El derbi más extraño; el derbi más clarificador
El Eibar empezó bien pero la Real no tardó en maniatarle, le ganó los duelos y supo imponer el rigor de su fútbol
Ni sé cuantas veces hemos escrito en los últimos años que la Real contaba con muchos jugadores de calidad, pero un déficit de oficio cuando ... se enfrentaba a rivales como el Eibar. En más ocasiones de las que nos gustaría, la Real jugaba poco, pero encima se le torcía todo aquello que podía salirle mal. Dudábamos de su espíritu.
Eso era antes porque la Real ha hecho todo para quitarse esa etiqueta. Le jugó al Eibar con sus mismas armas, al equipo que mejor que ninguno ha entendido en su aventura en Primera que su rendimiento pasa por la experiencia, el rigor, el sacrificio y la fuerza de sus hombres. A ese Eibar que ha hecho de Ipurua un dolor de muelas para muchos equipos en sus años en Primera, salvo en este, se impuso la Real.
Duele escribirlo. El Eibar volverá a Segunda, pero no lo hará por el derbi de ayer sino por los 31 partidos anteriores. Se marchará en silencio, sin el calor de su gente en las gradas. Es lo que le ha empujado a la cola de LaLiga. Y porque ha perdido su fútbol.
La Real ganó porque hace tiempo que ha demostrado que como mejor se encuentra es buscando espacios con la ley del movimiento perpetuo de sus jugadores, pero que también sabe jugar a ese otro fútbol, el de siempre, el que empieza por la disputa de cada balón cuerpo a cuerpo sin otra idea en la cabeza.
A eso se jugó. La Real aceptó el intercambio de golpes, tener mucho menos control del juego que otros días y terminó ganando en una jugada a balón parado cuando los dos equipos trataban cada uno de imponer su concepción del fútbol. En una jugada de estrategia, en una de esas que tantos réditos ha dado al Eibar. Así ganó la Real. Y así perdió el Eibar. Porque cuando las cosas salen mal, cuando solo eres capaz de ganar un partido en casa en toda la temporada, la Real, la que había encajado en goles de estrategia en las cinco últimas jornadas, gana en un córner.
¿Demasiada ansiedad? Seguro. No es una sorpresa para el Eibar. Cuando necesitas puntos, no tienes referentes y resulta que las paredes te salen más por entusiasmo que por precisión y que tus jugadas más peligrosas nacen de una sucesión de rebotes y de disputas más bien desordenadas pasan esas cosas.
La Real, en cambio, tiene eso que le falta al Eibar: claridad, confianza y juego. Mucho juego. Anoche quería tener el balón, buscaba apoyos, pero no terminaba de conseguirlo porque el Eibar, con su línea de atrás en la divisoria, presionaba muy arriba para tratar de encontrar fracturas. Incapaces de dar tres pases seguidos, a los realistas no le quedaba más recurso que alejar el balón a ver si Isak o Portu eran capaz de bajarlo. Pocas veces lo lograron. Los artistas no tenían su mejor día y además no era partido para crear arte sino para remangarse.
Pero el gol inauguró otro partido. Los realistas se hicieron con el control del juego, Isak pudo marcar el segundo, y poco a poco fueron adelantando las líneas de presión, recuperaron cada vez más arriba el balón y la sensación de dominio, de control, fue cada vez mayor. En el descanso podíamos decir que las perspectivas no eran buenas para el Eibar, aunque en conjunto el balance seguía estando relativamente equilibrado.
Y pasó. Ocurrió que el Eibar empezó a bombear balones al área en la segunda parte, algo que había hecho a cuentagotas. La Real tenía que trabajar, trabajar y trabajar. Tenía que ser paciente, orgullosa y sacrificada. Necesitaba un cien por cien de concentración y no podía deprimirse por mucho que el Eibar capitalizara la posesión del balón. Y la Real lo hizo. Tuvo el mérito de cerrarse con fiereza y de dejar que el Eibar manoseara el balón sin llegar a inquietarle casi nunca.
La apuesta ofensiva de la Real pasaba por acelerar en zonas en las que no hubiera riesgos mayores. La defensiva pasaba por retrasar las líneas cuando el Eibar tuviera el balón controlado y dificultarles la salida con la presión en campo contrario. Había que proteger el balón y arriesgar solo cuando se adivinara un espacio arriba. Los realistas sabían que una iban a tener y la tuvieron, pero muy pocas más. Así pudo sentenciar la Real en un mano a mano de Isak con Dmitrovic en el minuto 52 tras un error del Eibar en la circulación. Arbilla tuvo el empate de falta directa en el 82. Antes Remiro se había hecho grande. Eso fue todo.
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