¿Qué demonios hago yo aquí?

En varios momentos de la noche, entre canción y canción, el grupo preguntaba: ¿cómo váis? ¿a gusto? Y la respuesta: un sí rotundo o una ovación, un tanto intencionada porque la cosa consiste en escucharles y verles brillar. Los Zigarros, en su máximo esplendor de rockeros y viejas almas de la guitarra, son una de las más míticas agrupaciones 'rocanroleras' de la España contemporánea y como tal merecen el reconocimiento que anoche les premió Sagüés. Que el rock se ha quedado en los veteranos lo sabemos (aunque esto daría para un largo debate), pero que ha traspasado generaciones, también. El escenario de ayer fue el lugar idóneo para comprobarlo: diversidad, expectación y muchas ganas de pasarlo bien.

Quedó latente en 'Hablar, hablar, hablar', la eufórica 'Resaca', la desenfadada 'Dentro de la ley' o la acogedora 'Mis amigos'. Todos temas fácilmente reconocibles, afines al oído y al sentimentalismo del oyente, que evocan el rock and roll verbenero, heredero de genios como Tequila o Rosendo. No obstante, el repertorio de Los Zigarros no es que esté faltó de referentes ni de parecidos. En varias canciones, tanto notas como estrofas evocan a grandes artistas de la música nacional e internacional como AC/DC, Tom Petty o Rolling Stones de los que, por cierto, han sido teloneros en alguna ocasión.

Un show con lo justo y esperado. Una sucesión de buenos temas, una banda en toda regla («cuando dices que una banda suena demasiado a algo es porque es mala. Cuando es buena, suena nueva», que diría Torm, cual líder de grupo), con un público expectante al rock «de toda la vida», con lo que ha conocido y vivido. Hubo quien, por las caras, seguro pensó: ¿qué demonios hago yo aquí? El ambiente festivo, la marea de gente y las cervezas que invitaban a beber desde el escenario hicieron mucho. Y las ganas de 'jarana' hicieron el resto.