Gorka Landaburu (Periodista): «El atentado me mutiló, pero reforzó mis convicciones de no callar nunca ante ETA»
Gorka Landaburu | Periodista herido en un atentado hace 20 años ·
«¿Cómo voy a olvidar yo lo que me hizo ETA hace 20 años, si he tardado cinco minutos en atarme los botones de la camisa para ir a esta entrevista?»El periodista Gorka Landaburu se considera una víctima «privilegiada». Sobrevivió el 15 de mayo de 2001 a la explosión de una carta bomba de ... ETA que estalló en sus manos cuando la abría en el despacho de su casa en Zarautz. Desde una cama de hospital le dijo a ETA que le había «mutilado, dejado ciego de un ojo y con cicatrices», pero que no se iba «a callar». Y lo ha cumplido. Hoy, 20 años después, recién jubilado de su responsabilidad de director de la revista Cambio 16, remarca que «el atentado tuvo el efecto contrario porque reforzó mis convicciones de lucha por la libertad y la democracia, y de no callar nunca ante ETA».
-¿Cuánto pesa el recuerdo de aquel 15 de mayo de 2001?
-Lo recuerdo como si fuera ayer, eso es inevitable. Han pasado 20 años, pero la memoria se mantiene. No es que procures olvidar, sino que intentas vivir, seguir viviendo. Es un peso que tendré siempre y que cuando aparece el recuerdo me viene a la cabeza el momento en que abro el paquete bomba y esa explosión que ilumina todo mi despacho y digo: ¡Me han pillado!
-¿Pensaba que podían ir directamente a por usted?
-Yo ya sabía que estaba en las listas. Unos meses antes, estaba en la Puerta del Sol, venía de la redacción de Cambio 16 en Madrid, y me llamó (Ángel) Acebes. Me dijo: «Gorka, ¿dónde estás? Soy el ministro del Interior». Me quedé sorprendido. Le expliqué que estaba en Madrid. «¿Cuándo vuelves a Zarautz?». Volvía al día siguiente. «A primera hora, ve a la comisaría de la Ertzaintza, te van a poner un escolta», me anunció. Era el año 1999.
-¿Qué pensó en ese momento?
-Te quedas en blanco. Me dijo que mi nombre estaba en unas listas que habían incautado a un comando en Francia. Volví a Zarautz, fui a la comisaría y un ertzaina me explicó lo que había que hacer, aunque anteriormente ya nos habían avisado de que teníamos que mirar debajo del coche... Y lo hacíamos. Había un señor allí, Juan Carlos, de Madrid, que fue mi primera escolta durante año y pico hasta el atentado. Es ahí cuando te das cuenta de que tu vida y la de tu familia cambia. Aunque estábamos acostumbrados, sabíamos lo que era ETA, habíamos vivido el exilio...
-El exilio en París.
-Viví 20 años en el exilio, mi padre tuvo que salir de Euskadi por culpa de Franco y murió en el exilio. Todos los hermanos nacimos en París y volvimos al final del franquismo. El día del atentado pensé: 'A mí no me llevan al exilio de nuevo'.
«Me desperté de la anestesia y vi a mi mujer y a las viudas de Jáuregui y De Lacalle y les dije: 'Por qué lloráis si estoy vivo?'»
-Las heridas físicas se han ido curando con el tiempo, ¿pero las del alma, cómo las lleva?
-Tengo cinco dedos de las dos manos mutilados, estoy ciego del ojo izquierdo, he perdido audición y tengo muchas cicatrices. Eso se cura. Tuve una rehabilitación bastante larga porque las manos se me quedaron paralizadas. Tuve que aprender a escribir de nuevo. Ya no puedo jugar a pala, no puedo agarrarla y soy muy mal zurdo. Eso sí que me duele en el alma... Pero yo soy una víctima privilegiada, no soy una víctima del anonimato como hay tantas. Soy periodista, tengo micrófono, puedo escribir y nunca me he callado. Sigo pensando lo que dije tras el atentado: «Me habéis mutilado las manos, me habéis dejado ciego de un ojo y con cicatrices, pero no me voy a callar. Os habéis equivocado porque soy periodista». Mi atentado en vez de achicarme, produjo el efecto contrario, me reforzó mis convicciones de no callar nunca ante ETA. Tengo la inmensa suerte de haber sobrevivido a un atentado que me tenía que matar porque aquella carta llevaba 120 gramos de dinamita.
-Desde el primer momento recibió el apoyo de otras víctimas.
-Así es. Cuando me desperté de la anestesia después de cuatro horas de operación, vi a mi mujer, a Maixabel (Lasa) y a Mari Paz (Artolazabal) -las viudas de Jáuregui y De Lacalle- y lloraban como magdalenas. Les dije: '¿Por qué lloráis, si estoy vivo? Yo estoy vivo'. No se me olvida un día que estaba en la plaza Musika, en Zarautz, con mi hermano Ander, también periodista, y con José Luis López de Laca-lle. Nos dijo: «Cuidaos, que vienen a por nosotros». Le dijimos: «Bueno, José Luis, tranquilo». A los quince días le mataron...
«Me hacían pintadas delante de mi casa, dianas en el portal, corbatas negras en el buzón, cócteles molotov...»
-¿Aquel sobre bomba no había sido su primera amenaza?
-Me mandaban pasquines que decían «lumadun txakurra», me hacían pintadas delante de mi casa, dianas en el portal, corbatas negras en el buzón, llamadas durante meses y meses, cócteles molotov... Y yo pensaba: 'A mí nadie me da lecciones ni de nacionalismo ni de abertzalismo ni de lo que es la libertad o la democracia'. Nací en Francia, sabía lo que era la libertad y el nacionalismo. Mi padre era del PNV, era vicelehendakari, los 'aberri egunas' los celebrábamos en París en los años 50 y 60. Yo tenía la ikurriña en el biberón... ¿Y estos chiflados me van a dar lecciones a mí y a mi familia de lo que es y lo que representa Euskadi? Lo único que me falta, que no me han contestado, es ¿por qué?
-Usted se reunió en la cárcel de Nanclares con algunos presos disidentes de ETA...
-Estuve en Nanclares con siete u ocho presos, hablamos dos horas y pico a calzón quitado. Allí estaban Urrosolo (Sistiaga) y Carmen (Gisasola). Hablamos sobre la inutilidad de la violencia, hicieron autocrítica, me explicaron por qué habían cambiado. Al final se levantaron Luis Carrasco e Ibon Etxezarreta y me dijeron: «Somos Ibon y Luis, formamos parte del comando que te mandó la carta bomba, pero no participamos directamente en la acción y te pedimos perdón». ¡Me quede...!
-¿Obtuvo la respuesta al por qué?
-Me explicaron que formaban parte de toda una dinámica, que cuando tú entras en ETA vas y recibes órdenes... Me decían: «Somos culpables, pero no los únicos». Porque ahí estaba la organización que era la que ordenaba. Yo les decía que entrar en la organización era muy fácil, pero salir de ella estando en la cárcel y cuando ETA estaba todavía activa era muy complicado. La prueba es que todo el mundo dejó de lado la vía Nanclares, empezando por Rajoy, los partidos e incluso el Gobierno Vasco. Y la izquierda abertzale, que no quería ni hablar de los traidores a la causa vasca, entre comillas.
-Usted es de los que habla de estas cosas abiertamente incluso con gente de la izquierda abertzale. ¿Le ha llegado a decir algo a Arnaldo Otegi a la cara?
-Me gustaría estar un día con Otegi, le voy a proponer una cita, ahora no se puede por el Covid, pero ya se hará en su momento.
-¿Qué le dirá?
-Le diré: ¿Por qué todo esto, por qué tanto sufrimiento? La segunda pregunta: ¿Qué habéis conseguido? Nada. Y la tercera: ¿Dónde está la autocrítica? Pero no una autocrítica del comunicado de rigor, sino una autocrítica de lo que ha pasado, de la historia, de por qué hemos llegado a esta historia. La autocrítica es sana, pero no la pueden hacer todavía porque renunciar a todo un pasado de 40 años es muy difícil. ¿Cómo le explicas a un señor que sale de la cárcel que todo esto no ha servido para nada? ¿Cuál es la aportación que ha hecho la izquierda abertzale en este país en estos 40 años, desde el Estatuto de autonomía?
La izquierda abertzale lleva una mochila muy cargada y la tendrá que descargar. No puede pretender que el tiempo lo borrará todo»
-¿Las víctimas necesitan algo más que ese comunicado que cita?
-Necesitamos algo más, efectivamente. En los estatutos de Sortu dicen que repudian la violencia, evidentemente es lo que pedía la justicia para la legalización. Otegi dijo una frase que para mí es tremenda: «Hemos cambiado de estrategia». ¿Eso qué significa? ¿Que la estrategia anterior, la de las armas, era válida? Creo que la izquierda abertzale tiene una mochila muy cargada y que la van a tener que descargar. No pueden pretender que el tiempo lo va a borrar todo. Hay que mantener la memoria. Lo que estamos contando no es para vengarnos, hay que seguir trabajando para la convivencia. En la vida sin un gran retrovisor jamás haremos las cosas bien y creo que a Euskadi le falta un gran retrovisor que se llama memoria.
El reconocimiento
-¿Esa autocrítica llegará?
-Quizás soy ingenuo, pero espero que un día pueda llegar. La tendrán que hacer porque hay que seguir avanzando con respeto y empatía, pero sin olvidar. ¿Cómo vamos a olvidar? ¿Cómo voy a olvidar yo lo que me hizo ETA, si he tardado cinco minutos en atarme la camisa para venir aquí a esta entrevista, porque no había nadie en casa que me pudiera atar? Ellos tienen una fuerza política inestimable, pero contemos la verdad. Porque si ETA existió durante 50 años es porque tenía un brazo político, no digo todos sus votantes, pero muchos trabajaron para ETA.
-¿Por qué cree que les genera tanto problema decir 'fue injusto'?
-Porque es muy complicado reconocer el fracaso de ETA. Es muy difícil explicar que todo lo que se ha hecho, los cientos de muertos, miles de heridos, de gente amenazada, no ha servido para nada y ha causado sufrimiento en su propio campo. ¿Cómo explicamos eso ahora? La izquierda abertzale se tiene que desnudar. Deben reconocer que matar estuvo mal, que se equivocaron en la lucha terrorista, palabra que no usan ellos, pero fue terrorismo. Y que no justifiquen sus propias vergüenzas con las vergüenzas de los demás como la guerra sucia, los GAL, la tortura, que por cierto muchos hemos condenado desde el principio.
-¿Le molestan los 'ongi etorris' públicos a expresos de ETA?
-Me parece una vergüenza, es indecente. Al Foro Social le suelo decir que ética y moralmente, eso no se puede hacer. Que los hagan en su 'arrano' de turno, o en su casa.
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