El espíritu de San Millán
EL FOCO ·
El presidente del Gobierno fue en su juventud un pundonoroso jugador de baloncesto en la prestigiosa cantera del Estudiantes madrileño. En la mítica cancha del ... instituto Ramiro de Maeztu aprendió a no dar un partido por perdido hasta que sonara la bocina final. Y en la noche del jueves al viernes Sánchez volvió a echar mano de aquel carácter estudiantil para lograr 'in extremis' un acuerdo con el lehendakari Urkullu. El órdago del lehendakari en funciones iba en serio y su portazo a la Conferencia de Presidentes parecía irreversible ante el incomprensible silencio que le dispensó Sánchez a sus reiteradas epístolas para que la comisión mixta del Concierto acordara el techo de la deuda para Euskadi.
Cuando parecía todo perdido, Sánchez ordenó jugar el último balón del acuerdo y consiguió la simbólica canasta que le abría la llave a que Urkullu asistiera en el último minuto a la cumbre de San Millán de la Cogolla. En Moncloa no se concebía la ausencia de Urkullu, cuyo partido, el PNV, es socio preferente del Gobierno y negocia la reedición del bipartito en el Ejecutivo vasco. La elección de San Millán de la Cogolla, cuna del castellano y del euskera, no era casual. Y al final, tanto Sánchez como Urkullu enhebraron un acuerdo que llegó tarde. Moncloa tendrá que hacer examen de conciencia para evitar estos desenlaces taquicárdicos que tensan innecesariamente la cuerda entre las partes.
El despliegue monclovita de las últimas horas fue excepcional. El donostiarra Iván Redondo, jefe de gabinete de Sánchez, estuvo en todo momento intentando acercar posturas con el PNV, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, entró en permanente contacto con el consejero Azpiazu y al final Sánchez y Urkullu cerraron el acuerdo. San Millán de la Cogolla obró el milagro pero de los errores humanos habrá que aprender en el futuro.
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