Modibo Sagnan tuvo que debutar, sin tenerlo previsto, en un desangelado estadio Reale Arena. MORQUECHO
Real Sociedad

La mala suerte se cebó con Modibo Sagnan

El francés tuvo que jugar tras la lesión de Aritz en el calentamiento y desvió el balón del gol del Nápoles justo cuando mejor lo estaba haciendo

Gaizka Lasa

San Sebastián

Viernes, 30 de octubre 2020, 07:19

No es exactamente la ley de Murphy, pero debe ser la del amigo suyo que le acompañó ayer a Anoeta. Cuanto más se sueña con ... la llegada de un momento, menos se acerca ese hito a lo que uno había imaginado. La Real persiguió durante los once meses que duró la pasada temporada ese instante mágico en el que, por ejemplo, un Nápoles se presentara en su estadio para un fogoso duelo de tú a tú en la Europa League. Pero ayer no había ovación, ni griterío, ni niños sujetando el logotipo de la competición, ni banderas txuri-urdin, ni piel de gallina, ni... Solo un escenario desangelado.

Publicidad

Se sobrepusieron los jugadores al shock emocional del vacío absoluto al llegar al Reale Arena y empezaron a reimaginar otro duelo, el real. Estaban en ello cuando la voz cantante del vestuario, el portador de la raza y el carisma del grupo sintió un pinchazo en el cuádriceps derecho. Aritz Elustondo, el jefe de la defensa, el único en jugar todos los minutos de los ocho partidos anteriores, el futbolista más en forma de la plantilla, no podía jugar el partido más esperado. Murphy y su amigo entraban en ese momento a las gradas.

Así que en el once inicial que se cuadró ante el Nápoles figuraba en el eje de la zaga Modibo Sagnan. Llegó a la titularidad directamente procedente de la Nueva Balastera de Palencia. Del Becerril al Nápoles. Era su segunda presencia en el once realista desde aquel 19 de diciembre de 2019. Desde luego, no era lo previsto. Nada lo fue ayer.

El francés arrancó dubitativo. Erró su primer pase en el minuto uno y también el segundo, en la siguiente jugada, al lanzar directamente al córner lo que quería ser un servicio a Le Normand. No había gente –solo Murphy y su amigo– pero sentía el peso de miles de miradas en su cogote. Todo cuesta arriba, y se rehizo. Al igual que sus compañeros, cuando dejó de imaginar el momento deseado y, simplemente, se sumergió en él, las cosas le empezaron a salir. Combinó sin fallar primero con el resto de defensores y se fue creciendo. Robó un balón con coraje en el minuto 26 para, acto seguido, meter un balón preciso por dentro superando dos líneas de presión hasta la recepción de Isak en zona de peligro. Sí, el mismo amasijo de nervios de las dos primeras jugadas habilitó la mejor salida de balón del equipo en la primera parte.

Publicidad

Con la palmada en la espalda recibida en el vestuario y convencido de que lo peor había pasado, Sagnan arrancó entonado tras el descanso. Él se había olvidado de los macabros visitantes de la grada, pero ellos no se habían olvidado de él. Cuando la Real empujaba sin complejos y ponía contra las cuerdas al Nápoles, una posesión de los italianos acabó con un disparo desde fuera del área de Politano. ¿Qué ocurrió? Que el balón sobrevoló por el espacio aéreo de Sagnan y éste, por acto reflejo, movió su cabeza para tocar y desviar el cuero de tal manera que fuera imposible para Álex Remiro. Demasiado bonito empezaba a ser aquello para ser verdad. La Real atacaba a uno de los grandes de Europa y se acercaba demasiado a lo que había soñado. No podía ser. Y no solo no fue. Es que encajó el 0-1.

Nada salió bien

Para entonces, se presagiaba que la de ayer no era la noche. Todo lo que podía salir mal, salía mal. Los centros con veneno de Portu por la banda derecha, rebotaban en los cuerpos napolitanos y no daban opción a segunda jugada. El disparo de Merino dentro del área que demandaban las miles de almas ausentes en Anoeta no llegó y, en su lugar, el navarro se hacía un lío con el balón en los pies casi en área pequeña. El disparo seco y colocado de Oyarzabal se marchaba por centímetros fuera. Tampoco entraba el de Portu que, en otras circunstancias, esta temporada siempre iba dentro. Con esos señores en la grada, y nadie más para callarles, nada podía salir bien.

Publicidad

Como para esperar que la chispa de Barrenetxea en los últimos minutos prendiera en una fogosa acción de gol. O que Willian José volviera a convertirse en héroe. Demasiado pedir.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad