Paqui Hernández: «Eduardo luchó por la libertad y por intentar salvar vidas, me moriré sin saber por qué le asesinaron»
«Siempre me he sentido muy orgullosa de mi marido y me daba muchísima rabia no poder decir abiertamente que era policía»
A. González Egaña
San Sebastián
Lunes, 17 de junio 2024, 06:29
ETA asesinó por última vez en Euskadi el 19 de junio de 2009, a los pocos días de la llegada del PSE a la Lehendaritza. ... Tres etarras colocaron una bomba en los bajos del vehículo de Eduardo Puelles, inspector de la Brigada de Información del Cuerpo Nacional de Policía en Bilbao, cuando se dirigía al trabajo. Estaba casado con Paqui Hernández y tenían dos hijos, Rubén, de 21 años, y Asier, de 16. Este miércoles, como cada aniversario, familiares y amigos se reunirán en su memoria en el mismo aparcamiento del barrio de Santa Isabel, en Arrigorriaga, donde le asesinaron. Allí le honrarán con una ofrenda floral. Su viuda sigue viviendo en la misma casa familiar, sigue teniendo los mismos vecinos y el mismo entorno, incluido el escenario del atentado, donde su marido aparcó el coche del trabajo la noche anterior. No era lo habitual porque Puelles acostumbraba a ir en tren cada mañana hasta la estación de Abando en Bilbao y de allí a pie a la comisaría de Indautxu. «Algún vecino lo vio, avisó a los etarras y esa misma noche colocaron la bomba para asesinarle», rememora Paqui Hernández.
–¿Este año también han preparado una ofrenda floral para recordar a su marido, Eduardo Puelles?
–Como todos los años. Será el mismo día 19 de junio a las siete de la tarde. Normalmente, quien se encarga de los preparativos es mi cuñado Josu (Puelles). Esperemos que este año no nos encontremos con el mismo problema del año pasado porque el Ayuntamiento de Arrigorriaga –gobierna EH Bildu– no hizo nada para despejar el lugar de vehículos durante los pocos minutos que dura el homenaje. Entre coches, colocamos las flores como pudimos en la jardinera que puse yo misma en su memoria. Ni sé ya cuántas veces la han roto o pintado.
–¿Cómo es su vida hoy?
–Dicen que el tiempo todo lo cura... Será para los demás. Yo voy viviendo día a día. Al levantarme cada día me digo: 'Un día más'. Voy aguantando el tirón. Después de todos estos años... A ver cómo lo explico... Hoy me puedo reír, pero no se me olvida que el proyecto de futuro que tenía me lo destrozaron. Han pasado 15 años y sigo sin entender su asesinato. Y como no lo voy a entender nunca, sé que me moriré con esa sensación de no saber por qué y para qué le mataron.
–Y eso pesa mucho...
–Mucho, muchísimo... Yo jamás voy a volver a ser la misma. Es verdad que ahora vivo un poco más tranquila, pero cuando escucho las noticias y veo que gente que ha hecho tanto daño está ahora en los ayuntamientos...
–Eduardo Puelles fue la última víctima mortal de ETA en Euskadi. ¿Muchas veces habrá pensado 'si el final del terrorismo hubiera llegado antes...'?
–Sí, la verdad es que sí. Pero así fue. No se puede volver atrás y eso me acompañará toda mi vida.
«Voy viviendo día a día. Hoy me puedo reír, pero no se me olvida que ETA destrozó el proyecto de futuro que teníamos»
–Vive en la misma casa donde compartía su vida con Eduardo. ¿Cómo lleva tener que salir del portal cada día y ver el lugar donde ocurrió la explosión?
–Es como que lo tengo asumido. Muchas veces voy paseando con mi perrita Luna y mis pensamientos me llevan hasta allí, recuerdo mi vida con Eduardo, pienso que ese lugar fue lo último que vio él... Antes me dolía, me dolía mucho, muchísimo. Ahora es como que el organismo, tu mente, se habitúa. Aprendes a vivir con ese dolor. Ha sido gracias a mi familia y a un matrimonio amigo y sus hijas y demás familia. Sobre todo ella, mi amiga Isabel, que es una persona increíble. Ha sido mi salvadora. Siempre digo que es mi hermana de corazón. La adoro.
–Sus hijos, Rubén y Asier, se hicieron policías como su padre...
–El mayor ya estaba pensando en ello antes y el pequeño tomó la decisión después de lo de su padre. Hay que respetarlo, pero sigo teniendo la sensación de que aquí no se puede hablar libremente de que mis hijos son policías o yo viuda de un policía nacional. Mi lema siempre ha sido vive y deja vivir. Yo jamás me he metido con nadie, ni mi marido tampoco. Eduardo lo único que hizo fue luchar por la libertad e intentar salvar vidas. Ahora las cosas han cambiado, pero ¿quién me dice que cuando las cosas no les vayan bien a esta gente, no vuelvan otra vez a las andadas?
–El día después del asesinato una manifestación multitudinaria –se emitió por primera vez en directo por ETB– recorrió Bilbao. Usted alzó la voz para reclamar justicia, dijo que estaba muy orgullosa de su marido y clamó: «Los asesinos no me van a ver llorar». ¿Cómo lo recuerda, se sintió arropada?
–Sí. Luego algunos dijeron que las viudas tenían que estar calladas. Se llegó a comentar que alguien me había indicado que hablara, pero no fue así. Juro por la memoria de mi marido que a mí nadie me dijo nada. Yo fui la que pregunté: '¿Puedo hablar?'. Porque tenía la necesidad, además, de darle las gracias a la gente que estaba allí. No esperaba la reacción que hubo y voy a estar agradecida toda mi vida. Durante un tiempo, además, había gente que me paraba por la calle en Bilbao y me daba su apoyo.
