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24 horas antes de salir para Malta y acaso para Sicilia, Peio se asoma, con su mochila, al Urumea. Lusa
«A mí no me recoge un coche en el hotel de lujo y me lleva al Serengueti»
Viajero

«A mí no me recoge un coche en el hotel de lujo y me lleva al Serengueti»

Peio Yugueros Ugarte. ·

Su agencia para viajeros intrépidos se llama Yura. Por sus hijas, June y Nora

Begoña del Teso

San Sebastián

Domingo, 14 de enero 2024

De Tolosa. Con los orígenes en El Bierzo. Por parte de abuelo, vendedor ambulante que tiró para Gipuzkoa. Pelotari. Pala. Pala goma. Cuando le flaquearon los músculos y los huesos en el frontón, montaña. Todas las nuestras. Pirineos. Atlas. Kilimanjaro. Las Tatras, que forman una cordillera en la frontera de Polonia y Eslovaquia y el sector más alto de los Cárpatos. Antes de crear Yura, su agencia de viajes a la carta, y cuando aún había hipotecas que pagar y una familia que formar trabajó en hostelería: Joxepa, Ekaitz, Kixka. Fue también comercial. Durante 20 años. Pero la comercial, de alimentación, era suya, Uztarri. El viernes se fue a Malta. A practicar inglés. Acaso lo incluya como territorio para sus intrépidos compañeros de viaje. Hablamos en el Tánger .

- Así que en minibus de los que donde caben 13 caben 50.

- Pues sí. Ese ejemplo corresponde a Tanzania, que representó mi primer contacto con el África negra. En tiempos de pandemia. Podía moverme con mi salvoconducto de importador de café. Hubo ciertos países que no llegaron a cerrar a cal y canto las fronteras. Algunos en Latinoamérica. También Kenia, Uganda, Tanzania. Elegí esta última. Caí rendido ante su belleza y su gente.

- Aparte de que si ibas con salvoconducto de importador de café, hay buenos cultivos allá de variedades como Bourbon o Blue Mountain. Y robustas.

- Efectivamente, pero yo no pensaba tanto en el café. Estaba obnubilado por esos estallidos de color. Tanto en los vestidos como en la vegetación. Por ese salto atrás en el tiempo que había dado. Por supuesto que hay hoteles de lujo y que Dodoma, la capital, está muy bien comunicada con, por ejemplo, Dar es Salaam por la Ferrovía Central pero yo, lo dicho, me cogía las furgonetas del transporte público. Y siempre con el traductor Google encendido.

- Porque ni tú ni quienes van contigo sois de los que quieren que el coche del hotel vaya a buscarles al aeropuerto y les lleve a las praderas volcánicas del Serengueti.

- Exactamente. Yo me alojo en pequeñas pensiones y como donde come la gente. Recuerdo haberme comprado una moto china, una Lion King. Era barata. Barata para mí (1.200 euros) pero no para los locales que, repito, tiran de minibuses. Era una máquina muy urbana y las pistas la destrozaban. No hacía ni 80 kilómetros y acababa en un taller. Y yo, alguna vez, en el suelo. Aun así, rodeé con ella el Kilimanjaro.

- Ayyy, la novela de Hemingway, la película de John Ford. Ay, 'Las nieves del Kilimanjaro'. Cuenta...

- Al principio no tenía la intención de subir al Kilimanjaro, pero trabé amistad con un argentino y me convenció. Luego resultó que él no pudo acompañarme. Yo tuve que pedir prestada ropa de abrigo. No es una montaña exigente y no había demasiada nieve cuando yo estuve allá. Eso sí, antes de alcanzar cima me topé con el glaciar Fürtwangler, de los pocos que quedan de las míticas nieves. En riesgo de desaparecer.

«Yo tomo el transporte público de Tanzania, minibuses muy baratos con capacidad para 12 pasajeros pero donde entramos 50. Y si hay que rodear el Kilimanjaro en una Lion King, se rodea»

- Debió ser bonita aventura la de rodear esa montaña formada por tres volcanes.

- Lo fue. Recuerdo que una noche no pude conseguir alojamiento. Me encontré con un hombre que vivía por los alrededores y me ofreció sitio en su casa; cama y algo de comer. Acepté. Lo que no sabía yo es que la cama era compartida. Dormimos juntos. Él y yo. Dormir juntos en un mismo lecho (en realidad un colchón tirado en la tierra) te une mucho a tu compañero de noche. Digamos que nos hicimos amigos.

- Antes has hablado de la utilidad de tener una aplicación traductora en el móvil, explícalo.

- En Kenia, sí, pero en Tanzania no todo el mundo habla inglés, así que para comunicarte tira de móvil. Y, por supuesto, mejor que sea de audio; no todo el mundo sabe leer en muchos de los sitios que visitas. A ellos les impresionaba y a mí también. El teléfono deja de ser inteligente para convertirse en mágico. Tú hablas en castellano y ellos te escuchan en swahili.

- El terremoto de Marruecos (8 de septiembre pasado) te pilló con otros viajeros en Uarzazate, la puerta del desierto tan próxima al Atlas...

- Algo alejados del epicentro pero lo suficientemente cerca para que, como todo el mundo, tuviéramos que pasar la noche en la calle. Hubo miedo, las casas humildes no resistieron, las carreteras se cortaron. Imposible acercarse a montes como el Tubqal o el Ighil M'Goun, los 4.000 más cercanos que tenemos cuando aquí ya hemos coronado nuestros 3.000. Cambiamos la ruta, tiramos hacia Esauirta, hacia el mar. Es una de las características del buen viajero y de un buen organizador, no entrar en pánico y tener flexibilidad y conocimiento para cambiar la ruta.

- No solo viajáis a África o América. También a Polonia.

- Por una lado, por la propia y desgarradora historia del país. Por todas las huellas de la II Guerra Mundial. Y por las montañas Tatras. Para esquiar en invierno. Para el trekking en verano. Pronto estudiaré el sureste asiático. Si me fascina, os aviso.

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