IBARROLA

Pasado y presente

Martes, 24 de agosto 2021, 07:21

Pertenezco a ese tipo de personas que acostumbran a guardar, como alhaja preciosa en su joyero de blondas de piel de chinchilla, memoria de aquel ... resto de coletillas de las mañanas de estudios del texto de primer año de bachillerato. Sí, de geografía universal de un tal Castro que nos bombeaba nombres de países y sus capitales (Afganistán, capital Kabul, los reinos y sultanatos de Arabia cuya centro es La Meca, capital religiosa del mundo musulmán...) que con solamente ese nimio saber, sin nunca llegar a ningún otro conocimiento del lugar, pasan años y años –unos ochenta y pico según mi cuenta– en cierto momento algunos leves informativos por algunas gentes viajeras, o por algunos jovenzuelos/as bajo el ensueño del movimiento hippie y la enseña del amor y de las flores allá por Kandahar. En fin, todo mejor que la versión de guerras bajo enseñas varias, entre ellas las más significadas las que tienen a Dios como su nombre y jefe predilecto en este mundo politeísta que hemos conocido sobre todo más que ningún otro también adorable.

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Mal asunto, si bien se mira y se estudia, ése del politeísmo monoteísta. Es decir, varios jinetes cabalgando sobre una sola montura que a esa situación conduce cuando de las varias religiones en curso, cada una de ellas reclama ser la suya la verdadera... En todo caso, séase como sea, lo sucedido ahora en Afganistán y sus talibanes en plan de cobrarse venganzas y sin ningún respeto para nada que no sea su voluntad dominadora, creo que exige doctores muy expertos que puedan explicar lo ocurrido. O, al contrario, es tan sencillo todo que los más duchos pudieran decirnos todo o nada, que sería lo mismo; que muchas son las cosas que ocurren, y no solamente las que se agazapan como géneros literarios bajo la bandera siempre tan extensible o plegable de la ucronía que en el ámbito proyectante ahora.

Otros signos imperantes se nos descuelgan de los cielos o de regiones más o menos estelares, que leo los diarios correspondientes de cada día y aun a pesar de las cataratas de mis ojos observo situaciones tan sorprendentes como las de esos jóvenes buitres que se abajaron de sus reinados celestes y prefirieron posar sobre balcones callejeros en pueblos y ciudades otrosí que también cuántos y en qué medida ha aumentado el número y la calidad, se supone, de los humoristas que, leyendo en las entrevistas en las que se les pregunta y responden, pudiera suponerse que fueran como la tabla de salvación de ese dolor incongruo e inconsútil que, a su paso, extendió la alfombra sin costuras de la pandemia allá por donde pasó y aún gran parte de ese amargo sabor queda. Y díganos quien lo sepa que hasta cuando o hasta siempre.

De todos modos también, el refugio o hasta efugio buscado o hasta encontrado como útil, reside en los libros, que en el caso presente y durante esta semana me he valido de tres sopesándolos y sobando páginas. Es decir, tres libros por acertada coyuntura con la situación presente que lo son 'La revancha de Dios' (Cristianos, judíos y musulmanes a la reconquista del mundo). Anaya& Mario Muchnik, 1991, de Gilles Kepel; '2000 años de tortura en nombre de Dios'. Edic. Flor del Viento, 1996, de Horst Herrmann y 'Masa y Poder'. Muchnik Editores, 1977, de Elías Canetti. Que habrá que confiar, ya que muy poco en cualquier otra cosa, en que los libros para algo pueden servir o la esperanza para algunos que en tan pocas cosas creemos que algo siempre habrá que sirva para algo. Una especie de moneda echada al aire, cara o cruz o leon-castillo, el chafarrinon del increyente que vende su primogenitura por un plato de lentejas, que lo miro y lo veo como el trípode de una tierra que ofrenda la mejor muestra de su hospitalidad a las necesidades del caminante por tan duras sendas como son las de las creencias.

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Que lo distingo ahora como en vuelo vertiginoso desde la coletilla de la edad niña en los primeros pupitres hasta estos apóstrofes, como en aquel viaje de Berceo, que anudo con el vino en un trípode de esencias el texto total, es decir, un vaso, una mano y un clérigo sensual, vaso enorme, gigantesco; mano también engarabitada enorme y gigantesca, y la transparencia del vino en el vaso, de un bello color granate; vino que hace chascar, por adelantado, la lengua en el paladar, fragancia hasta de tan bello color; sensación de aroma suave en las fauces y de frescura exquisita, después de confortación en todo el organismo. Y la mirada y la satisfacción de ese clérigo de la reputada cofradía del 'mester de clerecía', antes de escribir el archisabido verso del «bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino», cuando el «clérigo sensual, recio, sólido, contempla voluptuosamente, antes de trasegarlo, al vino en su coloración y en su transparencia», que, suena, «de pronto, una jovial, sonora carcajada», que corto yo ahora la bella evocación literaria pensando que «pan y vino hacen camino». ¿Por qué‚ no, también, añadir libros a la hora de tratar de comprender tantos párrafos de tan difícil soslayo?

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