Pero...¿a quién le va bien?
Las personas no son una media teórica que se utiliza con fines estadísticos, sino seres vivos cargados de matices diversos, claves para su bienestar, en los que hay que profundizar
Los mayores se quejan porque las pensiones son insuficientes o porque no se les deja seguir trabajando. Los jóvenes se quejan porque los sueldos son ... bajos y las oportunidades de desarrollo profesional escasas. Las mujeres se quejan porque están discriminadas en su desarrollo laboral y profesional. Así que, si quitamos a los jóvenes, los mayores y las mujeres ... ¿qué nos queda? ¿a quién le va bien?
Publicidad
Esta pregunta debería inspirar una buena reflexión sobre nuestro modelo de bienestar social desde la perspectiva de las personas. Sin embargo, da la impresión de que esta perspectiva individual está bastante alejada del debate sobre el bienestar social. Por eso, es capital insistir en que la persona no es un ente abstracto, una media teórica y universal que se utiliza con fines estadísticos y agregados, sino que estamos hablando de seres vivos cargados de matices muy diversos, claves para su bienestar, en los que hay que profundizar. Así, los aspectos subjetivos del bienestar –que son propios de cada persona– resultan, también, de especial relevancia.
Es evidente que un debate social debe aspirar a consensuar los términos del bienestar atendiendo a todas y cada una de las personas que forman el colectivo, por lo que es clave debatir cuáles van a ser las referencias a tener en cuenta desde la dimensión personal para establecer unos parámetros generales que sirvan para el colectivo. Es indudable que ese ejercicio supone una cierta modelización consensuada de la persona, ya que se tendrán en cuenta unas características y no otras, algo que es inevitable. Sin embargo, no debemos obviar la perspectiva subjetiva del bienestar, si es que aspiramos a llegar a cada persona, no solo a una persona estándar modelizada.
La dimensión personal del bienestar no es ajena al debate sobre el modelo social de bienestar
En todo caso, algunas dimensiones de la persona parecen determinantes a la hora de pensar en su bienestar. De hecho, las necesidades que se definan como parte del bienestar de la persona estarán muy condicionadas por las características de estas. En este sentido, desde la perspectiva del bienestar la diferenciación de género resulta fundamental, ya que condiciona de manera clara el bienestar en su sentido más amplio. La edad es otra característica básica a tener en cuenta, pues las expresiones de las necesidades serán muy diferentes, por ejemplo, para un niño que para un anciano, lo que nos debería llevar a establecer tramos de edad para reflejar adecuadamente la satisfacción de las mismas. El origen de la persona, desde la perspectiva de si se trata de un nativo –autóctono– o de una persona inmigrante en la sociedad de referencia también puede ser determinante, lo mismo que su pertenencia a un colectivo social determinado. En esa misma línea, la etnia o la raza de la persona, su lugar de nacimiento, o la clase social a la que pertenece también son aspectos a tener en cuenta. Por otra parte, aspectos como el nivel de formación y sus características de desempeño profesional, por ejemplo, deben ser considerados en el análisis de esta dimensión personal, lo mismo que la orientación sexual o la discapacidad.
Publicidad
Es evidente que parte de las características de las personas vienen determinadas por su pertenencia a determinados colectivos, por lo que la dimensión personal se ve influenciada por la dimensión relacional. Así, por ejemplo, la pertenencia a un colectivo social determinado puede resultar relevante como dimensión personal –por ejemplo, la pertenencia a una élite social dominante marca la dimensión profesional, lo mismo que la pertenencia a un grupo marginado–. Esa dimensión relacional puede deberse a una opción personal –por ejemplo, la pertenencia a una religión determinada o a un partido político– o a una cualidad innata de la persona –sexo, raza.... Quizás la cuestión más relevante desde la perspectiva de la influencia de la dimensión relacional en la dimensión personal sea la que se deriva de la pertenencia de la persona a una familia, que siempre tendrá unas características determinadas, y que tiene una gran influencia en la dimensión personal.
Por otra parte, también el contexto incide en la dimensión personal pudiendo llegar a determinar características relevantes de la persona –por ejemplo, el medio urbano y el medio rural–. Se puede decir que, en general, la dimensión personal se ve muy influenciada por la dimensión relacional –sobre todo desde la perspectiva de la comunidad a la que pertenece– y por la dimensión contextual –que la sitúa en un espacio y tiempos determinados, en el entorno de una comunidad con una cultura y un capital relacional específicos–.
Publicidad
En todo caso, la dimensión personal del bienestar debería ser muy tenida en cuenta en el debate para consensuar un modelo social de bienestar, dando voz a los que son realmente el propósito último del bienestar: las personas, todas y cada una de ellas. Con sus necesidades, sus aspiraciones y sus motivaciones.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión