Las pantallas se han llenado estos días de ofertas que prometen felicidad instantánea. Me he encontrado, como tantos otros, persiguiendo descuentos con la sensación de ... estar aprovechando una gran oportunidad. Pero a medida que el carrito se llena, también lo hace una sensación de vacío que no desaparece al llegar a casa. No se trata solo de consumismo, sino de haber confundido descuento con recompensa. Veo a amigos endeudándose por el 'gadget' del momento, familias presionadas para regalar más de lo que pueden y tiendas llenas de manos cargadas pero cabezas vacías. No es casual que, una vez pasada la fiebre, la satisfacción sea tan efímera. No hace falta eliminar el Black Friday, solo preguntarnos si realmente nos hace más felices. Quizá la verdadera oportunidad no sea comprar más, sino atrevernos a comprar menos y recordar que el valor de lo que tenemos no depende de una etiqueta roja.
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