Cuatro pulsos y unas elecciones

PNV-EH Bildu. El nacionalismo vasco se sienta a la mesa de estas elecciones como las familias en las cenas de Navidad: con la mecha de la bronca presta para encenderse en un ambiente que viene caldeado. La última chispa ha prendido a cuenta de la comisión Euskadi-Madrid para traspasar tres competencias convocada en coincidencia con el arranque de la campaña. La denuncia de la cita ante la Junta Electoral evidencia que EH Bildu ha decidido llevar su combate con los jeltzales a todas las esquinas de un ring limitado durante años a la violencia y el soberanismo y en el que ahora entran desde la gestión de las políticas públicas a la influencia en Madrid. Ni contigo ni sin ti, a los peneuvistas les cunde presentarse como los garantes del orden y la previsibilidad frente a un independentismo de izquierdas que aspira ya a pescar más allá de sus caladeros históricos. Ni contigo ni sin ti, EH Bildu busca ser identificada como la única alternativa a la hegemonía jeltzale una vez diluido el temor a sufrir el 'sorpasso' de Elkarrekin Podemos. Los duelistas han acerado tanto su pulso que han ido achicando el espacio disponible para el resto de contendientes. Al PNV le blindan su tirón como primera fuerza del país y, sobre todo, una capacidad de pacto aún fuera del alcance de la izquierda abertzale contaminada por su pasado connivente con ETA. Pero como en el bolero, la distancia es el olvido.

EH Bildu-Podemos-PSE. La bandera de un tripartito de izquierdas desconocido en la trayectoria democrática vasca representa hoy un señuelo para advertir al PNV de que no tiene el monopolio ni del poder ni de las alianzas. Pero más allá de ese placebo, el 'pacto rojo' tropieza con dos escollos: su mera mención incentiva la competencia entre las tres siglas que pugnan por las habas contadas del electorado en Euskadi y alimenta la explotación ventajosa por el PNV del 'todos contra mí'. La candidata de Elkarrekin Podemos, Miren Gorrotxategi, no ceja en la defensa de la entente de izquierdas como eje de su campaña obligando a EH Bildu y al PSE, cada uno con sus estrategias, a marcar distancias. Pero el argumentario de los 'morados' se topa a su vez con que el partido le aprobó sus últimos Presupuestos a Urkullu y que el Gobierno Sánchez-Iglesias necesita el concurso de los jeltzales.

PNV-PSE. Las encuestas vaticinan que ambos sumarán la mayoría absoluta de la que ahora carecen, en un trance -el de la pandemia- en el que Urkullu se ha afanado en afianzar su liderazgo confrontándolo con el 'mando único' de Sánchez y los socialistas vascos han tenido que salir al paso. Que también lo hayan hecho, por boca de Denis Itxaso y Eneko Andueza, sobre el informe de la CIA que vincula al expresidente González con los GAL refleja la necesidad del PSE de delimitar un terreno de juego propio en Euskadi. Los sondeos pronostican que Mendia y los suyos recobrarán parte del voto 'fugado' a Elkarrekin Podemos. Un rescate que no se atisba en esa bolsa de sufragios flotantes de la socialdemocracia vasca que se han ido filtrando, elección a elección, hacia las filas del PNV.

El PP consigo mismo. Como las perspectivas de los populares vascos apuntaban a la debacle tras la tormentosa renuncia de Alfonso Alonso y la 'reaznarización' de su mensaje, la única ventaja que tiene ante sí Carlos Iturgaiz es que cualquier escrutinio que no sea un desastre puede maquillar la apuesta de la coalición con Ciudadanos. Aplicando aquí también el símil del ring electoral, el PP corre el riesgo de asemejarse en esta campaña a ese boxeador solitario y aturdido que lanza golpes a diestra y siniestra sin llegar a hacer mella en ninguno de sus rivales.