Willian José se quita la espina con Ospina

Llegó a pensar que seguiría con el martirio al menos tres días más, hasta el choque contra el Eibar. La idea le aterrorizaba. Hasta que llegó el minuto 92 y el instinto le llevó hasta el punto preciso donde sabía que caería un balón rebotado. ¡Ahora o nunca! Una espina en el pie derecho y Ospina delante. El zapatazo estuvo a la altura de la rima. Más veloz que contra el Alavés, más alta, más colocada. Gol, paz y liberación gloriosa, redención y justicia, celebración y éxtasis grupal, empate y clasificación para los dieciseisavos de final de la Europa League. Todo en uno. Lo persiguió durante los 91 minutos anteriores, pero la manera de sacarse el dichoso pincho fue la más eficaz. Nada de poco a poco. Eso no cura. Mejor de golpe.

Gran partido el del brasileño desde el inicio. Ya es el cuarto extranjero que más goles ha metido en la Real, superando a Nihat. Puso un balón de oro a Portu tras recuperar y conducir desde campo propio en el minuto ocho, forzó una buena parada de Ospina en el doce a tiro desde el borde del área, dio otro pase de gol a Portu en el dieciocho y trabajó a destajo en la presión para propiciar recuperaciones peligrosas. En el 55 a punto estuvo de sacarse la espina en un regalo con lazo de Monreal. Pero era solo para empujarla. Así no. Había que marcar tras romperla. Para quedarse a gusto.

El segundo futbolista más veterano de la Real –tiene 29 años– solo fue superado en méritos por el más añejo. Monreal –que tiene 34– dio una lección de fútbol. Se nota que ha superado el medio centenar de partidos en Europa. Con el de ayer, son 52 los duelos continentales que acumula. Hizo de todo –correr, presionar, provocar, tocar, estar, llegar, centrar... Y todo bien y cuando hacía falta. Hasta lo que no le tocaba, como en el minuto 27, cuando actuó de líbero para interceptar aquel pase de manera providencial cuando toda Nápoles ya veía a uno de los suyos delante del portero. No se pueden contar sus internadas por banda. Verle doblar a Barrenetxea como un avión para dar un pase de gol cantado en el 55 fue espectacular. Verle darle ese sutil empujoncito a Lozano para que no marcara el 2-0 sin llegar a hacer falta fue una delicia. El balón que le puso a Merino dentro del área dos minutos más tarde, otro ejemplo de clase. Como cada control. Cada pase de malabarista por el borde de la línea de banda. Cada orden precisa a los jóvenes de al lado. Cada cobertura. Cada apoyo. Cada falta táctica. Hasta tirándose al suelo tiene talento.