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Urkullu ensalza a los 2.194 fusilados de la Guerra Civil por dar su vida frente al «totalitarismo»
«Luchar en el frente contra el fascismo es compatible con una visión humanista», ha dicho este sábado durante un homenaje a los vascos ejecutados por el franquismo
«Mi querida Faustina e hijos, dentro de una hora, poco más o menos, me van a ejecutar. Cuida mucho de nuestros hijos...». «Querida esposa e hijos, tú sabes, y todo el pueblo lo sabe, que no soy merecedor del castigo de quitarme la vida como hoy me la quitan. Lo siento por ti y mis queridos hijos, a quienes quiero con entrañable afecto y amor...». «Amada Juanita, te escribo las últimas letras de esta vida para pedirte que tengas resignación cristiana. Educa bien a nuestros hijos, enséñales a respetar mi memoria, que no vean en mí un culpable, que vean un mártir. Consuela a mis pobres padres, que ellos te ayuden en lo que puedan... Pues no me queda nadie más a quien recomendarte...».
Antes de ser ejecutados, parte de los 2.194 vascos fusilados durante la Guerra Civil española plasmaron en varias cartas sus últimas reflexiones y deseos. Unas despedidas desgarradoras que ayer salieron a la luz durante un solemne y emotivo homenaje que se rindió en el cementerio de Vista Alegre de Bilbao de la mano del Gobierno Vasco y Gogora.
Frente a más de 300 familiares de las víctimas, fue el lehendakari, Iñigo Urkullu, quien presidió este acto para agradecer a los presentes «por conservar el buen nombre, la dignidad y la memoria» de todas las personas ejecutadas durante la contienda española y la postguerra.
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«Esa memoria familiar –les trasladó– se convierte en memoria social, porque vuestros familiares son parte de la memoria democrática de Euskadi». Durante su intervención, Urkullu ensalzó la figura y el legado de todos aquellos vascos que dieron su vida por la libertad y en defensa de «su país y su autogobierno, la justicia social, los principios y los valores democráticos». Y que combatieron contra «el totalitarismo y la intolerancia». «Hoy lo decimos, una vez más, alto y claro: fueron impune e injustamente ejecutados», insistió el lehendakari, que recalcó la necesidad de «restituir la dignidad» de los fusilados.
Muchos de ellos fueron ejecutados contra los muros de los cementerios. Paredes de piedra que en la actualidad son, según resaltó el lehendakari, «símbolo de la barbarie franquista y, sobre todo, símbolo de dignidad, la memoria y la lucha por la libertad y la democracia». De ahí que reconociese el «orgullo» que siente por toda aquella generación que perdió la vida entre 1939 y 1945 «por la defensa de la causa de la libertad, la democracia y la justicia social».
Valores que resaltó, además, en un momento histórico, dramático y trascendental: en plena invasión rusa. «Mientras gudaris y milicianos morían en el fragor de la batalla, mientras la población civil era masacrada por los bombardeos, mientras miles de personas eran fusiladas, Euskadi dio una lección al mundo con su opción de humanizar la guerra: canjes de presos, condiciones dignas en las prisiones, juicios justos, supervisión internacional de Cruz Roja, protección de miles de niños... Un ejemplo que cobra hoy especial resonancia en el contexto de la cruel invasión de Ucrania por la fuerza», dijo. «Luchar en el frente contra el fascismo –dijo– es compatible con una visión humanista».
El lehendakari hizo también referencia a las personas que le precedieron en el turno de intervenciones: tres mujeres, familiares de personas ejecutadas durante la Guerra Civil, que recordaron a sus allegados y se emocionaron al trasladar lo que supuso en sus vidas aquellas trágicas muertes. Así, tomaron la palabra María Natividad Roa, nieta de Florencia Olazagoitia Ceciaga, ejecutada extrajudicialmente en Oiartzun en noviembre de 1936. Rosario Valdivielso que, a sus 100 años, recordó a su padre, Juan José Valdivielso Labrador. Y Maite Canedo, nieta de Heliodoro Patricio Jorge Laca.
La barbarie en Gipuzkoa
Durante el acto, además de dedicarle a los familiares un aurresku de honor, se proyectó un vídeo en el que se puso voz a aquellas dolorosas cartas de despedida y se plasmaron en fotografías las caras de muchas de las víctimas, además de relatar la forma en la que el bando sublevado llevaba a cabo las ejecuciones.
En el caso de Gipuzkoa, por ejemplo, se detalla que las tropas franquistas asesinaban a prisioneros de guerra «o a cualquier persona que resultara detenida por sus ideas políticas». De las 2.194 víctimas –2.134 hombres y 60 mujeres–, en Gipuzkoa fueron asesinadas 634 personas. De ellas, fueron ejecutadas por Consejo de Guerra al menos 92 personas y, extrajudicialmente, 542.
Muchos de todos aquellos asesinados en nuestro territorio estaban detenidos en la entonces cárcel de Ondarreta. Y fueron varios los escenarios que se emplearon en los alrededores de Donostia para llevar a cabo tal crueldad: el monte Ulia, el cementerio de Polloe, el de Oiartzun... En el camposanto de Hernani, por ejemplo, fueron fusiladas y enterradas cerca de 130 personas. «Casi ninguna de las víctimas había tenido responsabilidades políticas, pero eso no frenó a los franquistas. Unos sacerdotes, afiliados a partidos políticos o sindicatos, mujeres embarazadas y hasta una adolescente de 17 años murieron fusiladas contra los muros...», explicaba la voz en off del vídeo.
Los presentes se trasladaron después hasta uno de los muros donde se llevaban a cabo los fusilamientos. Hoy, todavía se aprecian los surcos de los disparos de bala. Además, se instalaron dos placas con los nombres de las 523 personas ejecutadas en el cementerio de Derio. Además de Urkullu, estuvieron presentes, entre otros, la consejera Beatriz Artolazabal; el viceconsejero de Derechos Humanos, Memoria y Cooperación, José Antonio Rodríguez Ranz; y la directora del área, Monika Hernando; y la directora de Gogora, Aintzane Ezenarro. Igualmente, asistieron los consejeros Josu Erkoreka, Idoia Mendia, Olatz Garamendi, Gotzone Sagardui, Pedro Aspiazu e Iñaki Arriola.