«Vivimos solas pero todos los vecinos nos conocemos y ya somos como una familia»
Elena y Juncal residen en los pisos de alquiler con apoyo para personas dependientes que tiene Matia en Donostia como alternativa a una residencia y que cumplen un año de su inauguración
Cada una tiene su vida, como cuando residían en un piso de un edificio corriente, pero desde que se mudaron a las nuevas viviendas con ... apoyo para personas dependientes que tiene Matia en Lugaritz, Donostia, tanto Juncal Gárate como Elena Bengoechea se sienten «más arropadas. Vivimos solas, pero todos los vecinos nos conocemos y ya somos como una familia», aseguran ambas mujeres, de 77 y 79 años respectivamente, desde el 'hall' de esta comunidad. No hay semana que no coincidan en la cafetería ubicada frente al portal, pero además, pasan horas compartiendo charlas y risas en los espacios comunes del edificio. «Estamos muy a gusto», coinciden.
Juncal vive en estas viviendas desde su inauguración, hace algo más de un año. Fue de las primeras en mudarse. Antes «vivía en un apartamento de unos 35 metros cuadrados». Pero llegó «un momento» en el que ese piso le resultaba «demasiado pequeño», sobre todo «cuando necesitaba ayuda». Tuvo una caída y se dio un golpe en la cabeza. Entonces se dio cuenta de que en su casa «no podía meter a ninguna persona» que le acompañase, y «no quería molestar» a sus hijos, «porque tienen derecho a hacer su vida». Fue a raíz de ese infortunio cuando su hija le comentó la existencia de este proyecto de Matia, que consta de 53 viviendas adaptadas y diseñadas para dar una continuidad de vida en situaciones de dependencia, con la oportunidad de crear una red social. Cada usuario tiene un profesional de apoyo de referencia y el alquiler cuesta entre 1.200 y 1.400 euros mensuales, con todos los servicios incluidos. De momento, están ocupados algo más de treinta pisos, por lo que no hay lista de espera.
LAS FRASES
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euros es el máximo que cuesta el alquiler de estos pisos cada mes, con todos los servicios incluidos –apoyo en los cuidados con un profesional de referencia para cada vecino y para la comunidad y apoyo emocional– El precio mínimo son 1.200 euros al mes.
«Desde el primer día me gustó», asegura Juncal. «El trato, la empatía, los pisos... Todo está fenomenal», insiste mientras abre la puerta de su vivienda, de dos habitaciones –una de ellas pensada como apoyo en caso de que necesite una asistenta–, un salón-comedor-cocina, un baño y un amplio balcón. Su día a día es «un no parar», ríe. Es una persona «muy sociable» y ha sido la impulsora del club social de esta comunidad de Lugaritz. «Ahora la gente sale de casa y nos reímos de tonterías, pero es eso lo que necesitamos. Valoro mucho la comunidad que hemos creado. Soy muy activa y estoy feliz aquí. Muchos nos hemos hecho amigos, pero cada cual decide cuándo quiere participar en una actividad común o no». Por ejemplo, una de las veces que se fue con su hija a pasar el día a Bilbao «una vecina cuidó de la perrita» de ella, y «eso se agradece. Hay muchas facilidades que en otro entorno no se dan».
«No quiero molestar a mis hijos, porque tienen derecho a hacer su vida. Aquí me siento muy cómoda y segura»
Juncal Gárate
77 años
El tiempo que lleva viviendo en Lugaritz se ha sentido «muy cómoda y segura», y «eso es lo más importante. Además, cuando tengo altibajos sé con quién tengo que ponerme en contacto para que me ayude», admite. Ha conocido ha muchas personas en los últimos meses, entre ellas a Elena, que se mudó a Lugaritz en diciembre, hace nueve meses aproximadamente.
Mirar a los países nórdicos
Hasta cambiar su domicilio, vivía en el barrio donostiarra de Amara. Ella «buscaba una manera de vivir en comunidad», después de haber conocido «las experiencias de los países nórdicos, donde hay mucho 'cohousing'», un modelo de vivienda colaborativa. «Comparten mucho la vida más la vida que nosotros, que estamos acostumbradas a vivir en pisos cerrados», explica. «Siempre he buscado este tipo de vida, más distinta, pero no lo he conseguido hasta ahora», reflexiona.
Es socia de una cooperativa que está construyendo una comunidad compartida de mayores en Cantabria, pero «mientras tanto» encontró los pisos de Matia y quiso probar. «De momento estoy muy a gusto y muy feliz. Tiende a parecerse mucho a lo que yo tenía en la cabeza. Todavía estamos construyendo y los espacios comunes pueden ser el inicio de una convivencia con los vecinos donde compartamos actividades, como ya lo hemos empezado a hacer».
«Buscaba una manera de vivir en comunidad y compartir más la vida de lo que estamos acostumbrados aquí»
Elena Bengoechea
79 años
Ahora se siente «mucho más en contacto con la naturaleza» y eso le encanta. «Es un cambio importante», al que si se le suma el contacto con los vecinos «mejor todavía más. Además, tenemos compromiso de crear talleres y compartir actividades, así como conservar el edificio. Nuestra casa no termina ni empieza en la puerta de nuestro piso, todo lo demás también es nuestra casa». Ella tiene una galería de arte y pese a vivir en estos pisos, sigue con su vida social «de antes. Sigo teniendo mi galería, la abro y hago exposiciones como solía hacerlo hasta ahora. Pero he hecho nuevas amistades aquí», se congratula.
Estas viviendas están destinadas a personas dependientes, sobre todo mayores, pero también jóvenes que tengan algún tipo de necesidades. En la actualidad el vecino más joven tiene 28 años. Y no solo eso. Existe la posibilidad de realizar estancias temporales tanto para probar el servicio como en casos de necesitar rehabilitación, para vacaciones o por tener obras en casa, entre otras cosas. El objetivo es facilitar las rutinas de todos los vecinos, tengan las necesidades que sean.
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