Joseba Egibar, este viernes en Lazkao. De la Hera
Opinión

El final de las certezas

Egibar quiere que su relevo natural al frente del GBB no trastoque el equilibrio de fuerzas en el seno del PNV

Alberto Surio

San Sebastián

Sábado, 19 de octubre 2024, 00:11

El relevo de Joseba Egibar al frente del Gipuzko era ya un secreto a voces. En noviembre cumple 65 años y ha entendido que le ... toca jubilarse, aunque eso no suponga que se retire de la política. Egibar se quita el brazalete de capitán pero nunca dejará la política. Lo lleva en la sangre desde muy joven. Pero su marcha abre una nueva etapa. Deja atrás un importante legado político que comenzó con la reconstrucción del PNV en Gipuzkoa después de la escisión y prosiguió también con la dinámica de Lizarra y el fin de ETA.

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Ha llovido mucho desde entonces y Egibar ha sido testigo del cambio espectacular en la sociedad vasca que ha afectado a todos. En ese contexto su salida es una operación lógica y un recambio natural porque, en realidad, su influencia política ya venía menguando en los últimos tiempos en un partido en el que la dirección nacional, el EBB, tiene la última palabra en temas estratégicos aunque se permite al GBB tener su espacio de poder territorial. Llega también el momento de los balances. Los últimos resultados en las elecciones forales y municipales del PNV han encendido las luces de alarma. En la Diputación, los jeltzales salvaban los muebles con el pacto con el PSE tras las elecciones de 2023. Pero la marea creciente de EH Bildu les supone una amenaza, sobre todo en los ayuntamientos. Un aviso que pone en peligro su hegemonía en el territorio. Esta radiografía deja algunas asignaturas pendientes que Egibar no ha logrado aprobar.

Se podrá compartir o no sus tesis pero hay que admitir su carisma. Ha sido un político con chispa y con alma, y ha entendido la política como un compromiso las 24 horas. Esta defensa en un momento en el que los valores comunitarios están bajo mínimos es meritoria.

Egibar ha jugado un rol y se ha envuelto en una bandera de firmeza soberanista que le ha resultado especialmente rentable y que le ha llevado a asumir una leyenda y un estereotipo y que ahora le lleva a defender a toda costa la relación de fuerzas en el seno del partido, es decir, por simplificar, que los más soberanistas no cedan espacio a los más pactistas. Él alega que su hoja de ruta es el sentimiento abertzale y el euskera. Se rebela frente a quienes ven un desfondamiento en Euskadi de lo identitario. Pero los cambios sociales en Euskadi también han llegado al PNV. No se trata solo de un desplazamiento generacional. También de una forma de vivir la política o la militancia. Es el final del tiempo de las certezas absolutas y el PNV de Gipuzkoa también necesita un nuevo relato que emocione.

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