Una diminuta gota en un vaso colmado
infortunio ·
Illarramendi solo sufre un esguince de tobillo pero se suma a un aciago historial que le ha hecho jugar solo 14 partidos en dos años. Asegura que «no me rendiré»Las lágrimas no provenían del tobillo. Era su memoria la que lloraba, colmada ya de penas. Cuando Asier Illarramendi abandonó el terreno de juego lesionado, en el minuto 9 del partido del domingo contra el Valladolid, no pensaba tanto en lo que se perdería como en lo que ya ha dejado de jugar en los últimos dos años largos desde el 10 de febrero de 2019. Resultó que esta nueva gota de infortunio es una 'gotita', un mero esguince de tobillo, pero tal y como reconoció el capitán ayer en sus redes sociales, lo suficiente para constatar que «me está tocando vivir el lado oscuro del fútbol«. Habría sido preferible gozar de un partido apacible y acabar sellando el quinto puesto el domingo en Pamplona. Añadía, para tranquilidad del aficionado, que »es muy duro pero no me rendiré«.
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Desde luego, no será este último percance físico el que le impida presentarse en perfectas condiciones a la pretemporada del próximo curso, su nuevo objetivo, reprogramado tras el enésimo envite del destino. Torres más altas ha superado el mutrikuarra para volver siempre al equipo. Prueba de ello, su titularidad anteayer.
El vía crucis arrancó en el partido de Mestalla del 10 de febrero de 2019. En el minuto 92, en una arrancada tras resbalón, se terminó de romper el aductor derecho después de notar molestias desde media hora antes. Abandonó las intalaciones valencianistas en muletas. Reapareció los dos últimos partidos de la campaña 2018/19: 13 minutos contra el Real Madrid el 12 de mayo y 26 minutos en Cornellá una semana más tarde con el billete europeo en juego.
Pero el siguiente curso no arrancó como le hubiera gustado. Aún con molestias, jugó completos los dos primeros partidos y, al tercero, el 30 de agosto en San Mamés, sufrió una rotura del peroné izquierdo. Se le operó tres días más tarde, pero no solo del peroné. También se le diagnosticó una lesión en los ligamentos del tobillo izquierdo. Así que, en el mismo viaje al quirófano, se le insertó un tornillo de fijación que requirió otra intervención a las ocho semanas para retirarlo.
Tras una recuperación más larga de lo deseado, entró en mayo de 2020 en la dinámica del grupo pero el 16 de junio, un martes de Zubieta, sufrió una rotura de fibras de grado dos en el aductor largo de la pierna izquierda. Pocas semanas después, acordó con los servicios médicos del club atajar de una vez unas molestias que arrastraba desde la rotura del aductor derecho en Mestalla año y medio antes. Así, el 5 de julio fue operado en Londres de dicho músculo, fijando una recuperación de unos cuatro meses.
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Volvió a trabajar para estar al nivel del grupo durante el otoño y volvió como quien dice a debutar el 20 de enero contra el Córdoba en Copa. En dos meses participó en ocho partidos, más allá de alguna sobrecarga, hasta que la víspera de la final de Copa se lesionó del músculo gemelo interno –sóleo– de la pierna derecha. A duras penas pudo subir a por el trofeo de campeones en La Cartuja. Recuperado en tiempo récord, el domingo se disponía a rematar bien la temporada pero... Minuto 9, al suelo, tobillo derecho torcido. Otra gota. El colmo.
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