Una mesa tripartita creada para reactivar el diálogo con ETA
El foro de Loiola se puso en marcha ante la crisis profunda en la que se encontraban las conversaciones de Ginebra y Oslo
Alberto Surio
San Sebastián
Domingo, 26 de mayo 2024, 06:44
La botella de champán estaba ya guardada bien fría en la nevera de la casa Arrupe, junto a la basílica de Loiola, pero al final ... no se abrió para festejar nada porque, contra todo pronóstico, no hubo acuerdo definitivo. Lo que parecía posible el 31 de octubre de 2006 -que podría significar el precedente de un nuevo acuerdo político que integrase a la izquierda abertzale en el juego democrático- se desbarató por un desacuerdo final tras la decisión de la izquierda abertzale de cambiar el contenido a última hora para recibir, según explicaron, más garantías. PNV y PSE interpretaron que tras este giro estaba ETA.
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El preacuerdo recogía algunos principios que podrían reaparecer en cualquier mesa de negociación sobre el futuro de Euskadi, pero respondía a un contexto político e histórico determinados. Loiola se organizó porque el diálogo ETA-Gobierno estaba muy tocado, amenazaba naufragio, no avanzaba y se pensaba que si el carril político empezaba a dar frutos, el 'técnico' no se paralizaría. Es decir, aquella experiencia fue posible porque respondía a un empeño, forzar el final de ETA. Se tenía la constancia de que en la izquierda abertzale existían serias contradicciones internas. De hecho, el asunto suscitó un serio debate en el seno del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, porque el mismo Alfredo Pérez Rubalcaba temía que pudiera interpretarse que se activaba el carril político antes que el 'técnico', y podría complicar el relato de que el proceso de diálogo para el final del terrorismo no estaba basado en concesiones políticas. Pero buena parte del contenido de aquellas conversaciones se había ido desgranando años antes en los diálogos mantenidos entre los socialistas Jesús Eguiguren y Francisco Egea con Arnaldo Otegi en el caserío Txillarre de Elgoibar.
El preacuerdo establecía que el único ejemplar del mismo se depositara oficialmente en el Vaticano
La mesa alumbró un preacuerdo inédito que muchas veces ha sido invocado como el embrión de un movimiento que podría tener consecuencias en un futuro. El socialista Rodolfo Ares se mantenía en constante contacto con Pérez Rubalcaba. Cuando Eguiguren se ausentó por algunos de sus viajes a Ginebra para hablar con los interlocutores de ETA fue sustituido por el socialista vizcaíno José Antonio Pastor.
El preacuerdo señalaba en su redacción original que sólo existiría un ejemplar que sería depositado en el Vaticano de manera oficial.
Eguiguren resalta que la clave de aquel proceso fue el contexto: había que facilitar desde la política el final del terrorismo
A última hora la izquierda abertzale endureció algunos aspectos. Según explicaron posteriormente, querían clarificar aspectos que podrían resultar demasiado ambiguos. Jeltzales y socialistas creyeron que fue ETA la que bloqueó el acuerdo final al avalar las nuevas exigencias: un referéndum en Euskadi y Navarra en el plazo de dos años para aprobar un nuevo Estatuto. El método seguido hasta entonces saltaba por los aires. PSE y PNV se negaron en rotundo al cambio por lo que suponía de ataque «a la institucionalidad» que «como abertzales y demócratas no podemos aceptar», afirmó Imaz.
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Loiola moría antes de hacer y el champán seguía en la nevera. Para Eguiguren, la clave de aquella negociación era el contexto del momento: la necesidad de terminar con la violencia, de facilitar desde la política el final del terrorismo de ETA y de generar un clima de confianza recíproca para asentar un escenario de estabilidad que no había sido posible forjar en Euskadi desde el inicio de la Transición. Logrado el fin, la desaparición de ETA, en su opinión, este preacuerdo carece ya del mismo sentido que tuvo en su génesis.
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