Pintxos a la luz de las velas
Varios bares y restaurantes de la Parte Vieja donostiarra han sufrido en las últimas semanas apagones de luz a las horas de máxima afluencia de clientes
Sucedió en los peores momentos. La primera vez, a la hora de comer; la segunda, a la de cenar. Cuando muchos comensales ya habían rebañado ... el primer plato, otros aguardaban el momento de ser atendidos y muchos otros se apiñaban en las barras en busca de pintxos, se fue la luz.
«A la una y veinte todos los aparatos de la cocina dejaron de funcionar. En el bar había luz y música pero dentro no. No podíamos cocinar. Tuve que crear una barra de pintxos fríos en una hora», recuerda Arantxa Ciaurriz, propietaria del bar Baztan. El apagón se extendió el miércoles por varios bares de la calle Puerto y la calle Mayor, donde los clientes se vieron inmersos en una penumbra que poco a poco fue volviéndose sofocante. También se habían apagado los aparatos de aire acondicionado. «Hacía dentro un calor que parecía el Sahara», afirma un responsable del Bare-Bare.
La luz volvió hacia las cuatro de la tarde, pero desapareció a las diez y media de la noche y no regresó hasta las doce. No es la primera vez que ocurre. Los pasados 17 y 18 de junio también hubo cortes en horas de máxima afluencia de clientes. David Garrancho, propietario de varios bares de la zona, señala que otros días también se han producido apagones «en la confluencia entre la calle Mayor y la 31 de agosto. De repente ves tres locales oscuros y tres con luz que se van llenando de clientes mientras los otros se vacían».
Ola de calor
Fuentes de Iberdrola achacaron ayer estos episodios al pico de consumo provocado por la ola de calor, que obliga a los bares a mantener a tope su aire acondicionado. A la hora de las comidas, cuando las cocinas están en pleno funcionamiento, el centro de transformación de la Parte Vieja se sobrecarga.
«Solo había luz en la barra pero no en la cocina», dice una camarera de la Raviolina. «Había gente con el primer plato comido y se fueron a otro sitio pero no les cobramos nada», añade. Escenas similares se repitieron a la noche, cuando ya nadie se lo esperaba. «Damos una imagen vergonzosa a los turistas, esto es tercermundista», se queja el responsable del Bare-Bare, donde por la noche tuvieron que poner velas en las mesas porque «estaba oscuro como una cueva». «En el primer corte se estropearon los ordenadores y no pude cobrar a nadie. El miércoles tuve que tirar la barra entera porque con el calor que hacía, los pintxos no se podían servir. En junio se me estropeó el vivero y todo el marisco se murió. Estoy asustadísimo», dice mientras cruza los dedos a la espera de otra hora de comer.
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