Juntarse para remontar
La nueva Real mostró todas sus virtudes y defectos en 90 minutos; cuando se juntó fue capaz de brillar con balón pero cuando se separó en exceso sufrió una barbaridad
Bastan noventa minutos ante el Espanyol para darse cuenta de que esta Real es diferente. Ni mejor ni peor. Distinta. Como todo equipo que está ... en construcción necesita tiempo y es irregular. Arrancó con fuerza, sufrió a campo abierto, se rehizo tras el descanso al juntarse y a punto estuvo de perder en la última jugada. Domina mejor las primeras disputas que las caídas, es más estrecha que la de Imanol y tiene otro ritmo en ataque que le hace fabricar muchas situaciones de gol. Tanto en Valencia como ayer, ambos empates saben a poco porque la sensación es que mereció más. Si ese mano a mano de Brais con Dmitrovic llega a entrar el 'ilusionómetro' estaría disparado. Pero hay que ir paso a paso; Roma no se conquistó en un día.
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Buen arranque conuna Real muy vertical
Nada hacía indicar en los primeros diez minutos que el partido tomaría unos derroteros tan negativos. La Real salió con ritmo, movió el balón con velocidad y generó hasta tres llegadas de peligro, bien estirando a sus interiores o manejando a los extremos por dentro. Marín dispuso de una situación clarísima ante Dmitrovic partiendo de que Barrenetxea abrió el campo para estirar la defensa contraria y el riojano rompió bien por el pasillo. El '7' blanquiazul la tuvo después de un buen centro de Kubo, pero desde una posición centrada su remate salió lamiendo el poste. Incluso pudo marcar el japonés tras una contra generada por un buen robo de Sergio en el centro del campo, pero Dmitrovic se le hizo muy grande. Perdonar tres oportunidades así se suele pagar caro.
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Otra transición defensiva mala como en Mestalla
El caso es que el Espanyol sí acertó en la primera que tuvo. Como ocurrió en Valencia en la primera jornada, una mala transición defensiva se tradujo en un gol encajado. El encadenado de errores fue extenso. Primero, Sucic se duerme ante Roberto. Después, Turrientes y Sergio no pueden hacer falta a Dolan porque no tienen la suficiente contundencia ante el inglés. Después, en el 3x3 posterior, Milla tiene demasiado tiempo para pensar, conducir y dividir antes de que Aramburu termine de rematar la faena. Salta a tierra de nadie y no le da tiempo a rectificar sobre la espalda de Martín, ya que era el único que veía la jugada final de cara. Parece que Sergio Francisco no anda descaminado cuando pide un «centrocampista de energía» que sea capaz de cortar esas transiciones de raíz.
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Demasiadas concesiones para las contras rivales
La Real es un equipo joven que debe aprender a leer los partidos. Y no vio cómo el Espanyol dispuso su plan en torno a un bloque de seis jugadores armados atrás y cuatro exploradores de espacio que tras recuperación cabalgaban como los Jinetes del Apocalipsis sembrando el pánico en Anoeta. Qué más querían Dolan, Pere Milla, Roberto y Puado que encontrar argumentos para atacar la espalda de la defensa realista. Un balón que se le fue largo a Sergio, una conducción excesiva de Turrientes, una disputa perdida por Aramburu ante Romero... Cualquier excusa era un sufrimiento para el repliegue txuri-urdin. Si a esta Real tan novel se la separa, sufre mucho. Porque suele ganar el primer duelo pero pierde la caída, donde se exige colocación y experiencia. La jugada más clara fue el saque de una falta lateral a favor de Sergio que, tras embolsar Dmitrovic, casi acaba en gol con una acción al primer toque entre Expósito, Puado y Dolan. El penalti del 0-2 también es difícil de digerir: un balón aéreo de Expósito ganado ante Kubo y la inocencia de Martín ante Roberto.
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Kubo, en el rol que desempeñaba David Silva
En el descanso Sergio no se volvió loco y mantuvo el plan de partido, pero juntando a los suyos. La Real de ahora tiende a centrar a sus laterales, a mandar por dentro a los extremos y a caminar junta para que, en ese agrupamiento, sea capaz de ganar los segundos balones para someter al rival. En ese contexto, lo más destacado es que Kubo juega a lo David Silva, más generando que desbordando. Una arrancada suya atrayendo rivales y dejando en carrera a Marín fue determinante en la jugada del 1-2, en la que Barrenetxea consigue centrarse para definir y en la que Óskarsson y Oyarzabal están listos para rematar en el área fruto de ese caminar juntos.
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Óskarsson, el 'nueve' llamado a poner la guinda
Con la Real junta y Kubo de generador, Sergio dio otra vuelta de tuerca al plan: meter a Óskarsson para tener un nueve y colocar a Oyarzabal de mediapunta. El capitán mezcló muy bien con Kubo al tenerlo cerca y todo ello dio como consecuencia la jugada del empate, una obra de arte que recordó a tiempos gloriosos no tan pasados. La definición del islandés fue la del clásico ariete en una acción prácticamente calcada a la que se le fue fuera en Mestalla. El pegamento que ensambló al equipo en la segunda parte se llama Gorrotxategi, que en su debut en Primera y en Anoeta demostró que está llamado a hacer historia en la Real. El balón sale limpio de sus pies, atrae rivales, divide en ventaja y siempre da sentido al juego. Brais tuvo en sus botas el 3-2 tras una gran jugada entre Martín –qué personalidad la suya para reponerse al penalti– y Óskarsson. Dmitrovic evitó el triunfo txuri-urdin pero con estos mimbres se ganarán muchos más partidos de los que se perderán. Al tiempo...
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