Los 1.329 testimonios de víctimas del terrorismo que tardaron una media de 18 años en romper el silencio
El Memorial presenta su informe número 14, en el que los historiadores Raúl López Romo y Ale Ibarra analizan su Banco de la Memoria y advierten que el relato presencial de víctimas del terrorismo solo llega al 5% de estudiantes de ESO
Las cifras hablan por sí mismas. 311 testimonios de hijos de víctimas mortales, 263 de viudas y mujeres de víctimas, 143 de hermanos, 57 de ... madres, 47 de padres, 10 de viudos y maridos de víctimas y ocho de nietos. Son parte de los 1.329 relatos de 700 víctimas del terrorismo que rompieron el silencio y que han sido recopilados por el Memorial de las Víctimas del Terrorismo en su Banco de la Memoria. También figuran 68 testimonios vinculados a secuestrados, 93 de heridos y cuatro anónimos. Este trabajo cumplen con un triple objetivo: comprender la evolución de los testimonios a lo largo de más de cincuenta años, contribuir a su difusión, especialmente entre los jóvenes, y ponerlos en valor para la deslegitimación del uso de la violencia política. De todos ellos, los hijos y las esposas de las víctimas son los que más han hablado.
Estos datos o otros muchos más se pueden encontrar en el último informe, el número 14, elaborado por Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo que ha sido presentado este miércoles en Bilbao. Bajo el título «Dar testimonio. La voz de las víctimas del terrorismo en España», el estudio, realizado por Raúl López Romo, responsable del área de Educación y Exposiciones de Memorial, y Ale Ibarra, doctora en Historia Contemporánea, documentalista e investigadora, se detiene en las diferentes etapas, desde el periodo en el que el silencio por el miedo y la huella reciente de la dictadura lo impregnaba todo hasta la del posterrorismo en la que se da un gran salto en la transmisión de la memoria de los damnificados. Pese a todo, Romo e Ibarra apuntan la necesidad de generalizar el uso de los testimonios de víctimas del terrorismo en la educación, ya que «solo el 5% de los estudiantes de la ESO tienen acceso a un testimonio presencial», lo que supone «una parte muy minoritaria del sistema educativo».
Entre las principales conclusiones de la investigación destaca que las víctimas de ETA han tardado una media de más de 19 años en dar testimonio. A algunas, como las que sufrieron sus atentados durante el franquismo, les ha costado exactamente el doble», citan en el informe que indica además que ocurre algo parecido con ciertos perfiles «especialmente estigmatizados», como los acusados de ultraderechistas o de «confidentes». Hasta principios de los años 90 no aparecen testimonios de víctimas vinculadas a la Guardia Civil o la Policía, que eran los principales objetivos de la banda, de hecho para aquellos años ya se acumulaban cientos de asesinados y de heridos. Igualmente, han pasado 27 años de media desde los atentados hasta que las víctimas del terrorismo de extrema izquierda han contado su experiencia, y la cifra asciende a 37 años en el caso de las víctimas del terrorismo ultraderechista.
El estudio pone de relieve que hay muchas localidades de pequeño y mediano tamaño donde hubo asesinatos, pero sus víctimas no han hablado. Es el caso de Urnieta, Aretxabaleta, Amurrio, Llodio, Amorebieta o Lekeitio, entre otras. En ese sentido, los autores de este informe apuntan que «sería conveniente que sus vecinos lo recordaran y que los más jóvenes pudieran conocer lo que ocurrió allí mismo hace no tanto tiempo». Añaden además que «en cambio, el nacionalismo vasco radical se preocupa por difundir las historias de los miembros y de los 'mártires' locales de ETA». «No es extraño que haya más vascos que refieren conocer a presos de esa banda (45%) que a aquellos a los que asesinaron (24%)», apuntan en referencia a datos del Euskobarómetro.
Las fuentes utilizadas para la investigación han sido diarios generalistas como El Diario Vasco, que suma el mayor número de aportaciones al archivo del Memorial, 251, así como publicaciones de asociaciones y fundaciones de víctimas, revistas de organizaciones pacifistas y de la sociedad civil, textos de la asociación Bakeaz y de la Fundación Fernando Buesa, vídeos de Gogora o el propio Memorial, y audios procedentes de entrevistas aparecidas en la Cadena COPE y en el proyecto Relatos de plomo sobre el terrorismo en Navarra.
La mayoría de los testimonios corresponden a los principales grupos de víctimas, que son las producidas por ETA y su entorno (1.116) y el yihadismo (151). Los testimonios de afectados por otros terrorismos son menos, y además han contado sus historias en bastante menor proporción. Se trata de víctimas del terrorismo de ultraizquierda (30), ultraderecha (11) y los GAL (11).
Si hay 1,30 testimonios por cada asesinato de ETA, la cifra cae a 0,27 con el terrorismo de ultraizquierda y a 0,18 con el de ultraderecha. De los 1.329 testimonios analizados, 662 corresponden a mujeres y 534 a hombres. Es la muestra más amplia conocida, aunque está lejos de las 1.454 víctimas mortales y los 5.000 heridos por el terrorismo en España. La gran mayoría de las víctimas aún no han hablado en público.
Los autores del informe constatan cinco etapas en la evolución de los testimonios, desde la dictadura franquista, donde no existió ninguno, al posterrorismo, que recoge 730. Los primeros testimonios se localizan en la Transición con tres víctimas cuyas amenazas, secuestros y asesinato tuvieron un protagonismo mediático significativo para la época: el del hijo del empresario y político Javier de Ybarra Bergé, secuestrado y asesinado por ETA entre mayo y junio de 1977; el de Javier Rupérez, diplomático y diputado de UCD, secuestrado por ETA político-militar en 1979, y el del empresario vasco, Juan Alcorta Maíz, amenazado por ETA militar en 1980. «En esa etapa hubo en España 498 asesinados por terrorismo. El silencio se explica por el miedo y la huella reciente de la dictadura. Las víctimas vivían en la soledad y el desamparo», apuntan los autores. En la segunda mitad de la década de los ochenta comienza un goteo persistente de testimonios, coincidente con el inicio de respuesta pacifista contra el terrorismo, y el gran salto testimonial se produce tras el secuestro y asesinato del concejal del PP en Ermua, Miguel Ángel Blanco, en 1997. «Hoy en el posterrorismo hay una tendencia creciente a testimoniar, porque ya no hay miedo, hay mayor conciencia y las asociaciones fomentan la memoria», señalan López Romo e Ibarra.
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