Redes sociales y políticas: ¿Ágora o Farándula?
En el siglo XIX Inglaterra dominó el mundo gracias a las vías de navegación planetarias, esas que en la actualidad representa el universo Internet
La dimensión geopolítica de Internet cobra hoy día un impacto y una proyección social cada vez más relevante. La comunicación se ha convertido en una ... materia prima estratégica, porque el control de Internet otorga al poder que lo ejerce una ventaja estratégica decisiva. Cabe recordar que en el siglo XIX Inglaterra dominó el mundo gracias al control de las vías de navegación planetarias. Salvada la distancia, la metáfora histórica revive en el presente, a que quien domina Internet domina y crea opinión local, regional y mundial.
Las redes sociales están en permanente ebullición y esta nueva cultura digital podría, caso de toda su enorme potencialidad fuese bien utilizada, llegar a generar una ola de regeneración social, un impulso de fuerza política que lograra poner en conexión a los movimientos políticos y a la sociedad civil; sin embargo, y por desgracia, asistimos a otra dimensión menos edificante en su empleo.
Frente al gregarismo y a la visión tribal que caracteriza hoy día a la política, cabe afirmar que la independencia y la libertad de criterio, de pensamiento o de opinión se ha de medir no tanto por la capacidad de incomodar a quienes te son contrarios como a quienes te son favorables. A esta reflexión, formulada con acierto por parte del escritor Muñoz Molina y que condensa la esencia de los tiempos que corren en la política, se suma la evidencia de que sus protagonistas viven presos del impacto y la notoriedad en las redes y se olvidan con frecuencia de su cometido principal: encauzar y tratar de resolver los problemas sociales.
¿Cómo encontrar soluciones cuando la mediación intelectual parece no tener espacio en un contexto de cultura de masas que pasa más por la red que por la academia?; con demasiada frecuencia los universitarios nos preocupamos más de que nuestras ideas suenen originales a que sean útiles. Vivimos momentos de confusión y de desconcierto, un contexto en que la dictadura del Tuit impone su ley y todo intento de mediación intelectual queda difuminada; en realidad internet y las redes determinan hoy el tejido cultural que da paso al populismo; la hegemonía cultural se gesta en la red; en esta era de populismo se buscan y parecen ser más útiles modelos de «influencers» con predicamento en las redes sociales que actúen más como activistas que como referentes ideológicos.
Como ha destacado Ignacio Ramonet la dimensión geopolítica que representa Internet es brutal: la comunicación y la información de ella extraída es hoy día una materia prima estratégica; el control de Internet otorga al poder que lo ejerce una ventaja estratégica decisiva. Si nos remontamos al pasado y buscamos analogías, cabe recordar que en el siglo XIX Inglaterra dominó el mundo gracias al control de las vías de navegación planetarias, ésas que en la actualidad viene representada por esa gran red de redes que supone el universo Internet.
Nuestra manera de acercarnos a la realidad ha cambiado debido a las redes sociales: brinda muchas ventajas, sin duda, pero acelera nuestro proceso de asimilación de forma superficial al desplazar a favor de la actualidad sumarial todo lo que requiera sumergirse en la lectura calmada. Reclamamos la «digestión» inmediata de cualquier acontecimiento social, convertimos el conocimiento en un producto más de la sociedad hiperconsumista, e internet nos brinda esa inmediatez a golpe de click. Bien utilizado es una herramienta social capaz de movilizar recursos humanos a una velocidad descomunal, pero conlleva el riesgo derivado de un cierto declive de la socialización cotidiana.
La «galaxia» internet nos ofrece millones de sitios, miles de millones de páginas, un universo mediático que está transformando, por ejemplo, la política en espectáculo, y que introduce una lógica del mercado, que nos hace demasiadas veces abandonar, como señaló Gilles Lipovetsky, la reflexión en beneficio de la emoción, la teoría y la abstracción en beneficio de la utilidad práctica.
Como brillantemente señala D.Pennac, las palabras pueden ser sustancia sin contenido cuando nos piden que las consideremos mero objeto de conocimiento. Como todo, internet no debe ni demonizarse ni ser sacralizado. Facilita nuestro acceso a datos, democratiza el conocimiento pero no debe anular nuestra capacidad de análisis ni la necesidad de tomar tiempo y distancia para dejar que la lectura destile su poso de reflexión, la única forma de ser conscientes de lo poco que sabemos. La omnisciencia que ofrece Internet es hueca, no debemos nublar nuestra capacidad de reflexión.
Las promesas retóricas parecen valer mucho más que los ejercicios de realismo responsable. La política no ha sido ni debe ser nunca un parque de atracciones. Produce frustración comprobar cómo el diálogo, el consenso y la necesaria negociación dejan paso a la confrontación, a la trinchera ideológica, a la versión tribal y cainita tan clásica como perturbadora de la convivencia.
Representa un modo tan estéril como negativo de ejercer la labor de representación política, siempre acudiendo a recursos dialécticos tan vacuos como retóricos y con el abuso del recurso a la épica impostada de quienes están convirtiendo la política en farándula.
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