«Durante cinco años, mis hijos se quedaron sin padre y sin madre. Menos mal que al principio estuvo aquí mi madre»
–Aquellos primeros años fueron los más difíciles...
–Durante cinco años he sido una auténtica zombi, pero no porque estuviese medicada ni nada, sino porque yo no reaccionaba. De hecho, tengo lagunas. Hay cosas que he hecho y que no soy capaz de recordar. Mi amiga Isabel es quien me las recuerda. Durante cinco años, mis hijos se quedaron sin padre y sin madre. Menos mal que al principio estuvo mi madre –Olga falleció hace dos años– aquí conmigo.
–¿Qué recuerda del aquel último día con Eduardo?
–Llegó a casa como cada día. Me acuerdo que estaba muy ilusionado porque nos íbamos a ir de vacaciones a Conil los dos solos. Íbamos a dejar aquí a los chicos. El pequeño era la primera vez que se iba a quedar solo con su hermano... Yo estaba un poco con angustia y Eduardo me decía: 'No seas tonta, que no les va a pasar nada'. Él tenía toda la ruta preparada, era un crack para organizar y para todo. Yo le decía que era un multiusos. Recuerdo mucho las conversaciones que teníamos... Para mí era mi amigo. Era mi todo. Estábamos muy unidos.
–Y aquella mañana del 19 de junio todo se truncó.
–Sí. Él se levantó para ir a trabajar. Yo me quedé un rato más en la cama pensando qué iban a hacer esa mañana. Le pregunté: '¿qué hora es?' Y me dijo que eran las nueve menos cuarto... Cuando acabó de prepararse me dio un beso, me dijo: 'hasta luego', escuché la puerta cerrarse al salir y, de repente, oí una explosión. Pegué un bote de la cama, me fui derecha al balcón, me asomé... Con la angustia en el estómago salí fuera al rellano y vi aquello... Yo ya sabía que era mi marido. Empecé a llamar por teléfono a la comisaría, a su móvil. Venga a llamar, venga a llamar... No me cogían, pero yo ya sabía que era él. Eduardo solía ir en tren, pero ese día se trajo un coche del trabajo. Era un coche que al que además le acababan de cambiar la matrícula. Alguien puso la bomba esa misma noche. Le estaban vigilando. Yo creo que algún vecino le vio llegar, vio dónde aparcaba y avisó. Siempre he sospechado eso. Enseguida bajé a la calle, en zapatillas de casa. Yo gritaba que era mi marido, pero la gente me decía que no, que parecía un ajuste de cuentas por un tema de droga. Pero yo insistía en que era él... No me dejaron pasar. Luego llegó mi hijo mayor que no había dormido en casa. Le había avisado un amigo. Clavó el coche al comienzo de la calle y salió, yo le vi que iba lanzado y le pegué un grito: '¡Rubén, no, no vayas!'. Paró en seco, me miró... No quería que le viera, que tuviera ese recuerdo. Aunque yo creo que al final algo ha podido ver tiempo después, porque hay fotos y al ser policía....
«Tras la explosión vi llegar a mi hijo lanzado y le pegué un grito: '¡Rubén, no, no vayas!'. Paró en seco y me miró... No quería que se quedara con ese recuerdo»
–¿Hablaban de que podía pasar algo así?
–Eduardo y yo sí. Siempre le decía que si alguna vez salía en una lista de ETA que por favor nos marcháramos. Le decía: 'Primero es tu vida, antes que nada. A mí todo lo demás me importaba un pimiento'. Yo lo que quería era que él estuviese vivo. Siempre tuve miedo, pero porque siempre me he sentido muy orgullosa de mi marido y me daba muchísima rabia no poder hablar abiertamente y decir que mi marido era policía y que lo único que hacía era el bien. Mi marido llevaba pistola, pero no la usó nunca. Él lo que hacía era evitar que pasaran cosas. La gente sabía que era policía, pero no sabían exactamente el cargo que tenía. No lo sabía ni la familia, salvo yo.
–¿Sabe qué ha pasado con los autores del atentado?
–Sí, sí, por supuesto, ya los han acercado. Eso es una auténtica vergüenza.
–¿Le gustaría tenerlos delante y preguntarles algo?
–No. Me destrozaron la vida y a mis hijos los dejaron sin padre. Lo que siento es una rabia inmensa. Yo creo que en estos casos en los que hay delitos de sangre no deberían ver nunca más la luz del sol.
–¿Cómo le gustaría que se recordara a su marido?
–En lo personal puedo decir que ha sido un buen hijo, un buen hermano, marido, padre y muy buen amigo. En lo profesional, creo que ha sido un muy buen compañero. Ha sido buena persona y además es que se ha dejado la vida por la libertad, para que no asesinaran a nadie, para que hubiera una convivencia digna para todo el mundo. Pero ETA no le dejó seguir ese camino. Lo único que quiero es que no se olvide lo que esta gente ha hecho y que no se olvide a mi marido. Y sobre todo que todo aquello no se vuelva a repetir.
ETA puso bajo su coche una bomba lapa de kilo y medio de explosivo
El inspector de la Policía Nacional Eduardo Puelles, de 49 años y nacido en Barakaldo, arrancó el motor para dirigirse a su trabajo en la comisaría de Indautxu, en Bilbao. El coche apenas recorrió unos metros. La bomba iba adosada a los bajos, a la derecha, junto al depósito de gasolina. Estaba cargada con kilo y medio de explosivo que acabó con la vida del inspector. Los etarras Íñigo Zapirain, Daniel Pastor y Beatriz Etxebarria fueron condenados por este atentado.
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