Ver 11 fotos
Nieve en Gipuzkoa
«Hemos visto nieve en La Concha. Ha sido una sorpresa tremenda»Nevó lo suficiente como para dar una alegría estética a los turistas que paseaban por la playa y lo justo para no provocar problemas de movilidad en la ciudad
Es puente de carnaval en Madrid y la barandilla de La Concha está muy solicitada. Aunque parezca mentira, a finales de febrero hay turistas en ... San Sebastián. También hay un velero anclado en la bahía, intrépidos bañistas en el agua, el hombre que desde hace tiempo escribe en la arena mojada frases reivindicativas y, como invitados especiales, un tiempo gélido y un cielo plomizo que amenaza lo que poco más tarde llegará. «Hemos visto la nieve en La Concha. No nos lo esperábamos. Ha sido una sorpresa estupenda», dicen Iago y Raquel, que llegaron el viernes a Donostia con sus hijas, Olivia y Alexandra.
Publicidad
Vienen de Madrid y en el camino vieron mucha nieve. «Nos paramos para hacer bolas», afirman. Eso era lo previsto. Lo inesperado, con lo que no contaban pese a que ya conocían las previsiones, era lo que encontraron ayer al salir a la calle a dar una vuelta. «Estamos deseando fardar cuando volvamos a casa», afirman.
José Antonio es de Bilbao y vive en Barcelona. Tiene en la mano una cámara con la que toma imágenes de la playa. «La nieve tiene que estar arriba, que es por donde tiene que andar», dice señalando al cielo. Está haciendo tiempo para ir a buscar a su sobrino, con el que tiene que desplazarse en coche a Soria. En las actuales circunstancias meteorológicas, el suyo es una especie de viaje «del calor al frío». «Allí están a siete bajo cero», explica. Mira al cielo, ve las nubes y la nieve que empieza a caer. «Esto es un sirimiri», sentencia.
Por la mañana la nieve no fue más que un amago, un ligero anuncio de su presencia como para cumplir el trámite de las previsiones del tiempo. Fue a partir de la una de la tarde cuando el aguanieve algo fuerte o el granizo demasiado blando que cayó de forma intermitente en Donostia se transformó en nieve de la de toda la vida, aunque no lo suficiente como para cuajar ni causar grandes molestias.
Publicidad
«Desde la ventana»
Y casi mejor que fuera así, al menos para María Dolores, una donostiarra que por la mañana encontró nieve en la terraza de su casa. «Enseguida se ha quedado en agua», lamenta. «Me gusta verla desde la ventana, pero en la calle no», añade. De momento está teniendo suerte. Los copos que cayeron sobre la ciudad a primeras horas de la tarde tuvieron una vida efímera. Desaparecieron en cuando pusieron los pies en el suelo. Al menos en la capital, fueron un espectáculo agradable de ver más que un inconveniente digno de olvidar. Cuando no cuaja, la nieve es una lluvia que acaricia antes de decir adiós.
Noticia Relacionada
«Con tanta nieve prefiero no subir cuestas porque el coche se patina»
Los donostiarras Izaskun y Juanjo pasean junto al Ayuntamiento abrigados como si fueran a partir de expedición al Polo Norte. «El único frío que tenemos es en la nariz. Hemos pensado en ponernos la mascarilla», bromean. El cielo ha dado un respiro y parece que las nubes se han aclarado un poco. Al menos no tienen la gris oscuridad de las primeras horas de la mañana. «Me encanta cuando nieva, cuando la nieve está sin pisar», dice Izaskun. Juanjo mira al cielo y da malas noticias a la mujer. «No tiene pinta de nevar», sentencia.
Publicidad
Una hora después comienzan a caer copos. Los turistas se apresuran a tomar posiciones ante la barandilla por si la arena vuelve a quedar oculta bajo un manto blanco al menos el tiempo suficiente como para captar alguna imagen que inmortalice el inusual fenómeno. Es lo que había ocurrido a primeras horas del día, cuando el aguanieve, la nieve o lo que fuera blanqueó la playa y la dejó durante unos minutos a disposición de los caminantes más madrugadores.
Deseo incumplido
Fue una imagen que no llegaron a ver Antonia y Mari Carmen, dos hermanas residentes en Málaga y Madrid que visitan Donostia por segunda vez en sus vidas. «La primera fue hace 50 años», explican. En aquella ocasión hicieron el viaje en verano, eran estudiantes y recuerdan que montaron «en un tren de madera» con el que recorrieron el interior de Gipuzkoa. «Fuimos hasta Eibar», sostienen.
Publicidad
Poco más recuerdan de aquella ciudad tan lejana en su memoria a la que han regresado a pesar de un frío que no les da miedo. «Sabíamos que iba a nevar pero no hemos podido ver La Concha blanca y nos gustaría hacerlo», afirman.
Parece difícil que puedan ver cumplido su deseo, aunque por lo menos han visto caer sobre la playa unos cuantos copos, lo que no está al alcance de todo el mundo. «Ver nevar en San Sebastián es un milagro», sostiene la madrileña Silvia, que se ha acercado con su hija Naiara hasta La Concha para observar un espectáculo que, todo hay que decirlo, podría haber sido algo más lucido. «Esperaba un poco más», confiesa.
Publicidad
Entra un hombre en un bar del barrio donostiarra de Egia. El establecimiento está en Virgen del Carmen, una calle en cuesta donde la nieve siempre es mal recibida. El recién llegado deja la puerta abierta y otra persona se apresura a cerrarla con cara de pocos amigos. Frente a la barra, las conversaciones de los clientes giran alrededor del tiempo, que va empeorando en cuestión de minutos. «La que está cayendo», dice uno de ellos. «Esto es aguanieves», quita hierro otro aunque no con mucha convicción, porque esta vez sí que parece que va en serio.
«La nieve queda muy bien en La Concha, pero aquí nos deja incomunicados», afirma junto a su copa de vino Fernando, un hombre de unos 80 años que recuerda la última gran nevada que cayó sobre Donostia. Fue el 28 de febrero de 2018 y entonces sí cuajó. «Hubo gente en el barrio que estuvo varios días sin salir a la calle por miedo a caerse», asegura. «Por mí que nieve, pero que lo haga en la playa, no aquí», dice.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión