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Observar y comprender

La superficialidad que lo impregna todo; la política, la calle, la empresa... nos tiene condicionados de tal manera que nos resulta difícil discernir lo que sucede en un mundo cada vez más complejo

Domingo, 13 de febrero 2022, 08:18

Vivimos tiempos de profundas transformaciones, a los que nos enfrentamos con grandes dificultades, porque no somos capaces de observar de verdad lo que ocurre y, ... mucho menos, de comprenderlo. La superficialidad que lo impregna todo, en la política, en la calle, en la empresa, ... nos tiene muy condicionados de tal manera que nos resulta difícil discernir lo que pasa en un mundo cada vez más complejo.

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La complejidad es el resultado de una diversidad creciente que necesita ser integrada en una lógica común. Cuanta más diversidad más complejidad, porque más difícil resulta su integración. Y vivimos en un mundo caracterizado por una irrupción desenfrenada de diversidad, derivada de la posibilidad de conectar cosas y personas en muy poco tiempo. En realidad, las manifestaciones de diversidad siempre están latentes, pero no somos conscientes de ellas hasta que conectamos y se hacen presentes. Por eso, en la medida en que el tiempo de conexión entre realidades diferentes –personas y cosas materiales– ha disminuido radicalmente, las expresiones de diversidad surgen por doquier, y nos amenazan con desorden y dispersión, generando incertidumbre e inseguridad porque no somos capaces de somatizarlas, de integrarlas en un modelo que las explique y dé sentido. Esto hace que la creciente complejidad necesite ser abordada, y superar este desafío pasa por aprender a discernir. Una palabra que deberíamos recuperar.

Discernir, según la RAE, consiste en distinguir algo de otra cosa señalando la diferencia que hay entre ellas. Se trata, pues, de identificar las partes del todo, poniendo de manifiesto los aspectos diferenciales. Es lo que intentamos hacer ante un problema complejo. Discernimos en el espacio y en el tiempo: qué cosas concretas y situadas en el espacio son las que forman parte del todo y en que orden se manifiestan en el tiempo. Sin embargo, los nuevos escenarios tecnológicos hacen que las barreras en el espacio y el tiempo sean más difíciles de precisar, por lo que nos da la impresión de que todo ocurre a la vez, en todos los sitios y al mismo tiempo, debido a una conectividad creciente. Una escalada de simultaneidad que deriva en mayor complejidad y dificulta el ejercicio de discernir. Y si no discernimos no conocemos.

Vivimos un momento de irrupción desenfrenada de diversidad, derivada de la posibilidad de conectar cosas y personas en poco tiempo

La cuestión es que el ejercicio de discernir pasa por dos procesos fundamentales: la observación y la comprensión. La observación es un proceso por el que tomamos conciencia de las diferencias que se dan entre cosas, o aspectos de la realidad que son muy parecidos. Se identificaría con el proceso de distinguir algo de otra cosa señalando las diferencias entre ellas. Pero si nos quedamos en la pura observación, no podremos avanzar en la verdadera toma de conciencia de las cosas. Necesita ser completado con el proceso de comprensión. Un proceso que consiste en la toma de conciencia de las coincidencias, de las relaciones que se manifiestan al comparar cosas que parecen distintas. Así que para discernir deberíamos observar y comprender. Observar para separar implica poner el foco en las distintas manifestaciones de diversidad. Comprender para integrar supone relacionar y poner el foco en la integración de la diversidad.

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En un mundo complejo e incierto, en continua transformación, el aprendizaje que lleva al conocimiento a través de la capacidad de discernir, es expresión de un diálogo constante entre la observación y la comprensión. Wagensberg insiste en la importancia de este ejercicio permanente de vaivén entre observar y comprender, clave para activar la creatividad, para imaginar algo nuevo, fruto de la observación y de la comprensión de lo que nos rodea. Una creatividad que lleva a la toma de conciencia de las cosas, identificando los elementos diferenciales y estableciendo nuevas conexiones entre ellos, de manera que dé lugar a nuevo conocimiento.

Así que discernir frente a la complejidad exige observar –diversidad– y comprender –integrar– en un ejercicio de convivencia de los dos paradigmas que nos acompañan en el espacio y en el tiempo. El paradigma espacial, que se manifiesta en la capacidad para identificar y separar en componentes. Y el paradigma relacional, que se manifiesta en la capacidad para relacionar y establecer vínculos entre los componentes identificados. Se trata de observar destellos de singularidad dentro de un todo y de comprender los vínculos de integración que existen entre los elementos diferentes. En gran medida el paradigma espacial, más presente en nuestras vidas, nos prepara mejor para la observación que para la comprensión. Así que, a pesar de las dificultades que vienen de la mano de la superficialidad, los prejuicios y la mediocridad imperantes, necesitamos profundizar en la observación. Pero, además, necesitamos avanzar en la comprensión de la mano de un paradigma relacional cada vez más presente en nuestras vidas. Observar y comprender.

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