El presidente Sánchez seguirá como tal en la Moncloa después de haber mantenido una inédita reflexión sobre su futuro político, encerrado a cal y canto ... durante cinco días entre los muros de su residencia gubernamental, sin que nadie supiera nada del jefe del Ejecutivo español durante ese tiempo. La salida de esta crisis personal de Sánchez, sobrevenida tras la apertura de unas diligencias judiciales a su mujer Begoña Gómez, debe situar al propio presidente y a su equipo más cercano en un obligado escrutinio de los posibles errores que se han cometido para colocar al país en una situación de estrés tan atípica como inexplicable. Sin duda alguna, habrá un antes y un después en la era Sánchez tras mostrarse el presidente visiblemente vulnerable cuando su ámbito familiar ha sufrido el cerco de la oposición por unas acusaciones de dudosa consistencia que quizá no fueron rebatidas ni rectificadas públicamente en su día desde Moncloa con la eficacia y energía que merecía el caso.
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Habrá que aprender bien la lección de este extraño episodio que ha tenido a la política española paralizada durante 120 horas y que ha colocado en el ojo del huracán al propio PSOE y a sus cuadros dirigentes, que no han podido disimular su confusión ni angustia en Ferraz al ver que su máximo líder se retiraba temporalmente para meditar su futuro. Un amago de espantada, rectificada ayer en las escalinatas de Moncloa, que se produce meses después de haber conseguido una investidura casi imposible y con una ley de amnistía que ha tensado las cuadernas institucionales. Sánchez se queda, pero en cierta manera ha mostrado ante sus rivales una debilidad que nunca antes había aireado tan públicamente. Sus compañeros de partido le han convencido en la calle, pero Sánchez no puede repetir esta suerte de estrafalario envite porque el país necesita estabilidad y certidumbre.
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