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Vista del público en el Hipódromo, con los caballos dirigiéndose a la salida. Kutxateka

Hipódromo: del Casino al Ayuntamiento

Efeméride. Se cumple un siglo desde la compra del recinto de Zubieta por parte de Donostia, una operación que el alcalde Elósegui abordó para garantizar su continuidad y evitar que cayera en manos privadas

Carlos Blasco

Domingo, 27 de julio 2025, 07:52

No sé si este señor tiene alguna calle con su nombre en Donosti o en Zubieta, pero se la merece más que otros», escribía Fernando ... Savater en el prólogo del libro 'Pasión por las Carreras' de Javier Sada. Sus palabras estaban dedicadas a Georges Marquet, una figura clave en el San Sebastián de principios del siglo XX, aunque hoy prácticamente desconocida para la mayoría de los donostiarras.

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Nacido en Bélgica, Marquet se forjó en el mundo de la hostelería y los casinos con la sociedad Les Grands Hôtels Belges. Su vínculo con San Sebastián parece haber surgido a través de Charles Bertrand, con quien había compartido negocios en Bélgica. Bertrand, conocido en la prensa local como Carlos Bertrand, subarrendó en 1887 el Gran Casino de San Sebastián.

Con experiencia en la gestión de casinos, incluido el de Ostende, Marquet ingresó en 1905 en la dirección del Casino de San Sebastián, entonces liderado por Jacobo Domínguez. Su actividad no se limitó al sector del juego y la hostelería, sino que también se destacó como un entusiasta del deporte.

La estrecha relación entre Georges Marquet y Alfonso XIII pudo ser clave en la construcción del Hipódromo de San Sebastián. Según cuenta la leyenda, ambos coincidieron en el hipódromo de Deauville, donde el monarca habría sugerido al empresario belga la conveniencia de dotar a la ciudad vasca de una instalación similar. Para llevar a cabo la empresa, Marquet descansó en su hombre de confianza en el Casino, Martín Domínguez Barros. La búsqueda del terreno adecuado no fue fácil, ya que debía estar dentro del término municipal de San Sebastián y contar con una gran extensión de superficie llana. Finalmente, se eligió Zubieta como ubicación ideal, aunque la urgencia del proyecto planteaba un gran desafío: la inauguración estaba prevista para julio y apenas quedaban seis meses para completar la obra.

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El diseño del Hipódromo fue encargado al arquitecto Luis Elizalde, mientras que la ejecución corrió a cargo de la empresa Olasagasti y Cía., con los ingenieros Sierra y Díaz Montenegro al frente. En apenas cuatro meses, lograron completar la construcción.

La pista principal tenía forma de elipse con un desarrollo de 1.525 metros, ampliándose a 2.400 metros en la periferia. A diferencia de otros hipódromos, se prescindió del césped y se utilizó arena oscura especial, compactada para mejorar la estabilidad. En su construcción se emplearon 4.000 metros cúbicos de arena traída de Deba.

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La tribuna de preferencia, situada cerca de la meta, medía 50 metros de longitud, 10 de fondo y 8,50 de altura. Contaba con 556 localidades cubiertas y una terraza superior que servía como protección contra la lluvia y el sol. Su aforo total ascendía a 1.856 personas. Construida en cemento armado, con barandillas de hierro, albergaba en su parte inferior un bar y un restaurante con acceso por la fachada posterior.

Para la familia real se diseñó un pabellón exclusivo, también próximo a la meta. Esta tribuna regia, de doble planta, incluía en su nivel inferior un hall, comedor y servicios, además de una terraza con voladizo de cemento armado. Junto a estas instalaciones se construyeron también una tribuna general descubierta de madera, un paddock para el paseo y pesaje de los caballos, una sala de jockeys, una enfermería y una sala de telégrafo y teléfono. La inversión total en la construcción del Hipódromo ascendió a cerca de medio millón de pesetas, una cifra considerable para la época. Así, en apenas unos meses, San Sebastián sumaba un nuevo atractivo a su oferta turística y deportiva.

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La inauguración

El 2 de julio de 1916, fecha señalada para la inauguración del Hipódromo de San Sebastián, la ciudad vivió una jornada sin precedentes. La afluencia de visitantes fue masiva. San Sebastián duplicó su número de veraneantes y dos trenes especiales desde Madrid trasladaron a cientos de personas que no querían perderse el acontecimiento. En total, más de 2.000 personas se desplazaron hasta el Hipódromo, saturando todos los medios de transporte disponibles.

La jornada alcanzó su punto culminante con la cuarta carrera, el Gran Premio de San Sebastián, dotado con 100.000 francos y disputado sobre una distancia de 2.400 metros. Veintiséis caballos salieron a la pista justo cuando el cielo comenzaba a cubrirse con amenazantes nubarrones. A pesar del aguacero, la carrera se desarrolló con emoción. El vencedor fue 'Teddy', propiedad de J.D. Cohn y montado por R. Stokes. En segundo lugar, llegó 'Spirt', del mismo establo, mientras que 'Meigs', de Vanderbilt, completó el podio.

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Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, Georges Marquet luchó por mantener el prestigio de las carreras en el Hipódromo de San Sebastián. Sin embargo, con el regreso de las grandes cuadras europeas a sus países de origen, la participación equina se redujo a menos de la mitad. Solo las instalaciones de Madrid y San Sebastián lograron mantenerse activas.

La tribuna real, con su pabellón exclusivo. Debajo, vista de las tribunas de preferencia y real y Alfonso XIII dando fuego a Martín Domínguez. Fondos San Telmo y Carlos Blasco

En un esfuerzo por devolverle brillo a la competición, en 1922 Marquet organizó una de las carreras mejor dotadas del mundo, conocida como la del Medio Millón. La prueba, celebrada el 10 de septiembre, dejó una huella imborrable en la ciudad. Las crónicas de la época describen el impacto que tuvo el evento: «El número de automóviles fue tan crecido que, abarrotado el aparcamiento del Hipódromo, fueron quedando detenidos a lo largo de la carretera, debiendo sus ocupantes llegar a pie. El mismo Alfonso XIII, víctima del atasco de circulación, llegó al recinto de balanzas mucho después de haber comenzado las primeras carreras. El colapso afectó a los organizadores, que tuvieron que retrasar en una hora la principal prueba de las programadas».

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El gran vencedor de la jornada fue el caballo 'Rubán', perteneciente a la cuadra del Duque de Toledo, título que ostentaba el propio Alfonso XIII. Montado por L. Lyne, el equino se llevó la Copa de Oro y el premio de 500.000 pesetas, una cifra inédita para la época. La carrera no estuvo exenta de polémica. En un ácido ensayo sobre Alfonso XIII, Vicente Blasco Ibáñez insinuó que Marquet era el verdadero financiador de la cuadra del monarca, lo que le valió una querella por parte del rey.

Jacobo y Martín Domínguez

Jacobo Domínguez Iglesias y su hijo, Martín Domínguez Barros, fueron dos nombres fundamentales en la historia del Gran Casino. Durante casi toda la existencia de esta emblemática institución, ambos desempeñaron un papel determinante en su gestión y desarrollo. Sin embargo, pese a su relevancia tanto en la vida del Casino como en la de la ciudad, los registros históricos sobre ellos son escasos.

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Jacobo Domínguez Iglesias recibió una formación académica de primer nivel en la prestigiosa Universidad de Oxford. De marcada ideología liberal, su compromiso con la vida pública lo llevó a ocupar la Alcaldía de Vigo entre 1881 y 1884. Su vinculación con el Gran Casino comenzó desde el mismo año de su inauguración.

A partir de entonces, su vida giró en torno a esta institución, hasta el punto de instalar su residencia en el propio edificio. Apenas se alejaba de su lugar de trabajo, salvo para acudir a las tertulias del Café Europa. Con el paso del tiempo, su dedicación y entrega al Casino le valieron la confianza de sus directivos, quienes le otorgaron la dirección del establecimiento. Posteriormente, bajo la administración del empresario belga Georges Marquet, mantuvo su posición al frente del Casino, gestionándolo con gran habilidad hasta pocos años antes de su fallecimiento.

