En el país de los frutos tardíos
Dicen que los españoles nos criticamos en demasía a nosotros mismos; que desde fueran los extranjeros nos ven mejor. Dicen. ¿Por qué siempre hemos ido ... a remolque de las ideas progresistas de Europa? Don Ramón Menéndez Pidal, gran erudito, decía que «España es un país de frutos tardíos».
Y tan tardíos. El Romanticismo penetra aquí cuando ya había languidecido en Europa. Y tan tardío que España es motivo romántico para los europeos por ser un terreno donde la Ilustración, el Siglo de la Luces que se levantó en Europa y cambió el mundo, por aquí había pasado de largo, sin calar en el pueblo, que seguía analfabeto en su inmensa mayoría y la gente de letras vivía en un barroco tridentino con mentalidad cerrada. ¡Lo europeo era malo y diabólico!
Aquí no se había permitido la entrada de las ideas de aquel grupo de pensadores como Diderot, D'Allambert, Condillac, Montesquieu, Rousseau y Voltaire que preconizaban el triunfo de la razón, los derechos humanos, libertad de los ciudadanos, la igualdad de sexos, liberarse de los dogmatismos y absolutismos. Aquel grupo cambió el pensar del mundo, trajo lo que es el parlamentarismo y la democracia. En España esos pensadores seguían siendo unos diablos nefandos a los que la Iglesia seguía condenando con fruición cien años después. Los intelectuales españoles que se había adherido al espíritu de la Ilustración fueron enviados al exilio por el cerril Fernando VII, el Deseado, esa bestia negra que era recibida a repique de campanas y bajo palio por los pueblos que pasaba durante el triste regreso de Francia. Venían los escritores-viajeros europeos del siglo XIX a visitarnos como si fuéramos un reino de morería donde lo esencial eran los toros, las chulapas, las cofradías, el fandangueo, nobles inactivos y los 'fraygerundiodecampazas' lanzando dicterios de pseudofilosofía.
En Europa depuraron hace años a los dictadores de la misma camada que Franco (Hitler, Mussolini, Oliveira Salazar, Stalin) y les han quitado su monumento reconocedor. En Hispanoamérica han juzgado al régimen de Pinochet, Videla, Stroessner, Ríos Montt, etc. En Ruanda, a las 25 años del terrible genocidio, han hecho todo el esfuerzo en conocer la historia de lo que pasó, el perdón y la reconciliación. Así se hace.
Aquí hemos tenido un golpe de Estado que provoca una Guerra Civil y durante 40 años goza el 'vencedor' pisando a los vencidos y echando sal en la herida. Y después de 80 años de odios soterrados y franquistas agradecidos, los Rajoy, Aznar, Casado, Rivera y los voxeantes diciendo que se mantenga como está, que mejor no remover la historia, que de reconciliación nada de nada, que los republicanos de buena fe y los miles de maestros republicanos que se empeñaron en levantar este país sembrando cultura, que sigan en las cunetas. Que bien enterrados están (que purguen por malos) y al dictador hay que seguir honrándolo con su monumento y con una subvencionada Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos para que siga velando por el eterno descanso de su ánima santa.
¡Únicos! Sí, no se espanten, imagínense el artículo que hubiera escrito Mariano J. Larra con el sainete ibérico de la exhumación de un dictador luciéndolo minuto a minuto en los distintos canales de televisión, con toda su parentela forrada con los millones de millones que les dejó el abuelito cacareando los derechos del difunto, la lucha de las banderas y cientos de aguerridos seguidores entonando España en pecho: «Soy el novio de la muerte». Pura pata negra ibérica.
No me digan que no somos distintos, no me digan que no somos país de frutos tardíos. Los Larra, García Berlanga, Buñuel, Rafael Azcona, Fernán Gómez ya están escribiendo el guión de esta astracanada nacional: vean la cabra de la legión entonando el himno, al fraile Calatrava lanzándose a la tumba de su amado Franco, los nietos vendiendo exclusivas y sacudiendo mandobles a la policía, aguerridos legionarios portando el féretro bajo palio a limpio grito, el carnero de las esencias parándose en medio del templo para mear, Tejero padre con tricornio y pistola en mano, Tejero hijo vestido de falangista y solideo cardenalicio hisopando a la familia, y un aguerrido legionario que dispara con su Mauser y se ahorca en lo alto de la cruz con una bandera que le había regalado Federico Trillo. Y encima de una estatua, la Lola de España cantando una saeta.
Y tan tardío, que lo hemos querido remendar y remediar 45 años más tarde y, ya, olía a odios viejos. Nuestros cineastas ya tienen escrito el guión. Silencio, se rueda.
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