Pasara lo que pasara ayer en Zubieta, el éxito no era ascender porque ese nunca fue el objetivo. Pero es que encima lo lograron en ... otro ejercicio de supervivencia asombroso. El trabajo ya estaba hecho en las 50 semanas anteriores de una temporada brillante en todos los sentidos. El primer objetivo de las categorías inferiores de Zubieta siempre es formar para que el máximo de potrillos posibles alcancen el primer equipo. El éxito es que se mantenga el 80-20% que se tiene como norma del Sanse para abajo, que se marche Imanol y promocione Sergio, que Ansotegi pase a recoger el gran trabajo realizado por Rivas. Que la persona que más poder deportivo ha tenido nunca en el club haga las maletas y que alguien de Donostia asuma las riendas sin que nadie en la Real Sociedad dude lo más mínimo.
Nos podemos ir más lejos si quieren. Éxito también es que la Real vaya a hacer la segunda venta más cara de Zubieta y el timón vaya a ser para Gorrotxategi. Éxito también es tener el sentimiento de pertenencia del que presume un territorio único, con más de 5.000 socios dispuestos a empujar al filial en una Zubieta que se quedó absolutamente pequeña y que pasara lo que pasara no iba a parar de aplaudir al futuro del club.
Pero claro, no hay nada que curta más que tener experiencias de máximo nivel, buenas o malas, para seguir creciendo como futbolista en busca de un sueño. El 1-3 logrado en Tarragona era maravilloso, pero el Nástic es un equipo diseñado para ascender y para el que muchos de sus futbolistas el partido de ayer era ganarse el pan los próximos años.
El fútbol es así. Normalmente se impone la calidad. Y de eso Zubieta va sobrada. El Sanse va a jugar en Segunda dos veces en cinco años. Con un equipo lleno de chavales guipuzcoanos dispuestos a dejarse la vida por llegar a la élite. De momento, ya son profesionales.
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