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El legado de Jacobo Domínguez Iglesias no terminó con su retiro. Su hijo, Martín Domínguez Barros, asumió el desafío de continuar su labor al frente del Casino. Conocido por su carácter afable e inteligencia, Martín desempeñó con éxito la compleja tarea de dirigir la institución. Además de su rol en el Casino, Martín libró un papel clave en la construcción del Hipódromo. Fue el encargado de gestionar la adquisición de los terrenos, negociar los contratos de arrendamiento y supervisar las obras. Su eficiente labor permitió que las instalaciones se completaran en un tiempo récord, logrando un recinto de primer nivel que atrajo a las mejores cuadras del momento.

La venta

El golpe de Estado del general Primo de Rivera trajo consigo la prohibición del juego en toda España, una medida que, aunque decretada oficialmente, no era del todo nueva. El juego había estado siempre en una situación ambigua, técnicamente ilegal pero tolerado por los distintos gobiernos, que permitían su funcionamiento debido a los beneficios económicos que generaba. Muchos creyeron que, tras un periodo de adaptación, esta permisividad se retomaría. Sin embargo, esta vez la prohibición se hizo efectiva y definitiva.

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La noche del 31 de octubre de 1924 marcó un punto de inflexión para San Sebastián. A medianoche, el Gran Casino Kursaal cerró sus mesas de juego y, como si de un presagio se tratase, el último número en salir en la mesa de los francos fue el 13. Poco después, el 14 de enero de 1925, llegó la confirmación oficial: el juego quedaba completamente prohibido.

El impacto para la ciudad fue devastador. San Sebastián, cuyo turismo de élite dependía en gran medida de la actividad del Casino, dejó de percibir cuantiosos ingresos. El Ayuntamiento, que hasta entonces recibía importantes sumas destinadas a la Junta de Progreso para la realización de obras públicas, se vio obligado a asumir también los gastos de beneficencia, lo que supuso un duro golpe para las arcas municipales.

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Otro gran damnificado por esta decisión fue el Hipódromo, cuya viabilidad ya se había visto comprometida con la marcha de muchas cuadras. Sin los ingresos derivados del juego, su sostenibilidad económica quedó en entredicho. Concebido originalmente por Georges Marquet como un complemento a la oferta del Gran Casino, el Hipódromo perdía su razón de ser sin el respaldo financiero del sector del juego.

Ante este escenario, en 1925, Marquet tomó la decisión de desprenderse de la instalación y comunicó al alcalde de San Sebastián, José Elósegui, su intención de venderla. La situación era preocupante para el Ayuntamiento, que se encontraba a las puertas del verano sin eventos para atraer visitantes y, al mismo tiempo, quería evitar que el Hipódromo terminara en manos ajenas a la ciudad.

El 29 de julio de ese año, el Ayuntamiento solicitó a Martín Domínguez, que realizó la venta, información sobre los propietarios de los terrenos del Hipódromo con vistas a su adquisición. Finalmente, en la sesión plenaria del 1 de agosto de 1925, se tomó la decisión de comprar la instalación por 300.000 pesetas y subrogarse en los arrendamientos. En un tiempo récord, se establecieron los contactos con los arrendadores y se formalizaron los nuevos contratos.

Fechas de interés

  • 1918 Inauguración del Hipódromo

  • 1922 Carrera del Medio Millón

  • 1925 Venta del Hipódromo

El propio José Elósegui recordaría meses más tarde la rapidez con la que se había llevado a cabo la operación. En un descargo realizado en noviembre de 1925, declaró: «El 14 de agosto se firmaba el contrato de adquisición y el 5 de septiembre ya se abría al público con la celebración de la primera carrera». Desde ese momento, el Hipódromo de San Sebastián pasó a ser propiedad del Ayuntamiento donostiarra, asegurando su continuidad y evitando que una de las infraestructuras más emblemáticas de la ciudad cayera en manos privadas.

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