Del «se ha puesto muy feo el barrio» al «vuelven a entrar las clientas»
El hastío de los vecinos de edificios okupados contrasta con la tranquilidad recuperada de quienes han visto un inmueble desalojado
«En dos años el barrio se ha puesto muy feo. Desde que el pabellón ha sido okupado se constata que hay más inseguridad y ... delincuencia. Rompen los cristales de los coches para robar lo que hay dentro, sobre todo móviles; se producen peleas entre ellos de forma recurrente...». El propietario de un negocio próximo al edificio okupado de Jolastokieta, en Herrera, no esconde su hastío por la sensación de peligrosidad que rodea la zona desde que varias personas sin hogar hicieron de esta nave abandonada frente a la antigua fábrica de Zardoya-Otis su lugar de residencia.
«A mí no me han entrado en el local y personalmente no he tenido ningún problema, pero es un hecho que se cometen más robos y hurtos», insiste antes de recurrir a una queja tradicional de los barrios periféricos de la ciudad. «San Sebastián se acaba en Jai Alai; nos sentimos abandonados. Lo que pasa es que aquí tienen a los delincuentes controlados y les permiten estar. Si el pabellón estuviera en el Centro otro gallo cantaría», recalca.
A escasos 100 metros de ahí, al otro lado de la estación de tren, la sensación no puede ser más diferente. La Ertzaintza desalojó en mayo por orden judicial el local del antiguo comercio Antolín, al comienzo del paseo de Herrera, que se okupó un año antes. Una situación que tenía intimidados a los vecinos de la zona. «Se notó en el negocio», admite Nerea Iglesias, que regenta la peluquería que se ubica en el local contiguo. «Notabas cómo la gente intentaba evitar pasar por este lado de la calle al salir de la estación, y hubo clientas que dejaron de venir por miedo».
«Ha sido muy desagradable tenerles al lado», remarca. «Ruidos, música a tope, gritos, broncas...», estando pared con pared se oía todo, así que imagínate cómo lo hemos vivido las clientas y yo. Y eso por no hablar de los robos. A mí me entraron dos veces a coger lo que había en la caja registradora», rememora. Ahora «todo ha vuelto a la normalidad. Y también han vuelto las clientas», se felicita.
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