Autenticidad no es sinónimo de éxito
El capitán aunó oficio y naturalidad desde la banda izquierda, sabiendo meterse por dentro y generar peligro, pero no materializó sus ocasiones
No se puede describir. La autenticidad tiene su propio sabor. Se percibe. Aquello que entra bien. Lo que conjunta con los estándares de calidad ... en armonía con la naturaleza de las cosas. La cerveza lager, por ejemplo, resulta de lo más lograda en Pilsen. Una mezcla de tradición, oficio, buen gusto, tacto y cariño. Y naturalidad. Mucha naturalidad. Todas estas cualidades reunió este jueves Mikel Oyarzabal, en su versión más auténtica. No solo porque recuperara de inicio la posición de extremo izquierdo. Sumó a sus conducciones por su flanco natural, inteligentes incursiones por los pasillos centrales, desmarques desestabilizadores para la zaga rival y asociaciones efectivas para los compañeros. Todo ello de manera espontánea y en armonía con las normas del fútbol. Como aquella que dice que cuando un talentoso zurdo llega a línea de fondo por su banda tiene más opciones de colocar un buen centro en área que cuando lo hace a pierna cambiada. Que se lo pregunten si no a Óskarsson.
Oyarzabal puso el servicio al islandés en labores de extremo y el fútbol fluyó, pero a su calidad añadió la sabiduría de quien domina el oficio de '9'. Sabía el capitán dónde debía estar el killer en una situación semejante. El conocimiento es consustancial a la autenticidad. Igual que sabía dónde había que correr hacia ese pase largo de Zubeldia al corazón del área. O cuándo debía orientarse hacia dentro para dejar a Javi López el carril limpio. O a dónde iría el centro de Becker en esa jugada del minuto 77 en la que Óskarsson y la versión de delantero centro del propio Oyarzabal confluyen en el mismo movimiento.
Ocurre que la autenticidad puede estar reñida con el acierto y el éxito, sobre todo en la Real de la temporada 24/25. El control al pase de Zubeldia no debió escurrirse y el disparo franco del minuto 49 a pase de Sucic dentro del área podría haber sido gol. O el disparo de derechas tras taconazo de Óskarsson (también había que intuir dónde colocarse en aquella acción). O el centro que el islandés no acierta a rematar y termina en los pies del eibartarra a centímetros de la línea de gol.
No hay manera. Debía haber sido la noche en la que Oyarzabal se pusiera a cien en su marcador goleador. La noche para celebrarlo con el sabor del zumo de cebada de Pilsen. Y, sin embargo, el resultado fue lo más artificial que pudo vivir la jornada de la Europa League. Como artificial es la tabla clasificatoria de la competición. No hace honor al nivel de la Real. Ni a la autenticidad de quien porta el brazalete.
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