones de budistas y taoístas. Pero los centros de enseñanza cristianos son una referencia y tienen gran tradición, por la histórica ocupación británica de la isla hasta que su soberanía fue transferida en 1997 a China. Los religiosos cristianos se han tomado muy en serio las protestas, ya que temen que este intento de Pekín por obtener cada vez más poder se traduzca en un retroceso en la libertad de culto.
Los otros pastores
Alan Keung no está solo. Muchos otros pastores se han lanzado a las calles con el mismo objetivo. Como Ka-Kit Ao, 34 años, del grupo Protect the Children, que integra a 200 personas que intentan proteger a los que protestan, en una clara labor de amortiguación: «No podemos permanecer sentados en casa». Buscan que las formas sean las adecuadas en ambos bandos, que se mantenga el respeto. «Puede que nos llamen cucarachas, pero nosotros debemos referirnos a ellos como oficiales. Tengamos la protección de Dios y la paciencia, el amor y la sabiduría para tratar con la Policía», ruega a los manifestantes. El líder de su grupo, el pastor Roy Chan, lanza, sin embargo, una clara advertencia a las autoridades: «Cuanto más reprima el Gobierno este movimiento e intente asustar a la gente, más personas saldrán y se levantarán».
Y suele suceder que mediar en estas protestas no es fácil; incluso los religiosos que quieren suavizar los choques causan baja. 45 años tiene Wong Siu-yung y es el líder de una iglesia en Mong Kok, barrio comercial y residencial que es el más congestionado de Hong Kong y una de las áreas con más densidad de población del mundo. A finales de julio, un grupo de manifestantes muy numeroso se congregó frente a una oficina municipal y Wong Siu-yung y los suyos se situaron en el medio de la refriega. «Pero pronto fue evidente que aquello no era realista, que no podríamos retrasar los enfrentamientos ni treinta minutos -admite-. Los pastores también estaban siendo lastimados». Finalmente, abandonó esta tarea de 'colchón' y ahora se dedica a atender a los heridos.
Joe Pao, otro pastor de 29 años que fue manifestante antes de volcarse en esta cruzada a la que se han lanzado los sacerdotes -«Me di cuenta de que podía hacer algo más útil que tirar ladrillos»-, reconoce que su papel de pacificador no siempre da resultados, especialmente cuando instan a los agentes a ser 'moderados' en su trabajo. «Cuando cogen a las personas, les decimos que respeten el poder que ostentan y que no abusen de él, aunque el impacto que conseguimos es bastante pequeño», explica a 'The New York Times'.
Otros sacerdotes cristianos están empeñados en documentar las denuncias de brutalidad policial que se suceden. Es el caso del reverendo Yeung Kwan, 50 años, responsable de una página de Facebook con imágenes tomadas por él mismo en primera línea de fuego: «Mantener un registro de lo que está ocurriendo es muy importante». Por eso se viste el típico chaleco de fotógrafo, toma su cámara, se coloca las gafas y máscara antigases y acude adonde los enfrentamientos son más crudos para dejar constancia de lo que está ocurriendo. Como su colega Alan Keung, también se dedica a 'disparar'.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión