La prueba de los Bad Boys
Offside ·
Superar encuentros tan duros como el del Valencia ayudará a la Real a ganar en madurez y sobriedad para afrontar los desafíos futurosEn las últimas décadas del siglo pasado, entre el dominio ejercido por los Lakers de Magic y los Celtic de Bird en los ochenta y ... la hegemonía de Jordan con los Bulls en los noventa hubo un equipo que se abrió pasos a codazos: los Detroit Pistons de Chuck Daly. Con un concepto casi bélico del juego, su misión era desquiciar al rival sin reparar en los medios. Eran odiados por la mayoría de los equipos y se les conocía como los Bad Boys por su forma violenta de expresarse sobre la cancha, aunque nadie gana dos anillos sin tener también un talento natural. Pero se sentían cómodos y reconocidos en ese papel de villanos.
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Con los equipos de Bordalás sucede lo mismo. Allá por donde pisan no crece la hierba. Árbitros, comités, Liga y Federación miran para otro lado alentando con su indiferencia un tipo de comportamiento que amenaza con llevar al fútbol a un callejón sin salida: el del triunfo de los tramposos.
Se dice que juegan al límite del reglamento, un eufemismo para encubrir agarrones, empujones, entradas, provocaciones, simulaciones... Incluso acciones violentas como la de Djené que llevó a Ocampos a la enfermería la pasada campaña. Y como los árbitros se la cogen con papel de fumar, tienen barra libre. Que Aritz se exponga a una sanción de varios partidos es demencial. Para el propio fútbol, que ve cómo el que se atreve a arriesgar con una acción ofensiva y se escapa en conducción va a la nevera mientras el que le derriba por detrás sin posibilidad de jugar el balón y simula una agresión es el héroe. Los niños que vean la jugada tomarán buena nota y entenderán que deben imitar a Wass y no el de Aritz, el gran derrotado. Incluso para Imanol, que le señaló en sala de prensa.
La de mañana será la undécima visita a un campeón o finalista de la Copa de Europa, con 9 derrotas y 1 empate
Si este juego ha evolucionado es gracias a la aportación de técnicos como Rinus Michels, Menotti, Cruyff, Guardiola, Bielsa, Aragonés y compañía, cuyo éxito generó una ola de entrenadores con buen gusto que entendieron que se podía llegar lejos cuidando el balón. Ninguno lo tuvo fácil, porque es más sencillo destruir que construir, pero su perseverancia fue clave para lograr un espectáculo más atractivo.
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Observar a todo un Valencia haciendo marcajes individuales en el centro del campo a una Real Sociedad nos retrotrae a los ochenta cuando fuera de casa se jugaba a empatar. Y ver a Carlos Soler, uno de los mejores jugadores de la Liga, condenado a perseguir a Guevara y Zubimendi, es un insulto a la lógica. Me recordó a los tiempos de la España de Clemente cuando jugaba con Hierro y Alkorta de centrocampistas. Ver para creer.
Llueve sobre mojado. De Melero López poco más se puede añadir a estas alturas, salvo que tampoco vale ni para redactar el acta. Justifica la expulsión de Aritz porque «tras ser objeto de falta por parte de un adversario le da una patada con uso de fuerza excesiva desde el suelo». Primero, las imágenes demuestran que no toca a Wass, por lo que sería intentar dar una patada. Segundo, con uso de fuerza excesiva mientras te estás cayendo es complicado.
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No es la primera vez que el andaluz falsea la realidad para buscar que castiguen con severidad a un jugador de la Real. En abril de 2019, tras expulsar injustamente a Willian José en Vigo, escribió que «había golpeado con el brazo de forma deliberada en el rostro de un adversario sin estar el balón a distancia de ser jugado».
Con su sibilina y torticera redacción del acta el brasileño se arriesgaba a ser sancionado con entre dos y tres partidos si Competición estimaba que se había producido de forma violenta, o con un castigo de cuatro a doce si lo entendía como agresión. Al final el Comité le impuso solo un partido, desautorizando por completo al colegiado que, dos años más tarde, ha vuelto a jugársela a la Real. Casualidades las justas.
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Cita de altos vuelos. Con todo, la Liga es pasado y la final de mañana en el Louis II, lo inmediato. Un reto de altura en el que sacarse la espina más allá de los Pirineos. El Mónaco será el undécimo campeón o subcampeón de Europa al que visite la Real en su historia y hasta ahora el bagaje es de nueve derrotas y un solo empate, el obtenido hace dos meses en Eindhoven. Por el camino visitas de mal recuerdo al Liverpool (6-0), Inter de Milán (3-0), Hamburgo (2-1), Partizán (1-0), Atlético (4-1), Juventus (4-2), Bayer Leverkusen (2-1) y Manchester (1-0). Ante el Celtic de Glasgow también perdió (2-1) pero superó la eliminatoria.
El Mónaco, que jugó la final de la Champions en 2004, no tiene el brillo de muchos de los integrantes de la lista pero es el cuarto club francés en palmarés detrás del PSG, Marsella y Saint-Étienne y ganarle no será sencillo. Pero superar los obstáculos es una prueba de madurez para el futuro. Y hace falta una victoria de relumbrón fuera para hacer ver que vamos en serio también en Europa. Jordan confesó que caer tres veces en los playoffs ante los Bad Boys fue clave para que luego ganasen seis anillos en ocho años. La Real llega bien curtida a este partido después de la prueba del domingo.
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