La tocada moral de la tropa
Sánchez opta por resistir y capear el temporal con la idea de confrontar con PP y Vox , y movilizar así a los suyos
El capitán no se desentiende cuando viene mala mar y hay que salvar el rumbo». Pedro Sánchez recurría ayer a esta metáfora marinera para expresar ... su apuesta de resistencia en un momento crítico, con el escándalo Cerdán aún abierto en canal y sin saber si realmente puede ir a mayores en los próximos días en función de la investigación puesta en marcha, lo que tiene al socialismo español con el alma en vilo. «Tengo el corazón tocado pero mi determinación sigue intacta». Resistencia y resiliencia, según ha dicho, por responsabilidad para «mirar hacia adelante». El mensaje de Sánchez –ha venido a decir 'no me rindo'– busca el cierre de filas interno en un contexto de máxima tensión ante el Comité Federal.
De hecho, la renuncia de última hora de Francisco Salazar a incorporarse a la dirección federal como secretario de Acción Electoral y adjunto a Organización, tras una denuncia de extrabajadoras de Moncloa por comportamiento 'inadecuado' y acoso, eclipsaba la apertura de un cónclave que pretendía precisamente proyectar un revulsivo al Partido Socialista. Se ponía de manifiesto, además, lo difícil que resulta dar la vuelta a un escenario que parece marcado por el pesimismo por mucho voluntarismo que impere en quienes exploran cómo acertar con la tecla del reseteo. Difícilmente el debate de ayer en el Comité Federal del PSOE encuentre una salida al laberinto. La credibilidad está muy desgastada y esto no depende ya de discursos retóricos más o menos brillantes. Tampoco lo pretendía. Se trataba de inyectar ánimo y moral a los suyos en un momento de una fuerte depresión interna que, de entrada, requiere cierta terapia colectiva. Sánchez quiere encapsular los comportamientos corruptos y machistas en unos pocos, que reconoce le han 'traicionado', pero el daño reputacional al PSOE es enorme y va a costar tiempo suturar el boquete. Y lo ha hecho envuelto en una bandera, la de la 'voluntad de hierro'. Hasta ahora le ha funcionado. Pero la gravedad de lo ocurrido no le garantiza que pueda seguir siendo eficaz.
El escándalo del caso Cerdán ha sumido a la militancia del PSOE en una enorme crisis de ansiedad que necesita más que medidas estéticas para taponar una herida bien profunda. La decisión de Salazar de renunciar a la Ejecutiva y a su trabajo como asesor del presidente pone de manifiesto la gran fragilidad interna que atraviesa el partido, con una militancia desconcertada que pide actuaciones enérgicas, un secretario general que anuncia medidas contundentes, una necesidad de ser ejemplarizantes, una opinión pública descreída y una sensación de cacería en la que pueden pagar justos por pecadores y en la que se mezclan verdades y mentiras. A estas alturas ninguna salida es buena.
El presidente intenta insuflar el ánimo interno con el traje de campaña para librar una feroz disputa
En este contexto, sin una cuestión de confianza a la vista y sin saber si realmente se mantiene en pie la mayoría que hizo posible la investidura, Sánchez busca desesperadamente encontrar un asidero que le permita mantener su proyecto a flote, aun cuando es muy consciente de que debe luchar a brazo partido y contra corriente frente a una sensación de fin de ciclo con factores que inducen a pensar en una lenta agonía. Todo es factible, hasta incluso un Gobierno en minoría del PSOE si finalmente Sumar decide irse del Ejecutivo y los aliados dejan de respaldar al gabinete. Se percibe una especie de 'huida hacia adelante' en la que el presidente lo fía todo al cuerpo a cuerpo con «la coalición de ultraderecha» frente al peligro ultra que amenaza al mundo y los riesgos para el Estado de bienestar «si gana la ola reaccionaria». Las próximas semanas se comprobará si hay ya indicios de descomposición o si los aliados, que están en una posición muy exigente, están también por unas nuevas elecciones. Dependerá, en buena medida, de la intervención de Sánchez en el Congreso el 9 de julio. Pero ya no va ser suficiente un listado concreto de medidas de regeneración, por imprescindibles que resulten para limpiar la vida pública.
Sánchez lo dejó ayer claro. Va a pelear hasta el final y no se va a rendir. Lo hace, asegura, por compromiso y responsabilidad. Ata la suerte del PSOE a su suerte política y personal en un ejercicio que encierra peligros. Quizá sea su última carta antes de inmolarse en una batalla que será feroz. Ayer mismo se puso ya el traje de faena, parecido ya al de la campaña que el PP lleva tiempo ejerciendo. Combate frontal, con fuego a discreción. A veces, fuego amigo, que hace más daño.
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