EA reabre el debate sobre su visibilidad real en EH Bildu
Ningún sector cuestiona ya la estrategia política acordada por amplia mayoría en el último congreso
La inesperada renuncia de Pello Urizar al frente de la Secretaría General de Eusko Alkartasuna ha sacado a la superficie un debate clásico ... en esta formación. ¿Cómo garantizar su autonomía política en una coalición como Euskal Herria Bildu en la que el papel de Sortu y de los dirigentes procedentes de la izquierda abertzale amenazan con desdibujar el perfil de EA y por minar su imagen de pluralidad interna?
La respuesta no es sencilla. Pello Urizar ganó hace dos años el Congreso por solo 14 votos en un ambiente marcado por la confrontación entre dos sectores, que no era un pulso ideológico, pero sí de táctica. Sus contrincantes, liderados por el navarro Maiorga Ramírez y con el apoyo del exlehendakari Carlos Garaikoetxea, censuraban la falta de un mayor peso político de EA dentro de la coalición. Los más críticos, algunos desligados del partido a través de diferentes escisiones -la última la de Hamaikabat (H1!), sobre todo en Gipuzkoa- han puesto a menudo el dedo en la llaga al denunciar que la integración de EA en EH Bildu ha disuelto en la práctica el perfil original de una formación que nació en 1986 con la vocación de renovar el nacionalismo vasco desde una perspectiva socialdemócrata e independentista. Sin ambigüedad.
El problema que puede avivar la renuncia de Pello Urizar vuelve a ser no tanto estratégico sino de visibilidad y de comunicación. La ponencia política fue aprobada por una inmensa mayoría por el último congreso. Nadie cuestiona la línea trazada de cooperación en EH Bildu y son muy contadas las voces que sugieren emprender el camino que en su día tomó Aralar: la disolución. Los contextos son bien distintos, dicen algunos dirigentes históricos, que evocan que la exclusiva razón de existir de Aralar, su crítica al mantenimiento de la violencia, ya ha desaparecido. Una situación que, insisten, nada tiene que ver con la trayectoria de EA.
El pulso del último congreso entre Urizar y Ramírez lo ganó el primero por 14 votos
El proceso de primarias internas es novedoso en el partido y puede arrojar sorpresas
Pello Urizar ha tenido que hacer frente en los últimos dos años a una situación inestable. El malestar procedía de las heridas mal cerradas en el último congreso y de unas ejecutivas regionales controladas por la corriente crítica, gracias al sufragio universal de los más de 3.000 afiliados del partido. La elaboración de las últimas listas para las elecciones forales y municipales no fue precisamente una balsa de aceite y la exclusión de algunos dirigentes veteranos, por ejemplo en San Sebastián, ilustraba ese convulso mar de fondo. Pello Urizar se había comprometido a estar dos o tres años más en el cargo. El horizonte estaba ahora despejado después de sucesivas convocatorias electorales.
La renuncia de Pello Urizar obliga a Pello Urizar a ensayar un novedoso proceso de primarias que desembocará en la elección de un nuevo secretario general, aunque en los próximos días la dirección nacional pondrá en marcha el proceso de renovación interna con una asamblea nacional extraordinaria que designe un secretario general provisional.
Perfil socialdemócrata
El debate sobre su visibilidad constituye una reflexión histórica en EA. «Nuestro problema no es de espacio político, que lo tenemos, sino que tengamos los resortes para que se visualice que somos necesarios», sostiene un veterano, que recuerda discusiones casi bizantinas con el donostiarra Markel Izagirre, uno de los fundadores del partido fallecido en 2012, sobre el futuro de este proyecto y sus señas de identidad. El análisis que se efectúa en la dirección de EA es que la praxis parlamentaria, de EH Bildu por ejemplo, está en la misma sintonía posibilista que la que ha defendido esta formación a lo largo de los últimos años. Pero admiten que otra cuestión es cómo se percibe socialmente. Por ejemplo, en los estudios sociológicos del Deustobarómetro, la imagen pública que se asocia a EH Bildu en una escala de uno al diez, de derecha a izquierda, es más elevada que la que históricamente correspondería a una formación de perfil socialdemócrata.
La contradicción no es nueva. Ya en su día, cuando Begoña Errazti era presidenta del partido, los partidarios y los adversarios de la coalición con el PNV libraban un particular pulso, que se decantó el día en el que la Ejecutiva Nacional decidió, por la diferencia de un solo voto, no reeditar la coalición con los jeltzales. Aquella votación, que Errazti perdió contra todo pronóstico, inició un giro en la estrategia del partido. Errazti siempre vio la mano de Garaikoetxea detrás de este cambio y lo atribuyó a la tendencia que preconizaba y trabajaba en la sombra por un acercamiento con la izquierda abertzale.
Y es que los dirigentes de EA siempre tuvieron en mente su apuesta por fortalecer un polo soberanista de centro-izquierda el día que desapareciera ETA. Un objetivo desarrollado a fuego lento durante años que, a su juicio, también contribuyó al final de la violencia. La confluencia entre esos dos mundos no ha sido sencilla. Sobre todo porque, además del obstáculo clave de las armas, EA y la izquierda abertzale representan dos culturas políticas alejadas históricamente -el nacionalismo institucional y el rupturismo- que no desaparecen de la noche a la mañana.
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