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No hay lección más bonita de amor que reconocer en una pareja que ambas partes se están empezando a hacer daño. No se puede entender ... la Real moderna sin Imanol, y tampoco Imanol sin la Real. Pero en el fútbol como en la vida los ciclos y las etapas se acaban, incluso las bonitas, y el sentimiento que inunda a la mayoría de realzales ahora mismo es el de orfandad. El Papa txuri-urdin se marcha, pero deja una hoja de ruta de la que el club no se puede separar ni lo más mínimo independientemente de quién sea su sustituto.
Con él a los mandos se volvió a ganar, pero incluso más allá de esa Copa ante el eterno rival, Imanol recuperó la ilusión de una afición dormida y conformista, a la que ahora no le valía estar a siete minutos de otra final ganando al Real Madrid en el Bernabéu y estar peleando por la sexta clasificación a Europa con una plantilla mucho más debilitada. Es injusto pedirle lo mismo con una materia prima mucho peor y también aceptó ese reto, consciente de que los golpes siempre iban a ir al mismo destinatario. El escudo no ha podido aguantar más. Pero sobre todo recuperó a la Real competitiva en la que la mediocridad no valía sabiendo que con cada paso dado hacia adelante se echaba piedras sobre su propio tejado puesto que la exigencia siempre subía un peldaño más.
El oriotarra supo cómo aterrizar en el banquillo realista y él mismo se ha dado cuenta que era el momento de decir también agur pese a que muchos todavía pensábamos que debía seguir surfeando la ola. Pero si él mismo se veía sin fuerzas, lo mejor que le ha podido pasar al Imanol persona es que no le echen las derrotas y los resultados, sino el sentimiento de no poder aportar más.
En marzo de 2018 ocupó el hueco de Eusebio, con el que comparte alguna similitud sobre todo en el juego de los últimos coletazos de su equipo, pero al terminar su primera obra regresó al Sanse al entender que no era su momento siendo consciente que quizás ese tren no volvería a pasar nunca más porque en ese momento no era nadie. Imanol es así de sincero y espontáneo, capaz de preguntarte en más de una ocasión por un familiar muy cercano enfermo y prestarse a grabar un mensaje de ánimo, consciente del lugar que ocupaba ya en el territorio. De oriotarra a oriotarra. Ese abrazo de los suyos al enterarse de su fallecimiento relata a la perfección la calidad humana del personaje.
«Me gustaría ser el entrenador que más partidos haga en la Real, pero no quiero seguir agarrado a esta silla por el pasado, por lo que hecho, quiero ganármelo». Esta temporada no se lo estaba ganando y decide marcharse por la puerta grande, una puerta que jamás se cerrará del todo. Si en la Real le esperaron hasta el final pendiente de si firmaba o no la renovación poniendo en juego la planificación deportiva de la próxima temporada consciente de lo que ello podría suponer, esa opción siempre estará viva porque solo tiene 53 años y toda una carrera por delante.
Del adiós de Imanol hay que extraer bastantes conclusiones, que sobre todo se apreciarán más con el debido tiempo como sucede cuando se dan rupturas tan largas. «Esto va por toda Gipuzkoa, esto va por todos los que sienten la Real», lanzó al mundo antes de gritar a los cielos que este club volvía a ser campeón. Se convirtió, con zamarra blanquiazul sobre su pecho, en el mismo vecino que ahora comenzaba a darle la espalda cuando no llegaban los resultados. El aficionado realista no se puede volver a permitir el caldo de cultivo que estaba comenzando aflorar entorno a la figura del míster. Una cosa es criticar, siempre con argumentos y sin levantar la voz, y sentir que no era el indicado para continuar navegando esta trainera. Pero otra cosa es mancillar y pisotear a una leyenda viva que lo ha dado todo por hacernos feliz.
El insulto siempre es una línea roja y ha dado absolutamente vergüenza tener que leer y escuchar, también ya en la calle, la de barbaridades que se han dicho sobre el de Orio. Algo similar esta ocurriendo con otra figura que quedará para la historia del club como Oyarzabal. Decía Aritz Elustondo en estas mismas líneas tras empatar en Villarreal que Mikel e Imanol son los máximos responsables de todo lo bueno que le está pasando a la Real durante los últimos años. Uno ya no estará aquí a partir de mayo. Que no ocurra lo mismo con el segundo.
Tanto Imanol como Olabe, que llegaron juntos y se marchan de la mano, han dejado frases para el recuerdo. El gasteiztarra dijo que «yo gasto y desgasto», algo que precisamente también le ha podido suceder al máximo mandatario sobre el verde. Imanol acude todos los días a Zubieta a las 07.00 de la mañana para realizar una hora de bicicleta estática antes de saltar al verde y los que trabajan con él reconocen que no sale de las instalaciones hasta la hora de la cena. A partir de mayo podrá comer con su mujer. «La única cláusula que he tenido que negociar es la de mi mujer, que me ha dicho que, si no hay partido entre semana, el día de descanso vaya a comer a casa... Le he dicho que sólo si ganamos».
En este mundo en el que todo es inmediato la gente se cansa de ver siempre las mismas caras. Esta temporada había que tener paciencia y en las siguientes debe estar prohibido comparar porque el que venga siempre saldrá perdiendo. Será prácticamente imposible igualar lo logrado por uno de los mejores entrenadores de la historia del club. El que pueda, que le empate. Las despedidas de este tipo siempre son dolorosas, pero a Imanol le pagan por ganar. Su adiós seguro que sacude al grupo, que debe tirar de amor propio para que la Real siga siendo europea. El míster no querrá homenajes en su último partido en Anoeta, pero seguro que la afición le agradece todo lo vivido, aunque ahora ya sea demasiado tarde.
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