«He sufrido tanto que cuando Anoeta me despidió en pie me emocioné»
Asier Illarramendi | Capitán de la Real Sociedad ·
El mutrikuarra confiesa que se siente muy fuerte en su regreso y que tiene muchas ganas de hacer un buen final de temporadaAsier Illarramendi (Mutriku, 1990) ha recuperado la sonrisa. Después de un año sin jugar ha vuelto a hacerlo y a buen nivel. Aún resuenan los ... aplausos que le dedicó el Reale Arena contra Osasuna al ser sustituido. Esta semana ha cumplido 32 años con la ilusión de seguir disfrutando del fútbol, ya que como confiesa «las lesiones no me la han quitado».
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–¿Cómo se ve la vida desde los 32 años?
–Con más experiencia. Antes era el 'pipiolo' del equipo y ahora soy de los veteranos. Lo que no ha cambiado es el ambiente del vestuario, porque la gente sigue siendo humilde y trabajadora. El que viene de fuera sabe lo que hay aquí y se integra muy bien.
–¿Ha cambiado mucho el fútbol en este tiempo?
–Lo que más ha evolucionado es la preparación física. Tiene más importancia. Todo está muy medido. Los entrenamientos, la forma de recuperarse de las lesiones... Ahora sabemos la distancia que hacemos en los partidos y la intensidad de los recorridos y se trata de igualarlos en los entrenamientos. Sabes al milímetro lo que hacer durante la semana, hasta el número de sprints.
–La alimentación también habrá variado porque parecen ciclistas más que futbolistas...
–Los chavales que llegan desde los equipos inferiores ya tienen unos hábitos adquiridos y saben lo que deben comer. Se nota diferencia con nuestra época. Ahora nos controlan la grasa todos los días. Mi peso máximo en la Real ha sido 77 kilos y ahora estoy en 74. Con el paso de los años compitiendo a alta intensidad se pierde grasa y se gana músculo.
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–¿El juego es distinto?
–Ahora se juega más rápido y también se necesita más fuerza para ganar los duelos, por eso el físico es tan importante. También se presiona mucho más arriba que antes, porque se busca recuperar el balón rápido para no correr detrás de él y hacerlo más adelantado para que la distancia con la portería contraria sea más pequeña. Si estás replegado tienes menos posesión, hay que recorrer más metros para atacar...
–¿Ve muchas diferencias entre aquella Real de Montanier en la que empezó a jugar y el equipo de los últimos años?
–Con Montanier jugábamos más replegados, no íbamos tan descarados a hacer la presión arriba. Esperábamos más atrás y salíamos a la contra con Vela y Griezmann en las bandas y los goles que aportaba Agirretxe arriba. Ahora creo que llevamos más el control del juego y nos sentimos más cómodos durante los partidos.
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«El fútbol ha cambiado. Se juega más rápido y en los duelos se necesita más fuerza. La preparación física ha evolucionado mucho»
–¿Illarramendi ha cambiado mucho su forma de jugar?
–Cuando veo partidos de entonces me llama la atención lo rubio que era y que tenía melena –risas–. Se nota que ha pasado el tiempo. No me acuerdo bien cómo jugaba, tengo recuerdos del fútbol que hacíamos como bloque y de partidos buenos que hicimos. Me imagino que no lo haría tan mal si sigo aquí...
–Con Montanier jugó de 'cuatro' pero su mejor temporada la hace de 'ocho' con Eusebio...
–Empecé de pivote con Montanier pero enseguida le puso a Markel cerca de mí y eso me dio más libertad para subir. Luego Eusebio me adelantó para que pisara el área y metí siete goles en la temporada 17/18. En cadetes ya solía jugar así, alternando con Javi Ros, así que no se me hizo raro ir para arriba. Fue en esa 17/18 cuando apareció Zubeldia y Eusebio le ponía de pivote. Eso me ha permitido saber qué hacer en cada posición y ser un futbolista más polivalente.
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–Aunque en Primera apenas ha tirado alguna, recuerdo que de chaval era un gran lanzador de faltas, ¿qué le pasó después?
–En Primera he metido una, contra el Deportivo. Pero no era una falta frontal. El portero esperaba que yo centrara y le engañé. En juveniles sí que metía y en el Sanse también hice varios goles así, pero hay mucha competencia en Primera y solo lanzan los especialistas de verdad.
«Sentimos mucha presión. Era un derbi dentro de una final. Lo que pasase allí quedaría para siempre. Nadie quería perder»
–Su debut fue en 2010 en Elche en la última jornada del año del ascenso, ¿qué recuerdos le trae?
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–Que perdimos 4-1 y los cuatro goles nos los metió Jorge Molina, el del Granada. Va a cumplir 40 años y sigue a tope. Ya me gustaría andar así a su edad. Habíamos ascendido el domingo anterior y fue una semana de comidas, fiesta y recorrer Gipuzkoa. Solo entrenamos un día y para el minuto 65 se me subían los gemelos.
–El 23 de enero de 2011 se estrenó en Primera en Villarreal, ¿un sueño cumplido?
–Todo chaval quiere jugar en Primera. Perdimos 2-1 pero guardo un buen recuerdo. Entré por Diego Rivas, que esta semana me ha mandado una foto de ese momento para felicitarme. Yo cogí su relevo en el equipo.
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–En enero del año pasado, tras jugar en Córdoba en la Copa, me habló de ese partido como de un tercer debut...
–Es que había pasado dos años desde que caí lesionado en Mestalla y había sufrido dos operaciones. Fueron momentos muy malos. Sobre todo cuando entrenaba y me dolía el aductor. No tenía problemas para correr pero al golpear me daba tirones. Me operé en Londres en verano de 2020 y desde ahí fui mejorando, aunque me hablaron de cuatro meses para jugar y tardé bastante más en reaparecer. Se me hizo largo. Cuando me vi jugando ese partido de Copa en Córdoba fue una liberación.
«El día anterior me lesioné y esa noche lloré mucho pero al levantar la Copa se me pasó el disgusto. Fui el más feliz del mundo»
–En febrero de 2021 enlaza cinco encuentro de titular en 22 días pero vuelve a parar, ¿qué pasó?
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–Fue un mes fantástico para mí, porque recuperé la normalidad y volví a vivir las sensaciones de antes. Pero después de jugar ante el Manchester en Turín noté que tenía el cuádriceps muy cargado y paré por precaución. No sé si lo tenía roto incluso. Llevaba dos años sin competir y había jugado cinco partidos seguidos.
–Luego se lesiona en Sevilla en la víspera de la final de Copa. Otro palo...
–Me dio un latigazo en el gemelo y no podía ni andar. Sabía que no iba a ser titular después de estar un mes parado pero tenía ilusión de poder jugar un rato después de lo mal que lo había pasado. Para mí era la gloria. De nuevo se me vino el mundo encima.
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–¿Cómo fue esa noche anterior al partido?
–Muy mala. Lloré bastante de rabia. En la cena y después en la habitación. Fue un golpe duro. Luego se me pasó el disgusto cuando fuimos campeones y levanté la Copa. Fui el más feliz del mundo, aunque no viví ese momento como me había imaginado.
«Son los que más han sufrido. Los aitas no quieren ver mis partidos porque cada vez que me caigo se temen lo peor»
–¿De quién se acordó cuando alzó la Copa al cielo de Sevilla?
–De mis compañeros. Sentía que no había podido ayudarles en el campo y me hizo ilusión que la ganasen. Ser campeón era algo histórico y la guinda a una temporada redonda.
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–Mejor ser campeones y estar lesionado que jugar y perder la final, ¿no?
–Hombre, lo mejor habría sido jugar y ganarla, pero recuerdo que un fisio me dijo en cuanto me lesioné que en todas las celebraciones siempre hay alguien con muletas y que íbamos a ganar. Le dije que lo firmaba sin problemas. Luego disfruté un montón. Eran muchos años para los chicos sin ganar un título.
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–¿...?
–Aunque te confieso que nos quedó la espina clavada de no poder celebrarlo con toda la gente de Gipuzkoa y de la Real porque llevábamos muchos años esperando vivir algo así.
«Necesitaba sentirme futbolista de nuevo y vivir el calor del nuevo Anoeta. Acabé fuerte de piernas y sin ninguna molestia»
–Lo podemos festejar ahora que se cumple un año...
–La verdad es que estaría muy bien porque todos nos hemos quedado con las ganas. Pero ese momento de subidón que teníamos allí ya es irrecuperable.
–Era la final que no se podía perder contra el vecino, ¿no?
–Sin duda. Sentimos mucha presión. Era un derbi dentro de una final. Lo que pasase allí quedaría para siempre. Era un partido histórico. Nadie quería perder. Afortunadamente nos salió bien.
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–La celebración del ganador y el comportamiento del perdedor fueron modélicos.
–Ellos lo pasaron mal, jugadores y aficionados, y nosotros nos centramos en celebrarlo mirando hacia adentro. A nadie le gusta que le vacilen cuando uno está jodido y respetamos mucho ese dolor del vecino. Con ellos tuvimos un pique grande que se quedó en el campo, porque luego nos llevamos bien entre los jugadores.
–Luego se recupera de la lesión del gemelo, se tuerce el tobillo ante el Valladolid y el verano sufre un percance muscular que le tiene parado hasta ahora...
–En pretemporada tuve una rotura en el isquio y luego dos recaídas. Machaqué bastante el músculo y luego lo notaba. En noviembre me dijo Imanol para ir convocado a Cornellà para estar cerca del grupo y acepté. Desde entonces he ido mejorando, jugué en Zamora en la Copa y luego volví hace dos semanas contra Osasuna. Ahora me encuentro muy bien y ojalá que me aguante el cuerpo.
«Seguiré mientras tenga ilusión. He pasado tres años duros y no la he perdido. Si hubiese jugado quizás estaría más quemado...»
–Pero han sido casi tres meses para ponerse a punto. ¿No se le ha hecho largo?
–Las lesiones en el isquio son complicadas porque cuando más fuerzas el músculo es al esprintar. Y sin esprintar no puedes jugar. Entre coger ritmo y el miedo a forzar, necesitas un tiempo.
–Juega en Zamora y la familia apenas pudo verle por la niebla...
–Con tantos sustos que les he dado, a los aitas no les gusta mucho ver mis partidos. Lo pasan mal. Cada vez que me caigo al suelo se temen lo peor. Mis padres, mi hermana y mi novia han sufrido mucho.
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–¿Se convierte el futbolista de elite en una persona de carne y hueso cuando está lesionado?
–Yo me considero un tío normal que juega al fútbol, así que mi vida hacia el exterior no cambia mucho si juego o no. Voy a Mutriku y estoy con los amigos de siempre. Eso sí, los planes son diferentes por la edad y porque nos cuidamos más. En vez de ir al bar salimos por el monte con los perros, pero seguimos siendo los mismos colegas.
«Siempre he tenido mucha confianza en mí y sabía que cuando me tocase jugar de nuevo lo haría bien»
–Tantos años en el fútbol también le habrá dado buenos amigos...
–Un montón. Es lo que te queda después del tiempo que llevo en la Real. Tengo mucha relación con Gaztañaga, Aldalur, Iparra, Gorrotxa, los Eizmendi... Fueron muchos años con ellos en las categorías inferiores.
–¿A Iñigo Martínez no lo ha nombrado con la de horas que pasaron juntos en el taxi viniendo a Zubieta?
–Es muy amigo, claro, pero últimamente nos juntamos menos porque él vive en Bilbao y yo entre semana hago la vida en Donostia.
–Después de Zamora y ese ratito en el descuento en Leipzig, vuelve a ser titular en Liga casi un año después. ¿Qué sensaciones le dejó ese día?
–Necesitaba sentirme futbolista otra vez. El día anterior Imanol se me acercó en el gimnasio y me dijo que estuviera preparado. Yo pensaba que me daría unos minutos pero el día del partido me comentó al mediodía que iba a salir de titular y de 'cuatro'. Estaba con muchas ganas de jugar, de sentirme útil y de vivir por primera vez el calor del nuevo Anoeta, ya que no había jugado con público desde que lo terminaron. Después de todo lo que he pasado disfruté mucho, porque todo salió bien, acabé fuerte de piernas y sin ninguna molestia.
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–¿Le sorprendió el nivel al que jugó después de tanto tiempo inactivo?
–Siempre he tenido mucha confianza en mí y sabía que cuando me tocase jugar lo haría bien. Para mí es más difícil destacar en los entrenamientos, porque son muy explosivos y en espacios más reducidos, pero no tenía ninguna duda de que iba a jugar bien.
–¿Qué sintió cuando la grada le despidió puesta en pie al ser sustituido?
–Fueron muchas emociones juntas. Fue un aplauso de cariño y es muy bonito ver que la gente te quiere –se emociona al recordarlo–. Se me puso la piel de gallina y me faltó poco para soltar alguna lágrima. He sufrido tanto que me emocioné. Ves que le has dado la vuelta a la situación y que merece la pena.
–¿Se ha convertido en el mejor fichaje de invierno?
–Casi más de primavera-verano –risas–. Me encuentro fuerte y tengo ganas y confianza en hacer un buen final de temporada.
–Con 32 años recién cumplidos y una temporada más firmada co la Real, ¿hasta cuándo se ve jugando?
–Hasta que se me acabe la ilusión. He pasado tres años duros y no la he perdido. Quizás si hubiese jugado este tiempo ahora estaría más quemado. Después de lo que he pasado estoy más motivado que nunca. A ver cómo me aguanta el cuerpo...
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–En cuanto deje de disfrutar y el cuerpo me diga basta lo dejaré, pero todavía no veo cercano ese momento.
–Y eso que la competencia en el centro del campo es muy alta...
–Es una de las claves del salto de calidad que ha experimentado el equipo en los últimos años. El día a día es exigente y eso se nota en los partidos. Hoy en día se ve que los chavales que suben están muy bien preparados y que ese salto es más pequeño que antes.
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