La victoria del PP en Galicia ha supuesto todo un revulsivo para el proyecto de Alberto Núñez Feijóo, que no andaba muy sobrado de fuerzas. ... Los resultados cosechados el domingo por Alfonso Rueda, un hombre discreto formado a la sombra del presidente popular, tienen un innegable efecto vitamínico, casi energético, para el mismísimo Feijóo, quien de manera incomprensible se enredó en la tela de araña de la amnistía y del indulto condicionado a Puigdemont. Unas reflexiones, horas después matizadas pero no desmentidas, que volvieron a cuestionar las extrañas maniobras en las que a veces se autoatrapa el presidente del PP. Ya le pasó en la campaña de las elecciones de las generales y en Galicia volvió a sufrir un peligroso flato político.
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Los electores gallegos votaron en clave autonómica y no castigaron el resbalón sufrido por Feijóo una semana antes de concurrir a las urnas. La amenaza de que el BNG pudiera romper la hegemonía popular espoleó a los votantes conservadores para ahuyentar en las urnas la opción izquierdista. Y también salvó del precipicio al mismísimo Feijóo, a quien más de uno –o una– dentro del partido esperaba para ajustar cuentas. Y es que desde la caída de Pablo Casado, el PP vive con ansiedad su escalada hacia el poder, y cada vez se palpa menos sosiego en alcanzar ese legítimo objetivo.
Después de respirar aliviado tras el triunfo gallego, Feijóo, que ha podido comprobar que los efectos colaterales de ese resbalón han sido mínimos, deberá explicar en primera persona cuál es su planteamiento sobre la amnistía y los indultos a los condenados para el procés. En una reciente entrevista a este periódico Feijóo llegó a verbalizar que si la legislatura colapsa –por la ley de amnistía o por la no aprobación del presupuesto– podría activar una moción de censura. Y otra vez Puigdemont tendría la llave de casi todo.
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