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José Antonio Arrabal se suicidó el pasado domingo.

«Me parece indignante que una persona tenga que morir sola y en la clandestinidad»

José Antonio Arrabal, un hombre de 58 años enfermo de ELA, se suicidó el pasado domingo tomando un cócktel de medicamentos comprado en internet. «Hoy soy yo, pero mañana puedes ser tú», asegura en el vídeo que recoge su testimonio

el diario vasco

Jueves, 6 de abril 2017, 15:52

José Antonio Arrabal López es, era, un electricista avilesino de 58 años que el pasado domingo tomó la decisión más trascendental de todas, poner fin a su vida. Casado y con dos hijos, fue diagnosticado de esclerosis lateral amiotrófica (ELA o enfermedad de Lou Gehrig) en 2015. Conocida mundialmente por ser el mal que aqueja al astrofísico Stephen Hawking desde hace décadas, atrofia progresivamente la musculatura hasta la parálisis y, finalmente, la muerte.

«Si estás viendo este vídeo, es que he conseguido ser libre», asegura Arrabal en unas imágenes difundidas en su página web por El País. Sentado en un sillón de su casa en Alcobendas, donde reside desde hace 30 años, y con dificultades para hablar por el avance del mal que padece, lamenta que «ya no puedo ni levantarme de la cama, ni acostarme, no puedo darme ni la vuelta, no puedo vestirme, desnudarme, no puedo limpiarme, no puedo comer ya solo».

En un caso que recuerda a la lucha emprendida por el tetrapléjico gallego Ramón Sampedro en los años noventa, Arrabal promovió una iniciativa en Change.org para que España despenalice el suicidio asistido y la eutanasia, que hasta este jueves recogía más de 10.500 firmas. Y es que para conseguir esa «libertad», Arrabal tuvo que comprar en internet los medicamentos que ingirió para morir. Lo tuvo que hacer en soledad, cuando su mujer y uno de sus hijos habían ido a la piscina y el otro a casa de un amigo a pasar el fin de semana. Solo por obligación, con el fin de evitar consecuencias legales para los que pudieran haberle asistido.

El Código Penal castiga con cárcel a quien sea hallado culpable de cooperar o inducir al suicidio. El Congreso aceptó en marzo debatir una ley de muerte digna, para permitir por ejemplo que un enfermo terminal rechace un tratamiento para prolongar su vida, pero descartó otra propuesta de ley para regularizar la eutanasia, una práctica que solo es legal en tres países europeos, Holanda, Bélgica y Luxemburgo, mientras Suiza legalizó el suicidio asistido a un coste de 12.000 euros. «Me parece indignante que una persona tenga que morir sola y en la clandestinidad», afirma. «Recuerda, hoy soy yo, pero mañana pueden ser tus abuelos, padres, hermanos, nietos o tú», concluye instantes antes de ingerir el cocktel letal mientras todavía puede mover el brazo derecho y tragar por sí solo. «Adiós a todos».

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