josemari alemán amundarain

En manos de Frankenstein

La explosión de interconexión de la mano de las comunicaciones ha derivado en un incremento de la cultura de la superficialidad

José Luis Larrea

Economista y doctor en Competitividad Empresarial y Territorial, Innovación y Sostenibilidad

Domingo, 9 de julio 2023, 07:15

Los relatos son fundamentales en el ejercicio de imaginar una realidad deseada y proyectarla, de manera que active la capacidad de cooperar de personas diferentes. ... La capacidad de crear órdenes imaginados -fruto de la imaginación-, y de utilizar el lenguaje y la escritura para compartirlos, es fundamental para explicar las redes de cooperación humana que nos permiten progresar como especie. Por eso no debemos olvidar la importancia de construir relatos que expresen nuestro compromiso con un futuro imaginado que merezca la pena, que ilusione y que esté lleno de posibilidades. Y esto es lo que nos hace humanos.

Publicidad

El desarrollo tecnológico está avanzando de una manera exponencial y aportando grandes posibilidades para ponerlas al servicio de las personas, con el fin de satisfacer necesidades humanas de todo tipo. De manera continua se abren nuevas posibilidades de la mano de una tecnología que aparece como el gran conseguidor y que nos ofrece soluciones para resolver muchos de nuestros problemas. Sin embargo, como es natural, todo ese potencial está cargado, también, de posibilidades para hacer cosas que se nos pueden volver en contra. De ahí que no debamos olvidar que toda tecnología no deja de ser un instrumento que debe ser adecuadamente utilizado.

En los tiempos más recientes, hemos asistido a una explosión de interconexión de la mano de las comunicaciones más avanzadas que nos han puesto al alcance de un clic todo un universo de informaciones, datos y relaciones. Esto ha derivado en un incremento de una cultura de superficialidad, en donde las respuestas rápidas, en apariencia convincentes y plenas de soluciones milagrosas, parecen imponerse. Y lo hacen, también, a la hora de construir los relatos que necesitamos para activar la cooperación. Buscamos la rapidez, la inmediatez, la solución fácil y sin esfuerzo, lo que nos lleva a emular al doctor Frankenstein -el personaje de la escritora Mary Shelley-, que se valió de fragmentos de cadáveres procedentes de salas de disección, patíbulos y mataderos para construir su criatura. Estos relatos, construidos de trozos de aquí y de allí, terminan siendo relatos sin alma. Relatos que se volverán en contra del creador, como la criatura de la novela -lo que se conoce como 'síndrome Frankenstein'-. Nos encontraremos, así, atrapados dentro de relatos sin verdadero sentido, artificiales, que terminarán por desmoronarse y perder todo su poder evocador y activador.

La IA es capaz de generar criaturas difíciles de distinguir de los seres humanos, pero sin alma

Algo de esto ya nos ha pasado con la utilización de herramientas como el PowerPoint, que se han convertido en grandes facilitadores de los procesos de emulación de Frankenstein a la hora de construir relatos. Transcendiendo de su carácter puramente instrumental, la herramienta se convierte en el verdadero hilo conductor de los relatos, condicionándolos de tal manera que terminan por perder su propia naturaleza. Así, nos encontramos con relatos que no son sino una secuencia de listados de cosas, muchas veces fragmentadas y sin articular entre sí, pero que dan la apariencia de inmediatez, rapidez y simplicidad que parecen demandar los tiempos. Guiones que se convierten en relatos desnaturalizando su esencia, y que lo mismo sirven para un roto que para un descosido.

Publicidad

Y en estas estábamos cuando aparece el ChatGPT, un sistema de chat con Inteligencia Artificial (IA). Uno de los sistemas de IA más capaces, entrenado con grandes cantidades de texto para realizar tareas relacionadas con el lenguaje, desde la traducción a la generación de texto. Puedes pedirle una redacción de 2.000 palabras sobre un tema concreto y la IA generará un texto antes de que te hayas dado cuenta. Puede escribirte artículos y, ¡cómo no!, relatos.

La IA se ha convertido en el nuevo doctor Frankenstein. Capaz de generar nuevas criaturas, sofisticadas, difíciles de distinguir de los seres humanos, pero sin alma. Si los relatos los construyen las máquinas, Frankenstein dominará el mundo y los seres humanos habremos perdido aquello que nos caracterizaba como especie: la capacidad de imaginar y de comunicar, construyendo relatos. Perder el relato es perder la esencia de la humanidad.

Publicidad

De ahí que el desafío con el que nos enfrentamos ante esta capacidad demoledora de la IA para convertirse en el gran hacedor de relatos es mayúsculo. Este desafío se debe abordar desde una mirada humanista, que busca poner a la persona en el centro, darle el papel protagonista y controlar la utilización de una tecnología que amenaza con sustituirnos en aspectos básicos para la construcción de nuestra convivencia como seres humanos.

No debemos olvidar que por muy perfectas y sofisticadas que parezcan las criaturas de estos nuevos Frankenstein, son criaturas sin alma, sin esa capacidad de imaginar, de crear de la nada y de acercarse a los demás viendo personas; porque ellas solo verán algoritmos matemáticos y muchos datos, inmensas cantidades de datos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad